Un ejemplo clamoroso de que el skate es muy machista
Aprovechando el 8 de marzo recupero un artículo de este mismo otoño. Pongámonos en situación: un sábado cualquiera en Skateplaza Valencia se celebra el Urbans Festival, un evento deportivo y cultural con torneos de skate, bmx o parkour, entre otras disciplinas, financiado por un Ayuntamiento que se considera feminista.
El lunes leo en la prensa que es la tercera edición de un festival que el año pasado reunió a 6.000 personas y en esta ocasión ha superado las 8.000, según la organización. Un éxito, vaya. Y yo que me alegro por los deportes de acción.
El martes leo en redes sociales otra visión del evento. De una chica que reconoce que no le gusta ser el centro de atención, pero que no puede callar ante la situación vivida en el festival.
Acaba de volver de Canadá. Está en el paro y preparando unas oposiciones que no llegarán hasta 2019. Tiene la tabla de skate hecha polvo y le llega que existe esta competición. Aunque en el cartel ya ve que el premio -primer agravio- para el primer clasificado de los chicos son 1.000 euros y para la primera chica producto... decide participar, a ver si renueva su material de skate.
Ella no es una fan de la competición porque hay mucha gente mirando y eso significa presión. Compite -segundo agravio- en el horario que hay menos gente. Confiesa que no tiene un gran nivel, pero con esos alicientes como premio, tampoco han atraído a skaters de ninguna parte más que algunas locales. Acaba primera (y motivando al público, claro).
Preguntando por la entrega de premios, le explican -tercer agravio- que será después de la competición de chicos, que se puede alargar hasta 4 horas (aunque no lo saben). Se ve obligada a quedarse por la zona con amigas.
Llega la entrega. Ella y la segunda clasificada reciben -cuarto agravio- exactamente la misma bolsa de material mientras el chico no solamente tiene el premio en metálico sino dos bolsas. Además, dentro de la suya -quinto agravio- había apenas unos rodamientos, zapatillas y camisetas 5 tallas más grandes que las que usaría una mujer.
Tal y como explica ella: "¿Te imaginas a hombres esperando a que termine una competición que ha durado cinco veces la suya, en un horario donde hay menos audiencia y se visibilizan menos como colectivo, donde optan a un premio valorado 1000 veces menos que el de las mujeres y cuando reciben su premio se encuentran con ropa de talla de mujer?". No, ¿Verdad? ¿Pues por qué quien está organizando una competición lo ve normal?
Algunos se excusan en la cantidad de personas que hay en una o en otra categoría, así como en la diferencia de nivel. Sin embargo, nadie piensa en que a las mujeres se les educa a tener cuidado, sobreprotegerlas y ser miedosas. Mientras, a los hombres se les enseña a levantarse cuando se caen, a no mostrar sus emociones y a ser fuertes. Y en esta situación, hay chicas que patinan con las mismas ganas que los chicos a pesar de las barreras con las que parten.
Así lo denuncia la afectada y así es. Que haya más chicos que patinen y algunos tengan más nivel no tiene una explicación biológica sino cultural y sociológica. Por suerte, están creciendo niñas en entornos distinso que van a romper con esto. Y eventos que están contribuyendo a ello. Sin ir más lejos, el festival de referencia en deportes de acción en España, O'Marisquiño, que igualó premios este año y vivió la final femenina con más nivel y engorile de su historia. ¿Casualidad? No lo creo.
Termino aclarando dos cosas: ni la chica hace esto por pedir 1.000 euros ni yo le doy bola para cargarme un evento. Ella lo hace por la igualdad y yo, además de esto, para mejorar un evento, porque sé lo que cuesta organizarlo y lo importante de que salga bien. Y si las cosas van bien, habrá una próxima edición... y será más justa y más exitosa.