A Tom Lowe le faltó poco para morir en Teahupoo (Tahití). Esta ola de la Polinesia francesa, que algunos definen como la más perfecta del mundo, es también una de las más peligrosas. Y el surfista británico lo sufrió en sus propias carnes cuando, en la marejada que abría la temporada de olas grandes, sufrió un wipeout que le envió contra el arrecife y le produjo varias lesiones, hospitalización y unos costes muy caros (el seguro no se lo cubría), por lo que tuvo que pedir ayuda vía GoFundMe.

Unos días más tarde, ya más o menos recuperado, Lowe explicaba todo el relato a su amigo Jamie MItchell. Y entre otras cosas decía:

"Ha sido sin duda la situación más difícil a la que me he enfrentado. Nunca he estado más cerca de la muerte, no a ese nivel. Fue más real que nunca".

"Ese día me estaba tomando mi tiempo, tratando de reconectarme con la ola. No entré directamente en modo locura. Fue una sesión relajante. Tuve un par de olas de calentamiento. Entonces pensé que esperaría pacientemente en el pico".

"Entonces apareció una de olas olas más grandes del día, el canal se puso todo azul. Me giré y fui tarde. Salté desde el labio como he hecho millones de veces y puse el piloto automático: manos a la cabeza y preparado para la lavadora. Pero me golpeé tan fuerte que al momento supe que algo malo iba a pasar. Al subir no podía respirar. Tenía un corte enorme, mi hombro, el codo, las costillas... todo destrozado. No podía ni gritar ni saludar. Simplemente podía usar mi otro brazo para mantener la cabeza fuera del agua".

"En mi cabeza pensaba que lo lograría, que podría llegar a la orilla, pero que necesitaba ayuda. Era el mayor dolor que he sentido. Es increíble lo que la mente y el alma pueden hacer cuando saben que estás jodido".

Lo dice porque exactamente eso fue lo que hizo. Remar hasta la orilla, sin ayuda de ningún jet ski. Entonces sí recibió atención médica y fue trasladado al hospital con un helicóptero. Legendario. Ya está en casa con su mujer embarazada y su hija.