Razones para soñar

Los días de descanso resultan agotadores. Sin ciclismo y con esa tristeza pre-otoñal que nos invade. Acostumbrados a las tardes con café y Purito, la jornada de asueto se nos hizo insoportable. La razón es que nos vimos obligados a reflexionar, ese ejercicio torturador. El primer pensamiento fue abstracto, aunque con rampas empinadas. La audiencia millonaria en televisión (ver página 30) demuestra que el ciclismo está vivo y la afición también. Ayudan los personajes carismáticos (Purito, Contador y Valverde lo son) y ayuda el recorrido, repleto de alicientes. Sumemos el paisaje y la tradición ciclista del norte de España. El resultado es una carrera espléndida a la que todavía faltan cinco días de emociones. Si llegaron hasta aquí, no vayan a rendirse ahora.

El reparto de entusiasmos también merece una consideración. Los seguidores de Purito y Contador (puretas y contadores, si me lo permiten) no reviven los legendarios enfrentamientos de loroñistas y bahamontistas. Al contrario. Participan de una sintonía que algunos ponen en duda entre Contador y Purito. Se dice que la etapa que el madrileño regaló a su excompañero Tiralongo en el Giro 2011, en perjuicio del catalán, aún no está olvidada. Habladurías, seguramente.

Puestos a hacer memoria, el día de descanso nos sirvió para recordar que Purito no se ha hecho ni estrella ni escalador de la noche a la mañana. A los 22 años ganó la Subida a Montjuïc y fue tercero en Urkiola; a los 24 se estrenó en la Vuelta con victoria en Pla de Beret. En 2009 fue séptimo en la general y en 2010 acabó cuarto. Lo de esta temporada ya se sabe: segundo en el Giro a 16 segundos del ganador.

Contra esa evolución se enfrenta Contador, al que sólo le queda la Bola del Mundo (el sábado) para asaltar el liderato. Su condición de mejor fondista es de lo poco que juega en su favor. También la experiencia. Lo demás es brujería: lluvia, abanicos, virus, pájaras.

Valverde, entretanto, va camino de confirmar su cuarto podio; tampoco es casualidad lo suyo. Pero no demos nada por seguro. Siempre es posible otra vuelta de tuerca. Y aún quedan cinco.