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Eurocopa 2004 | Suiza 0 - Croacia 0

Suiza y Croacia aburren y rinden culto al antifútbol

Los de Kuhn jugaron 40 minutos con uno menos

LADISLAO JAVIER MOÑINO
<b>LA TUVO A HUEVO</b>. El croata Olic pudo marcar, pero su remate lo estrelló en el larguero.
REUTERS

Suiza y Croacia rebasaron las expectativas que apuntaban a partido bodrio. El equilibrio del que tanto se habla en el fútbol moderno se lo saltó ayer Otto Baric, de tal manera que alguno debió pensar que estaba ante un revolucionario o un melancólico del 4-2-4 del Brasil de los 70. Conocido era que los croatas no tienen laterales puros y que su defensa se compone de cuatro tallos. También se sabía que estuvo a punto de convocar al veterano Soldo porque no encontraba un mediocentro puro. Lo que nadie acertó a adivinar es que iba a renunciar de principio a sus mejores jugadores de banda (Srna y Rapjc) para colocar a dos delanteros en su lugar. Se descolgó con Olic por la izquierda y con Mornar por la derecha, que sumados a Sokota y a Prso formaban un cuarteto de delanteros. Cuatro centrales y cuatro puntas y el equilibrio para los funambulistas de la pizarra y las escuelas de entrenadores.

Botas cuadradas. El resultado fue un fútbol antinatural, que se acentuó con la expulsión del suizo Vogel, el único futbolista que ayer fue capaz de demostrar que este juego hay que pensarlo, aunque sea de vez en cuando y que tiene unos mecanismos mínimos que hay que cumplir. Del juego antinatural al partido-esperpento hay un paso y suizos y croatas lo dieron a la vez. Hubo un sinfín de malos controles, no se sabe si por el nuevo diseño del balón, por el canguelo que se apodera de los jugadores a los que les sobrepasa la magnitud de la competición o porque realmente algunos tienen las botas como los pies cuadrados de Mazinger Z, que decía Maradona.

El mayor esperpento lo protagonizó Mornar, que estuvo voluntarioso, pero al que daba cierta grima verle profundizar por la banda derecha. El tipo, muy convencido y centrado, intentaba introducir sus 183 centímetros y sus 80 kilos en el papel de un liviano extremo. Y claro, el resultado eran unas conducciones atropelladas que casi siempre acababan con el balón enredado entre sus botas o con sus huesos en la hierba, refrendando la sensación de que lo antinatural y lo esperpéntico se impusieron.

Una única ocasión clara y un cante de Stiel

El pésimo partido que jugaron Croacia y Suiza se vio reflejado en el número de ocasiones claras de gol. La mejor la tuvo Olic, que estrelló en el larguero un rechace de Stiel cuando estaba a menos de un metro de la portería. La otra gran ocasión fue un cante del meta suizo Stiel, que se vio rebasado por un balón manso en la frontal del área y tuvo que correr desesperadamente tras el para que no entrara.