- ¿Su regreso a España le trae viejos recuerdos?

- Sí, pero no positivos. Mi etapa en el Atlético fue lamentablemente desafortunada. Fue un año atroz en el que no nos salía nada y, en lo personal, también fue negativo porque no colmé mis expectativas. Jugué los tres primeros partidos y no tuve continuidad.

- Tras destacar en la Copa América con Uruguay, Ranieri confió en usted al principio, pero pronto desapareció de las alineaciones. ¿Qué pasó?

- A lo mejor, al principio me costó un poco adaptarme al equipo, al sistema... Los primeros meses fueron muy duros, pero lo único que puedo decir es que no tengo ningún arrepentimiento de aquella época. Volvería a hacer lo mismo. Me sirvió para madurar y tener otra visión del fútbol.

- ¿Qué recuerda de su relación con Gil y Ranieri?

- De los Gil no tengo nada que decir. Fue un año muy complicado para ellos. Para algunos, la forma de ser de Gil puede ser un defecto pero para mí es una virtud. Para bien o para mal, te lo dice todo a la cara. Personalmente, en ningún momento choqué con nadie, pero lamentablemente Ranieri no me tenía en cuenta. No sentía frustración, porque dejaba lo mejor de mí en los entrenamientos, pero no podía hacer nada.

- Aquel año no fue nada normal en el Atlético...

- Fue un año con muchas cosas extrafutbolísticas. Llegamos un día a entrenar y nos encontramos con el estadio rodeado y una inspección judicial. Eso siempre te toca un poco, pero no creo que fuese tan decisivo en lo que ocurrió. El fútbol se juega en el campo y no respondimos. Fue culpa de todos los jugadores.

- ¿Siente la necesidad de volver a España para demostrar algo más?

- En Uruguay hay un dicho que dice que a la vuelta de la esquina hay una revancha, y la busco. Quiero demostrar que puedo ser útil en Europa.