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Ciclismo | Vuelta a España 2012

Mejor imposible

Contador fue coronado en la Vuelta más vibrante de la historia

<b>PODIO SOLEMNE. </b>Contador escucha el himno en el podio, escoltado por Valverde y Purito, en presencia de la alcaldesa Ana Botella y del presidente del CSD, Miguel Cardenal.
dani sánchez

En lo alto del podio, Alberto Contador hizo una reverencia hacia su izquierda, Purito, y después otra hacia la derecha, Valverde. Poco más tarde, con el micrófono en la mano, el campeón destacó que la carrera de sus adversarios (compañeros, amigos, colaboradores necesarios) había sido de quitarse el sombrero y sin terminar de hablar se descubrió la cabeza. Por último, los convocó al escalón más alto del podio y los agarró con verdadero afecto. Si el maillot rojo no dividió la Ensaladera en tres pedazos es porque el cristal de Sèvres tiene mal repartir. Así fue la Vuelta a España. Un magnífico espectáculo multiplicado por tres.

Para insistir en su condición de carrera imprevisible y emocionante, dos de los maillots se decidieron en el último sprint. El sexto puesto de Valverde (bueno hasta en las volatas) dejó a Purito sin los jerseys verde y blanco, de los puntos y la combinada, esos que ha lucido por los podios de media España y con indudable garbo. Por no hablar de las docenas de pilas que ha reciclado para cumplir con el patrocinador ecológico. Imaginen la crueldad.

En caso de que la amistad entre ambos no se resienta por esto (sumen lo ocurrido en Arrate y Fuente Dé), Purito merecerá el próximo Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y los Pelillos a la Mar. El resumen es que Joaquín Rodríguez sale de la Vuelta como Bogart de Casablanca: sin la chica, pero con la eterna admiración de los que estamos habituados a quedarnos sin ella.

Futuro.

Como suele ocurrir, la ceremonia del podio fue una mezcla de alegría y nostalgia. Y el asunto es mucho peor en la Vuelta, donde el fin de la carrera coincide con el fin del verano. Agotada la fiesta, es imposible no mirar hacia el futuro. Contador cumplirá 30 años el próximo 6 de diciembre y la pregunta inmediata es cómo será en la treintena. No hay quien lo diga, pero tal vez la Vuelta nos haya descubierto un nuevo tipo de corredor, menos pletórico y más listo, con más ventaja mental que física. Un campeón sufriente del que disfrutaremos más, si cabe.

Degenkolb fue el otro triunfador de la jornada y de la carrera. En Cibeles sumó su quinto triunfo, mérito considerable si pensamos que el trazado era contrario a los velocistas. Después de presentarnos a estrellas como Nibali o Froome, la Vuelta nos deja el nombre de un sprinter para una década.

La tarde también sirvió para despedir del ciclismo a David Moncoutié, al que se permitió circular en solitario por el centro de la ciudad. Su premio fue el aplauso general y el septiembre madrileño, incomparable. El hijo del cartero, alérgico a todo tipo de agujas y pócimas, se marcha con cuatro reinados de la montaña (uno menos que Laguía) y un heredero tan discreto como él: el australiano Clarke.

Aunque la tentación es grande, no diremos que fue bonito mientras duró, porque esta sensación durará mucho. La mejor Vuelta de siempre no debería olvidarse nunca.