Eurocopa 2004 | España 1 - Rusia 0
Que pase el siguiente
Trabajada victoria ante Rusia. Valerón logró el tanto del triunfo. Partidazo de Vicente. Buenos detalles de El Niño Torres
Habrá que sacar el Clemente que todos llevamos dentro y decir que en este caso lo único que importa es el resultado, y no el juego, que sin ser espantoso, tampoco fue brillante, no al menos todo lo que esperábamos. España ganó a Rusia y lo fundamental es que la victoria sirvió para ahuyentar fantasmas, que son multitud, esos que nos han dado fama de equipo blandito, afl igido en cuanto no nos salen cartas. Y hubo un momento en que el partido rondó la peor de nuestras pesadillas, empate a cero y viniéndose arriba los rusos, que no son nadie porque no saben quiénes son, lo que no quita para que hasta los más tontos hagan relojes, y lo digo sin faltar, creo. Sin embargo, en ese fi lo de la navaja surgió Valerón, cuyo nombre resonaba en alguna boca (la mía) para criticar su entrada por Morientes, cobarde sustitución, creímos algunos, y que terminó por ser vital, así que chitón.
La primera impresión que dieron los rusos fue ligeramente lamentable. A los dos centrocampistas que sustituían a los centrales lesionados no se les hubiera distinguido mejor si hubieran llevado la camiseta amarilla y un sombrero mexicano. Tal era su falta de pericia. Cada vez que el balón rondaba lo que se conoce como la olla los tipos mencionados organizaban alguna. Debió insistir España en este método rudimentario que no deja de ser una de las leyes del fútbol. Raúl rozó el gol en el primer minuto y las ocasiones se sucedieron a continuación porque los centrales de emergencia hacían más por estorbar (a sí mismos, a su portero, a los nuestros) que por sacar el balón.
La salida de la Selección fue, pues, prometedora: presión arriba, balones a las bandas y los rusos acogotados. En lo que se refi ere a las bandas, señalar que funcionaba mejor Vicente que Etxeberria, algo más espeso, lo que nos llevó a hacer comentarios de los que nos arrepentiríamos años después, en la segunda parte, concretamente.
Hasta que se cumplió el primer cuarto de hora no llegaron los rusos a la portería de Casillas, vestido, por cierto, de naranja-Naranjito, entrañable mascota que aún presume de ser la más horrible de las diseñadas jamás, varias generaciones arrastramos todavía secuelas, Cobi es el Capitán América comparado con el infausto cítrico. Las aproximaciones rusas eran después de mucho tocar, robotizados, los nuestros mirando,como queriendo ver hasta dónde podían llegar. Vicente fue el único capaz de romper ese extraño equilibrio que se inclinaba hacia España pero que no terminaba de romper el partido. Fue una incursión valiente, de extremo, mirando la cara del lateral y desafi ándole a la carrera para recortarle después. El pase que debió ir a la frontal del área para que alguien rompiera el balón (algunos de los nuestros, usted o yo), fue al segundo palo, donde no lo alcanzó Morientes. Pero las jugadas que dejan susto valen por medio gol.
Y tres cuartos de gol signifi có la siguiente acometida, otra vez Vicente: Morientes remató a bocajarro, repelió Ovchinnikov y el rechace lo envió Morientes al limbo, allí donde vive Queiroz, q. e. p. d. Sin tiempo para emocionarse como corresponde, Alenichev se presentó solo ante Casillas, que salvó milagrosamente, como gusta. Nuestro primer puñetazo a la mandíbula había sido contestado con otro, lo que nos dejaba en una situación incómoda, de esas que te hacen pensar que Grecia ganó a Portugal y que perder signifi ca morir.
Así llegó el descanso y del mismo modo comenzó la segunda parte, terrorífica. Fue entonces cuando Sáez quitó a Morientes y Baraja para meter a Valerón y Xabi Alonso. Renunciaba a un delantero por un media punta y cambiaba fi chas en el centro del campo. Y le dio resultado porque en España no hay once titulares, sino catorce, alguno más si me apuran. Ignoro si tenemos el mejor equipo sobre el campo, pero no hay otro igual si se cuenta también el banquillo.
Con el partido a punto de desbocarse comenzó a lucir Puyol, que nada más producirse los relevos se coló por la derecha, como hace él, por lo civil o por lo militar. Su centro al área lo dejó pasar Etxebe, fantástico desde entonces y desde hacía rato, qué guapos estamos callados. Y el balón llegó a Valerón, que no le pegó como hubiera hecho cualquiera de los nuestros (usted o yo), sino que lo controló, rusos saltando por aquí y por allá, chut raso en cuanto se abrió un pasillo, y cuando cayeron los rusos del aire, gol.
Faltaba media hora que se escurrió sin mayor gloria que la entrada de Torres por Raúl, más que un cambio, una herencia. El Niño hizo un par de cosas geniales, una fabulosa internada que provocó la expulsión de un ruso y un casi gol, mientras el resto se afanaba por dejar pasar el tiempo, primera victoria, podemos respirar, estamos vivos, medio clasifi cados, ya nos llegará el fútbol y entonces que nos echen un galgo. Y no les faltaba razón, porque así estamos.