Camacho, sin venda y con corbata
Así que pasen 100 años, José Antonio Camacho será siempre esclavo de una fotografía, aquélla con la camiseta de España, la capitanía en el brazo, la venda en la cabeza y el grito en la garganta. El técnico sufre el síndrome del estereotipo, el mismo por el que se asocia a Marlon Brando con un gato en el regazo pidiendo respeto -y no rezumando locura en la selva de Vietnam- o a Anthony Hopkins como un fascinante caníbal y no como un acomplejado y quebradizo mayordomo.
Tal es la cuestión que algunos esperaban que Camacho compareciera en la sala de prensa dando gritos y repartiendo estopa. "Yo no entro con ningún látigo en el vestuario". El técnico ha querido dejar las cosas claras desde el principio y ha sentado las bases que muchos deberían aprender. La autoridad no se impone, se ejerce. El respeto no se pide, se lo gana uno mismo de acuerdo al que se tenga con los demás. Es decir, una reciprocidad basada en la función destinada para cada uno. Yo como entrenador te doy si tú, como jugador, me devuelves. "Quid pro quo, señorita Starling", que diría el ya mencionado Lecter.
Así es Camacho, el nuevo entrenador del Madrid para las próximas dos temporadas. Un entrenador preparado, más que capaz y arropado por un metódico equipo de colaboradores, con Pepe Carcelén a la cabeza. Un profesional del fútbol, con 49 años, orgulloso de su pasado, sabedor de dónde está y consciente del lugar al que quiere llegar. José Antonio Camacho, sin venda y con corbata.