Óscar Freire viajó a Madrid para la presentación de su libro biográfico: ‘Óscar Freire. El genio del arcoiris’, escrito por Juanma Muraday. El acto tuvo lugar en el Consejo Superior de Deportes (CSD) con la presencia de David Villaverde, director general del CSD. Retirado tras quince años de brillante carrera (tres títulos de campeón del mundo, tres Milán-San Remo…), a la hora de hacer balance, Freire se siento satisfecho: “He ganado mucho más de lo que había pensado”.

Una anécdota refleja dos de los aspectos de la personalidad de Freire. Viajó en avión desde Suiza y para llegar al CSD pilló el Metro. "Pregunté y me dijeron que lo más fácil era ir en el Metro", explicó. Es tricampeón del mundo, pero no ha dejado de ser un sencillo paisano de Cantabria. Y su proverbial despiste. Óscar se perdió en el kilómetro que dista la estación de Ciudad Universitaria al CSD y llegó algo tarde al acto.

Cuando apareció caminado con su pequeña maleta, unos veinte periodistas de distintos medios le aguardaban en la puerta. “No esperaba este recibimiento. En la Milán-San Remo no había ni una décima parte de los periodistas que hoy estáis aquí”.

Freire también se mostró agradecido por tener dedicado un libro. “Se escriben pocos libros de ciclismo en España y es gratificante estar en uno de ellos. Así el día de mañana mis hijos sabrán quien es su padre y no tendré que ser yo el pesado que se lo explique”, bromeó.

Freire sería un mito si hubiera nacido en Holanda, Bélgica, Francia o Italia. Está claro que en España no se le ha valorado como merece. Pero no se queja. “Los auténticos aficionados al ciclismo sí me han sabido valorar. Otros quizás no. Pero el deporte español está pasando por un momento extraordinario de éxitos en todos los deportes y, dentro de ellos, los del ciclismo no se han valorado mucho. Pero es lo que hay. Cada deporte tiene su importancia”.

Freire está convencido de que “el ciclismo español está viviendo el mejor momento de su historia”. “Hay mucho buenos corredores y ganan en todas las carreras, grandes vueltas, pequeñas, clásicas… El problema es que detrás de todos esos buenos ciclistas, no parece que haya jóvenes en condiciones de tomar el relevo a tan alto nivel. Quizás dentro de cuatro o cinco años se empiece a valorar lo que se está consiguiendo ahora. Ganar no es tan fácil como parece ahora”.

Y da por supuesto que poco a poco se irán olvidando de él. “El deporte en general es así. Los resultados quedan, no obstante. Y también quedan los momentos vividos. Yo me siento un privilegiado por hacer lo que quería y hacerlo bien. Económicamente no me puedo quejar y tampoco por la salud. No he tenido accidentes importantes”.

Pero aunque Óscar se siente feliz de haber elegido el ciclismo como profesión, parece que preferiría que sus hijos (Marcos y Mateo) no eligieran este deporte. “Lo veo desde el punto de vista de padre y me preocupa el peligro de la carretera. El ciclismo es uno de los deportes de más riesgos, tanto en competición como cuando entrenas. A mí muchas veces me han pasado coches a diez centímetros de la bicicleta. Una pequeña distancia que separa la vida de la muerte si se produce un pequeño imprevisto. Si alguno de mis hijos quiere ser ciclista, nadie lo podrá evitar. Pero yo preferiría que se dedicaran a otro deporte”.

¿Le ha quedado algo por ganar?, le preguntaron. “Siempre crees que podías haber ganado algo más. Ha habido Mundiales que gané y que no estaba tan bien y otros que iba perfecto y no vencí. Sí ha habido carreras que me he quedado con ganas de vencerlas. Quizás la que más, el Tour de Flandes. Hubo varias ediciones en las que llegué muy bien preparado y por diversas razones (molestias físicas, caídas…) se me escaparon. Y otras porque alguien marcó la diferencia. Tuve mis oportunidades y no las pude aprovechar”.

En todo caso, hay queda un brillante palmarés. El mejor clasicómano de la historia. Y no, no será fácil olvidarle. Cada vez que llegue una Milán-San Remo o un Mundial tendremos que seguir hablando de Óscar Freire. Es muy difícil que salga otro ciclista español que le supere.