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Eurocopa 2004 | Francia 0 - Grecia 1

Grecia sorprende a una Francia mediocre

Grecia se une a Portugal en la penúltima ronda y se disputará un puesto en la final con el ganador del duelo entre la República Checa y Dinamarca. Francia, el vigente campeón, cayó con justicia, víctima de un planteamiento mediocre y cobarde, y confirma en Portugal el declive de la generación que hizo grande la fútbol galo.

TOMÁS DE COS
<b>DECEPCIÓN</b>. El gran capitán no tiró del carro en esta ocasión y el combinado &#39;bleu&#39; se mostró inoperante en ataque.

Se impuso a los puntos Rehhagel en la primera mitad, al ganar la batalla táctica y llevarse el encuentro a su terreno.

Con una poblada defensa y marcajes individuales sobre los puntas galos, Grecia durmió el partido y se apoderó del centro del campo haciendo uso de sus mejores armas: la presión y el orden.

Claro que a ello colaboró especialmente el temeroso planteamiento de Santini, con un doble pivote eminentemente defensivo, formado por Makelele y Dacourt, incapaz de enlazar –ni en corto, ni en largo- con Zidane o Pires, auténticos motores de los vigentes campeones.

Y es que Francia fueron dos equipos en uno, que funcionaban de forma inconexa e independiente. De un lado el formado desde Barthez a Dacourt; de otro los cuatro temibles pero desaparecidos atacantes.

El atasco -monumental por momentos- apenas lo alivió Zidane, el ‘mesías bleu’ en los tres encuentros anteriores, bajando a tratar de dar fluidez a la salida del balón y Lizarazu, con un par de galopadas por la banda izquierda. Una de ellas dio lugar al único remate franco de los galos, obra de Henry.

Grecia tampoco inquietó en exceso, fiel a su estudiado y ejecutado estilo rácano, pero llegó más y dispuso de opciones para haber batido al dubitativo Barthez, que a punto estuvo de emular a Arconada en la final de 1984, en un remate de Katsouranis.

Fidelidad a una idea

Grecia, en un acto colectivo de fe en el catecismo impuesto por Rehhagel, sacó petróleo de su persistencia cuando Francia parecía despertar. Una aparente inocente internada de Zagorakis por banda derecha, mal medida en su intento de despeje por Lizarazu, lo convirtió en gol Charisteas, de fuerte testarazo.

Tarde y mal reaccionó Santini, que sustituyó a Trezeguet por Saha y a Dacourt por Wiltord. Y más tarde a Pires por Rothen, el habilidoso interior del Mónaco. Más de lo mismo. El inoperante dibujo táctico por encima de todo. Francia, sin velocidad ni capacidad de desborde, continuó mostrándose incapaz de abrir huecos entre la zaga helena.

La otrora poderosa selección ‘bleu’ quedó limitada a las acciones individuales de un voluntarioso pero desacertado Henry. Y el delantero del Arsenal no tuvo el día.