De Navacerrada a Kigali
La Selección pone fin este miércoles a su conjura previa al Mundial de Ruanda. “Hay que ser flexible”, dice Valverde antes de su debut como seleccionador.


Un total de 8.863 son los kilómetros que separan Navacerrada, localidad al norte de Madrid, de Kigali, la capital de Ruanda. Entre medias, sueños, deseos, ilusión y un objetivo: regresar el próximo lunes a España con un maillot arcoíris de campeón del mundo o, que tampoco sería nada menor, una medalla. Este domingo se celebra en Ruanda el primer Mundial en suelo africano de la historia, uno de los más duros de siempre con 267 km, 5.470 metros de desnivel acumulado. Además, Kigali está a una altitud de 1.567 metros.
Con todas estas variantes, desde la Federación, con Alejandro Valverde a la cabeza en el que será su primer Mundial como seleccionador, llevaban tiempo ideando un plan. Primero, la lista. Juan Ayuso, Roger Adrià, Marc Soler, Carlos Verona, Carlos Canal, Abel Balderstone (que entró a última hora por los problemas físicos de Mikel Landa), Iván Romeo y Raúl García Pierna, estos ya desde hace una semana en Ruanda ya que estuvieron en la crono mundialista del pasado domingo (fueron 11º y 18º). El tiempo post Vuelta era escaso, pero tanto el citado Valverde como José Vicioso (presidente de la RFEC) tenían la idea, el plan, de hacer una concentración antes de ir a Ruanda.

La primera opción fue Sierra Nevada. No había margen de tiempo. La segunda, Murcia. La tierra del Bala. No tenía el mejor encuadre posible. “Lo tengo”, dijo Vicioso, que buscó una casa rural en Navacerrada. Combinada todo lo que buscaban: altitud (más de 1.200 metros), puertos para poder entrenar alrededor, buena combinación y, a diferencia de lo que están acostumbrados los ciclistas, zonas comunes. No es un hotel, ni parecido. Nada más entrar a la casa, en la Calle Tejera, Valverde saluda mientras se come un yogurt.
“¡Qué pasa!”, dice el ciclista con más medallas mundialistas (siete, una de oro), mientras mira a la piscina que está debajo de la terraza. “Con el frío que hace aquí arriba…”, admite El Bala, descartando el baño. El domingo por la noche llegaron los corredores, aunque los que provenían de Andorra (Ayuso, Soler, Verona…) lo hicieron más tarde que el resto: no pudieron tomar un vuelo en La Seu d’Urgell y tuvieron que bajar a Lleida en autobús para, después, volar a Madrid. “Llegamos a las 0:30”, destaca Ayuso, que reconoció que recuperó las horas de sueño.

“El lunes me levanté 9:30”, admite la referencia de España para el Mundial. Cuentan con cocinero y auxiliares, pero es un concepto diferente en el ciclismo actual. “Esto sirve para no encerrarse cada uno en su habitación. Aunque ya nos conozcamos de vernos en el pelotón, el objetivo es hacer grupo, y me parece una gran idea”, cuenta Roger Adrià. Son apenas tres días, pero suficientes para hacer piña. “Es algo que luego se nota en carrera”, explica Valverde, y lo dice con experiencia, ya que así se gestó su oro en Innsbruck 2018 (estuvieron en Sierra Nevada unos días antes).
Las mañanas son de entrenamiento en la carretera y las tardes de masaje y reposo. Carlos Verona, madrileño, es el capitán de ruta. Diseña el recorrido de los entrenos: los puertos de Cotos, Morcuera, Navacerrada, Siete Revueltas… y, claro, Valverde es uno más con ellos en la grupeta. El murciano incluso llegó a hacer un esprint con Ayuso, pero la mayor parte del tiempo rueda el último de todos, a cola, y no por falta de fuerzas. Habla con uno, le pregunta qué tal está a otro, lo que necesita al siguiente y, como si nada, acumulando 3.500 metros de desnivel acumulado en 167 km.

“Hay que ser flexible y tener manga ancha. Ni mucho menos que esto sea un cachondeo, pero sí tener un buen ambiente”, explica Valverde sobre esta conjura. Y, claro, los seis integrantes tenían al murciano como referente sobre la bici, por lo que estar a sus órdenes es otra motivación. Hoy, miércoles, toca marcharse. Valverde, Canal y Balderstone viajan hoy a Kigali desde Madrid con escala en Doha. Ayuso, Soler, Adrià y Verona van a Bruselas, donde duermen, para poner rumbo mañana jueves a primera hora al país africano. Tres días de convivencia, risas, entrenos y anécdotas, unos intangibles que, pase lo que pase el domingo, guardarán con buen recuerdo. Aunque en vez de bueno puede pasar a muy bueno si es con un arcoíris en la maleta de vuelta.
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