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Eurocopa 2004 | España-Rusia

Rusia, primer escollo en la Eurocopa de la ilusión

Albelda jugará hoy. 15.000 españoles contra 8.000 rusos.

<b>ÚLTIMO ENTRENAMIENTO.</b> Los españoles se ejercitaron ayer por en el Estadio do Algarve.
JESÚS AGUILERA

Hay quien dice que nos falla el sentimiento de patria, una especie de orgullo nacional que inspira y eleva a otras selecciones, cuyos integrantes se estremecen ante la visión de su bandera e incluso se tocan el corazón cuando cantan el himno, gesto de gran solemnidad que asusta un poco y en el que parecen prometer que salvaran el honor patrio cueste lo que cueste. Nosotros, por no tener, no tenemos ni letra en el himno y, a excepción de Raúl, que ejerce de Pelayo y mira al cielo, el resto de nuestros muchachos cuando suena la marcha de granaderos se pierden en resoplidos y saltitos para calentar los cuádriceps, un poco por disimular. Digamos que somos, en lo que se refiere al concepto de patria, metrosexuales, término muy de moda con el que se define al varón que sin renunciar a su hombría puede emocionarse ante una puesta de sol. Es por eso que casi siempre empezamos perdiendo por 0-1.

Pese a todo, en esta Eurocopa se confirma la ilusión popular que ya se entrevió en el pasado Mundial. En parte, nos hemos liberado de ese sentimiento trágico que nos hacía vernos, si no inferiores, claramente desafortunados: por bien que lo hagamos, palmaremos en cuartos. No hay pruebas del cambio de tendencia (en Corea palmamos en cuartos), pero hace tiempo ya que se percibe una modernización en España que se refleja en la Selección en jugadores jóvenes, carentes de los viejos complejos, capaces de ser un grupo, aunque sea federalista.

No estarán todas esas caras nuevas en el once que jugará contra Rusia, pero su espíritu empuja (también el de Reyes, ausente, o el de Mista). España presentará un conjunto equilibrado que sólo despierta dudas en el flanco izquierdo de la defensa, el de Raúl Bravo, y cuyo punto fuerte radica, curioso, en la revolución que se esconde en el banquillo: Torres, Joaquín, Valerón... Albelda, recuperado, fijará el centro del campo con Baraja.

Con el Zar y Abramovich. El rival, Rusia, sufre parecidos problemas de identidad a los nuestros. Fueron imperio temible y ahora tratan de reconocerse en el espejo. Lesionados Onopko e Ignatsevich, Rusia estrenará pareja de centrales (dos mediocampistas) y tendrá como líder a Mostovoi, personaje ciclotímico, genial y abúlico. El resto, clase media, jóvenes sin antecedentes, peligrosísimos. Sólo les falta un motivo y Abramovich estará en el palco. A los rusos les ayuda haber recuperado el viejo himno de la URSS, una marcha que invita a ser héroe.

Jugar en Faro, a escasos kilómetros de la frontera con España, nos da casi la ventaja del campo propio: serán 15.000 hispanos contra 8.000 rusos. Y unos 10 millones de españolitos animando por televisión: ganar el primer partido no es definitivo, sólo es seguir creyendo, acumulando confianza, este año sí, viento en popa, es superar los traumas, derrotar a los que dudan, es coincidir todos por fin, una cada vez cada dos años, no es tanto, España, España, España, primero sin gritar, para entrenarse, y luego, cuando se haya cogido soltura, gritando.