Eurocopa 2004 | Francia 0 - Grecia 1
Otra tragedia griega
No es casualidad. A la hora del partido, la llama olímpica que salió de Olimpia y acabará en Atenas cruzaba imperial el Arco del Triunfo de París. Era más que una señal, un destino: Grecia invadía un símbolo centenario de los franceses, casi la única piedra sin desmontar desde la Revolución de Robespierre, que una sangre impura inunde nuestros surcos, canta La Marseillaise. A dos mil kilómetros de allí, en el José Alvalade, un puñado de griegos mandados por Ulises Rehhagel, el rey Otto, introducían con sigilo el caballo de madera en la indestructible Troya francesa. Y la quemaban.
No les preguntaremos si prefieren un griego o un francés, porque la mente tiene demasiada querencia a los tendidos más morbosos. La realidad es que Grecia no fue peor que Francia ayer y que los de Rehhagel han bailado el syrtaki sobre las tumbas de Portugal (los lusos han logrado levantarse y se están en semifinales, con Grecia; por cierto, los dos equipos del grupo español), de España y de Francia. No es injusto: los griegos se han plantado en semifinales de la Eurocopa con mucho orden y mucha picardía.
Y con mucha incapacidad de sus rivales, también. Cierto es que a Henry le falla la quinta velocidad, que Trezeguet tiene desviado el punto de mira, que a Zidane le sobra cansancio y le falta genialidad. Pero la mayor culpa es de Jacques Santini, seleccionador francés. De cierto parecido físico a Belmondo, Santini se ha empeñado en adaptar la nouvelle vague a la selección que dirige. Ha mandado al cuerno el 4-2-3-1 con el que Francia ganó la última Eurocopa y el penúltimo Mundial y ha adoptado el 4-4-2. ¿Si algo funciona bien, para qué cambiarlo? Pues no. En ese 4-4-2 infausto, Trezeguet se incomoda de tener a Henry en la chepa y Henry se marcha al sitio donde está más a gusto, la izquierda, allí donde habitualmente se desenvuelve en el Arsenal. Invadido por Henry en la zurda, Robert Pires emigra al centro y acaba dándose cabezazos con la cuadratura de este círculo caótico: Zinedine Zidane, a quien Santini coloca de interior derecho de principio despojándole de sus galones de general, Fred Astaire en un rincón de la pista de baile. Una afrenta.
Francia no fue casi nada, sólo chispazos en la primera parte e impotencia en la segunda, cuando ya arrastraba el gol de Charisteas sobre su chepa. Sólo las subidas de Lizarazu habían acercado el balón al área de Nikopolidis mientras los griegos avisaban, que vamos, que veréis, con un balón al palo de Fyssas y con un gol fantasma que Frisk dejó en eso, el fantasma de lo que faltaba por venir. Un dato políglota y un elogio: Frisk se traduce al castellano como fresco, pero Frisk no ha sido nada fresco en esta Eurocopa. Agente de seguros y niño mimado de su compatriota el mandamás Johansson, Pierluigi Collina con más pelo y menos fama, Frisk ha pitado con dignidad hasta el momento. Quizá se merezca la final. El caso es que ese gol no entró del todo y Grecia aplazó el milagro hasta el 65. Fue en un jugadón del capitán heleno, Zagorakis, que se marcó un carrerón, un sombrero a Lizarazu y un centro al área digno del mejor Míchel. Charisteas, el mismo que puso a España contra las cuerdas en el empate de Oporto, mandó a la escuadra el 0-1, y ya se mascaba la tragedia gala...
...Una tragedia que tardó 25 minutos en representarse. En ese tiempo, Francia corrió contra las urgencias y lo único que consiguió fue confirmar sus propios temores, esos defectos que le han condenado en este campeonato: que Zidane no es el mismo; que Trezeguet no le mete un gol ni al arco iris; y que a Henry se le ha secado del todo la pólvora, al menos por este año. Titi mandó fuera la oportunidad más clara de empatar de los galos y el último grito de esperanza de esa Francia grande hace cuatro años, pero que ya fracasó estrepitosamente en el último Mundial. Quizá les haga falta otra revolución.
El campeón siempre sucumbe
La caída de Francia, que se impuso en la Eurocopa de Bélgica y Holanda, hizo que se cumpliera de nuevo la tradición de las Eurocopas: el campeón nunca vuelve a revalidar el título. Los franceses no pasaron en el Mundial de Corea de la primera fase, y aunque se clasificaron como primeros de grupo esta vez, han vuelto a dejar un sabor agridulce con su juego.