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Ciclismo | Tour 2012 | 12ª etapa

Limpio y radiante

El arrepentido David Millar ganó en el Tour nueve años después

Tour de Francia o Imperio Británico. El ganador en Annonay fue un escocés nacido en Malta, David Millar; hasta allí fue enviado su padre, piloto de la RAF (más tarde compartirían vida en Hong Kong). El líder, Wiggins, es un británico nacido en Gante, hijo de una inglesa y de un pistard australiano que pasaba en Bélgica los inviernos. Su escudero, el fidelísimo Froome, nació en Nairobi y se formó en Sudáfrica; después de representar a Kenia en los Mundiales Sub 23 de 2006 y 2007, se hizo con el pasaporte británico.

Por cierto, ayer se cumplieron 45 años de la muerte del inglés Tom Simpson en el Mont Ventoux. No es exagerado afirmar que murió sobre la bicicleta: casi hubo que arrancarle los dedos del manillar. Así lo cuenta William Fotheringham en su magnífica reconstrucción de los hechos ("Put me back on my bike", 2003). Para Simpson fueron las primeras dedicatorias británicas en meta. Bonito gesto, aunque no deja de ser curioso que el primer fallecido oficial por dóping haya terminado por convertirse en mito.

El simbolismo de la victoria de David Millar (35 años) resulta casi mágico. No sólo gana un británico; también lo hace un arrepentido. En 2004 fue sancionado con dos años de suspensión tras declararse culpable de haber consumido EPO (nunca llegó a dar positivo). Cuando regresó al pelotón ya no era una estrella fulgurante (ganador de tres etapas del Tour: 2000, 2002 y 2003), sólo un buen ciclista limpio. Durante algún tiempo, su rendimiento en la contrarreloj marcó el límite de la sospecha: el especialista era superado de pronto por corredores sin pedigrí, membrillos hace dos años.

La reconversión de Millar y su valentía para denunciar y afrontar el problema del dopaje (se acaba de publicar su libro Pedaleando en la oscuridad) han hecho de él un ejemplo de reinserción. Muy poco seguido, esa es la lástima.

Por eso, descartado el navarro Egoi Martínez en los últimos kilómetros, el favorito de la gendarmería y las asociaciones de madres era David Millar. Y no falló a nadie. El halcón maltés superó al francés Péraud en el sprint final y demostró que otra vida es posible. No es mal mensaje en el día de recuerdo a Tom Simpson.

Bravos.

Su triunfo coronó además una etapa espléndida, en la que cada fugado hubiera merecido un león de peluche y un achuchón de las azafatas. Para obtener el permiso del pelotón necesitaron de un zafarrancho digno de la Batalla del Pacífico. Primero les persiguió el Sky, de natural celoso; después el equipo de Goss (nacido en Tasmania, otro exótico), aspirante al maillot verde. Hasta que Sagan no abandonó a los rebeldes no hubo paz.

La ascensión al Granier, segundo gran puerto de la jornada, nos descubrió la debilidad de Rolland y Pinot, héroes el día anterior. Entonces nos dio por pensar en el ciclismo humano, gratificante novedad. Después se nos apareció Tom Simpson y ya lo entendimos todo.