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Eurocopa 2004 | Dinamarca 0 - Italia 0

Italia se ahoga en su indolencia

Italia es como una mancha de chapapote en una piscina: todo lo tizna con su ritmo gelatinoso. El fútbol en su presencia se convierte sin remisión en los trabajos de construcción de una catedral. Piedra a piedra, levanta el partido sin dejar un resquicio atrás, para al final poner la campana y llevarse el premio. Pero en ocasiones parece olvidar que para ganar, además, hay que meter al menos un gol. Hoy lo ha intentado, tras sufrir el hostigamiento romo de Dinamarca durante 60 minutos, pero siempre abstraída, indolente. Y cuando se quiso dar tiempo, el encuentro se había agotado.

BRUNO G. GALLO
Helveg, sobre Vieri en un momento del partido.
EFE

Piedra a piedra se han desgranado los primeros minutos del partido, como un avance lento pero insalvable de la escuadra azul —hoy blanquiazul— hacia el gol. A la espera de un instante de pasión aislado con el que llevarse la perra gorda. A punto ha estado Totti de apuntillar en el minuto 15, con un lanzamiento de falta feroz que Sorensen ha desviado a corner. Las contundentes oleadas italianas —nacidas de la defensa, volatilizadas junto al área rival, y sin apenas construcción en el centro del campo— han venido entremezcladas por cargas de la caballería danesa, muy ligeras pero demasiado torpes, desordenadas, deslavazadas como para acertar.

En el minuto 20, Del Piero, hasta ahora un fantasma, se escapa sólo frente a Sorensen por el centro del área; Helveg levanta la pierna a la altura de su pecho, y el italiano cae más por voluntad que otra cosa. Podía haber sido penalti perfectamente, pero el español Mejuto González no lo creyó conveniente. Y a un suspiro del final del primer tiempo, Sorensen ha salvado a su equipo, primero de un tiro a bocajarro de Del Piero, y luego sacando la mano al rechace que había empalado Totti.

Permiso para ganar

No hubo cambio de guión en el segundo tiempo: Dinamarca siguió hostigando, mientras Italia ganaba metros, cada vez más, aunque sin culminar los trabajos de zapa con una chispa de genio. Vieri lo rebañaba todo, pero sin fortuna. Sin embargo, cada minuto consumido hacía más inapelable un gol, y a los daneses les pesaba en el ánimo la leyenda: Italia, tarde o temprano, siempre gana. Y en esto que se puso a ello. Tras jugar al trote durante 60 minutos, los italianos cambiaron de ritmo y se quedaron con el balón y con los uyyyss. Dinamarca, que empezaba a olerse el percal, se atrincheró en su campo, confiándose al contragolpe.

Y casi le sale, vive Dios. Jensen se ha quedado sólo en el minuto 32 ante Buffon, que rechazó un tiro con aroma de gol; el mismo Jensen pilló el balón, pero se lo volvió a sacar el portero italiano, que no trinca nunca la pelota pero tampoco deja una excusa para la sorpresa. Y poco más dio de sí la fiesta. Un par de acercamientos interesantes, calabazas de postre, y una nueva oportunidad para comprobar que a Italia no le marca un gol ni Dios, pero que a veces a ellos se les olvida que también tienen permiso para meter alguno.