TOUR DE OMÁN
Calor, arena, reventones, bronca y etapa neutralizada
Primero, una tormenta de arena redujo la jornada. Después varios reventones de tubulares provocaron que el pelotón se plantara. Merckx, enfadado.
En italiano se le llama casino. En francés, mascarade. En castellano no existe una palabra exacta, quizá valgan esperpento o charlotada. La quinta etapa del Tour de Omán se neutralizó tras unas fortísimas discusiones y un cruce de amenazas entre los ciclistas y la organización. El motivo oficial por el que se produjo la cancelación: “Razones de seguridad”.
Recapitulemos. Los directores de la prueba decidieron recortar la jornada por culpa de una violenta tormenta de arena. Apenas se distinguían las figuras a escasos metros de distancia en la playa de Al Sawadi, punto de salida. “Vaya locura, es impresionante”, comentaba el líder de la ronda, el valenciano Rafa Valls. Aun así, no quería que se suspendiera, una de las opciones que se barajó: “Aunque se hará dura con el viento y la arena, es lo que hay. Deseo defender el primer puesto”.
Entonces se pactó que el día redujera el kilometraje de 151,5 a 92,5. El circuito de Al Jamerat, con dos vueltas y cuatro ascensiones en un principio, iba a acoger tres giros y seis subidas al repecho de Bousher, 3,2 km al 6,8% de media. Pero al instante, cuando se comprobó sobre el terreno que las rachas de aire no amainaban, se acortó nuevamente el trazado: dos vueltas. A los omanís les recomendaron en la radio pública que permanecieran en sus casas.
El problema llegó en la bajada de esa cota, todavía con la etapa sin lanzar. “Hasta 15 tubulares reventaron por culpa de las altas temperaturas, que rondaban los 45 grados”, explicó Purito. El pelotón se paró debajo de un puente, a la sombra, y negoció con los organizadores un formato que contentara a ambos bandos. Los corredores no querían arriesgarse a subir y descender de ninguna manera. Cancellara, Purito, Valverde, Boonen, Pozzato, Nibali y Kreuziger, veteranos y con galones, ejercieron de cabecillas.
Eddy Merckx, como embajador del Tour de Omán, llegó a amenazar con que no habría carrera ni clasificaciones en este 2015 ni en 2016 si continuaba el plante: “En la Roubaix llueve sobre los adoquines y nadie denuncia su peligro”. Cancellara le rebatía: “No nos expondremos. Se puede neutralizar, supone demasiado riesgo con las ruedas que han quedado ya destrozadas”. Así que la dirección tragó con las exigencias. Desde debajo del puente, el grupo rodó hasta la meta. Un kilómetro escaso con Rafa Valls, el maillot rojo, en cabeza. Nadie acudió al podio. No se efectuaron controles antidopaje. Los equipos recogieron los bártulos... y al hotel.
“¿Y quién ha vencido?”, soltó Pozzato al cruzar la línea frente al Ministerio de Turismo. Si “por un día” los ciclistas se unieron “en favor de la seguridad”, como señaló Purito, gestos como el del italiano afean su postura. Salvo el BMC, con Van Garderen en segunda posición, a 9 segundos de Valls, el resto creyó que lo mejor era la cancelación. “Ni a nosotros nos interesa caernos, ni al Tour de Omán que nos ocurra nada”, esgrimía Purito. “El descenso estaba muy peligroso. Yo me encontraba en condiciones de competir, pero se tomó la mejor decisión para todos”, zanjó Valls, a una sola jornada de proclamarse campeón de la polémica edición de 2015.