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Ciclismo | Vuelta a España | 15ª etapa

Piedra y Purito

Victoria del sevillano y defensa numantina del líder ante Contador

<b>DUELO DE COLOSOS. </b>Purito Rodríguez resistió los ataques de Alberto Contador en la ascensión a los Lagos de Covadonga que contó con numerosos aficionados.
dani sánchez

Hoy, de nuevo, habría que empezar por Purito. Ese ciclista con talento suficiente como para ganar la Vuelta a España y presentar la próxima ceremonia de los Oscar. El genio travieso, el monologuista con lycra, el líder que sonríe y hace sonreír. Sin embargo, hoy comenzaremos por Alberto Contador. Lo merece por su sentido del honor y del espectáculo. Por su combatividad y por dejarnos participar de su tormento. El campeón de todo se ha presentado en la Vuelta con poco que ganar y mucho que perder, sin kilómetros en las piernas, rodeado de avionetas en pleno vuelo.

Desde el primer instante hemos observado la desconexión entre sus piernas y su cabeza, su lucha por estar a la altura de su ambición, su tortura, su colección de ataques infructuosos. No es frecuente que una gran figura se ponga en forma con público en las cunetas, que conceda tanta ventaja. Si Contador lo ha hecho es porque el deseo de reivindicarse es más fuerte que el miedo al fracaso. También influye la expectativa de la afición. Hay estrellas tan conscientes de su responsabilidad que no firman autógrafos, extienden pagarés.

Lo fabuloso es que ese ciclista en debate con su cuerpo, ansioso y falto de punto, se encuentra a sólo 22 segundos del liderato. Así de bueno es. El corredor que ayer lanzó media docena de ataques en Lagos de Covadonga no es un meritorio, ni un obsesivo. Es un guerrero buscando rendijas, un animador de audiencias y un regalo para Purito; semejante enemigo multiplicará el valor de su victoria, caso de confirmarse.

El gran peligro para el líder, casi descartado Froome, es que un adversario como Contador no se conformará jamás con la calderilla del podio; otros sí lo harán. Después de probar con los métodos convencionales le queda la maniobra a gran escala, la que podría reventar a todos los aspirantes, incluido él mismo. Todo o nada.

La etapa de hoy se presenta como el lugar perfecto para un desembarco de ese tipo. Tres grandes puertos enlazados y un final terrible (es decir, maravilloso). La táctica está escrita y se llama sálvese quien pueda. El objetivo es quemarlo todo, hasta el pinganillo, jugársela a pecho a descubierto y con un puerto por delante.

Héroe.

De un modo muy similar se la jugó Antonio Piedra, ciclista sevillano del Caja Rural. Incluido en la fuga de diez (permitida y hasta jaleada), se marchó en las primeras rampas de los Lagos. Entonces nos enseñó qué significa tener clase: sufrir con elegancia. En lugar de aporrear la montaña, trepó por ella acariciándola, sentado como si estuviera cómodo, susurrándola, juntas las rodillas y apretados los dientes.

Ganó, naturalmente. Y vengó a todos los jornaleros sin suerte, desde el Huesitos hasta nuestros días. Su aventura puso final feliz a un millón de historias mal rematadas y anunció nuevas victorias de Piedra, demasiado bueno para continuar escondido.