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Fútbol Primera División | Real Madrid

Zidane: "Sueño con debutar con la maglia blanca"

Campeón del mundo y de Europa, Zinedine Zidane ya sabe lo que es jugar en los mejores estadios del Continente. Sólo falta el Santiago Bernabéu, el que reúne la mejor historia del siglo. De entre todos los escenarios, Zizou recuerda especialmente la victoria que logró con Francia en el mítico Wembley, donde los bleus ganaron a Inglaterra 0-2, con dos goles del ex madridista Nicolas Anelka, estrella demasiado fugaz.

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UN TIPO CON ENCANTO. Zidane cautiva, a pesar de ser una persona de pocas palabras. Se explaya en el campo.

Fue el 12 de febrero de 1999. "Aquella fue una gran victoria", recuerda Zidane. "No puedo decir qué le pasa ahora a Anelka, no le van las cosas muy bien, pero creo que físicamente sigue estando fuerte, no sé...". Gesticula, diplomático, también le da pena.

Se le ve contento, todo va bien; sólo una inquietud. Ahora, mañana mismo, le espera el Bernabéu, casi tan impaciente como Zidane.

Recuerdo que una vez, esperando un ascensor, se abrieron las puertas y apareció Miguel Indurain. Casi me caigo. Tenía brillo, lo juro. Es raro, porque muchos deportistas, así al natural, no se diferencian demasiado de tu vecino del quinto o de tu primo Mariano. Tan sólo se distinguen por su aire pretencioso y su eterno rictus de cabreo. Están borrachos de aplausos y palmeros. Cuentan que cuando se apagan los focos y asoma la barriguilla cervecera los desplantes al mundo se convierten en desbordante simpatía, más aún si hay un puesto de comentarista de por medio.

Ayer se abrió otro ascensor, el del AS, y apareció Zidane. Tiene algo de Indurain; también brilla. Es más alto y más delgado de lo que imaginas, más joven, menos calvo. Es tímido y sonríe. Vestía unos Levi's y una camisa entallada que puedes comprar en Zara. Es un tipo normal, no un cantante de Locomía ni un anuncio ambulante de Armani. Clark Kent, el antihéroe que esconde a Supermán, debuta mañana en el estadio Santiago Bernabéu, bienvenido a Metropolis.

"Siempre he soñado con jugar en el Bernabéu y además hacerlo con la maglia del Real Madrid. Es una ilusión, algo muy especial que vengo pensando hace tiempo...". Zidane susurra, entre el italiano y el español. "Creo que vamos a ganar al Zaragoza y lograremos el primer título. Espero que sea así, aunque ellos son fuertes, es bueno el Toro Acuña...". Se le caen las palabras. "Tranquilos, el equipo está bien, sólo nos falta ritmo, poco a poco& #8221;, y mueve la mano, templando, como en un partido.

"Cuando estaba de vacaciones en Los Angeles supe que vendría al Madrid. Lo estaba deseando. Aquí todo es más caliente, más que en Italia. No me ha sorprendido la dureza del fútbol español, estoy bien, pero el ritmo..", dosifica cada frase, aprenderá a decir que jugó un partido majo, el muy Indurain.

Mil cámaras que le apuntan en cada entrenamiento, cien autógrafos, todas las miradas, y luego cien mil personas que jalean su nombre o que le silban de puro miedo. Debe ser difícil no volverse loco. Y sonreír. "¿Presión? Al final lo que importa es jugar bien al fútbol". Zidane tiene claro que es un futbolista y, aunque no lo dice, se reconoce también como un espejo.

Observa con atención la colección de trofeos del Real Madrid que AS puso a disposición de sus lectores. "¿Hemos ganado tantas Copas?", pregunta y antes contestar alguien se apresura a decir: "Contigo serán más". Y se ríe, de verdad, realmente halagado.

"Pues yo todavía no conozco la Sala de Trofeos del Real Madrid, pero estoy seguro de que me va a impresionar". Lo admite con pudor y acepta el regalo con ojillos de aficionado. También se abruma delante de todas las portadas de AS en las que ha sido protagonista. Otro regalo y la estrella humilde que casi se sonroja.

Hablemos de fútbol. Y Zidane abre más lo ojos y parece apuntar, concentrado, cada sugerencia táctica. En Francia juega con más futbolistas por delante y quizá eso le beneficia. El Madrid podría alinear juntos a Morientes, Raúl y Figo, con Zidane por detrás, ¿qué le parece?. En esta ocasión Zizou no encuentra palabras porque no le da la gana. Pero es cortés. "El míster manda, yo...". Más sonrisas.

Pocas palabras, "porque es así de tímido", explican sus acompañantes, pero serenidad y una simpatía poco afectada. No mira el reloj, no tiene prisa. "Es buena gente, esperemos que no se estropee", dice alguien que le conoce bien. Ya no es un niño y lo ha ganado casi todo. El Madrid se gastó 12.500 millones por un jugador fabuloso, un futbolista imperial. Las personas normales valen mucho.