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Nostalgia de fútbol

Se cumple estos días el trigésimo aniversario de aquel Mundial del 74 en el que la Alemania de Beckenbauer y Müller y la Holanda de todos anunciaron al mundo –y sin Roteiro- un nuevo modo de fútbol, una forma total y plástica de entender este deporte de masas. Y ahora, en el Estadio do Dragao, sí que se puede afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

La cuestión es desoladora en Holanda, por lo que a cuestión romántica se refiere. Da pena ver que una selección que hombre por hombre quizá conforme el mejor equipo del mundo se pierda en guerras internas fuera del campo y en vericuetos vacuos dentro del mismo. Demasiado horizontal, casi sin las bandas que la oranje elevó a dogma de fe y con Van Nistelrooy –pese a su golazo- lejos de la jerarquía que un día tuvo, la naranja que ya no es mecánica va camino de defraudar a todos los amantes del fútbol, una vez más.

Más clarito, como siempre, lo tiene Alemania. Juega horroroso, pero eso ya es marca de la casa. Jugó horrible en Corea y Japón y terminó subcampeona. Lo hizo feo hasta decir basta contra Holanda y lo seguirá haciendo así hasta la final para no dejar mal a Lineker.

Así será, al menos que la gran República Checa lo remedie. El equipo de Nedved y compañía, con todo a favor por su juego, superó la última prueba que le faltaba para alcanzar la madurez: Remontar en el partido del debut. Ya lo tiene todo para ser campeona y honrar al fútbol.