Yo digo | Joaquín Maroto
¡Joaquín, o defiendes o te siento!
Dos veces se me pusieron los pelos como escarpias en el estadio José Alvalade: la primera, con el himno nacional, y la segunda cuando vi que Joaquín, incrédulo y cabreado ante la imposición de Sáez, bajó a ocupar la posición de central para cubrir las espaldas en un córner en contra de Portugal. "¡O bajas o te siento!", fue la lectura que hice de los aspavientos de Jaburu al extremo. La misma que hizo un atónito Joaquín, porque bajó y defendió... ¡un saque de esquina a favor de España cuando ya perdíamos el partido! Entonces miré al palco y vi a Villar mirar histérico el reloj y a Chencho Arias mirar histérico a Villar. En ese momento le dije a mis hijos y a mi mujer, que eran parte de los veinte mil inocentes que hicimos el viaje: "Nos hundimos por estribor, como el Titanic".
Ver el partido como un aficionado me permitió descubrir detalles nuevos. El de Joaquín, uno. Vamos con otro: ¿Cómo es posible que Scolari provoque a Vicente aprovechando que se acerca a hacer un saque de banda y le mienta diciéndole que Rusia gana a Grecia y lo vea yo desde el séctor 1, fila 16, asiento 24 y nadie en nuestro banquillo? Y más: ¿por qué Raúl, pese a la petición general de la afición, no sale a saludar a los miles que estábamos allí una hora antes del partido y sí que tira del carro para aplaudirnos tras la derrota? Por eso al principio íbamos todos con la camiseta de España y al final cada uno con la suya: Betis, Madrid, Atlético, Sevilla, Depor, Valencia... "Y yo, mañana, a pelar pollos en la pollería y ellos...", dijo un sufridor a las tantas en una gasolinera de Galp, la de Figo...