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Ciclismo | Tour 2012 | 11ª etapa

Froome es la clave

El francés Pierre Rolland ganó una etapa trepidante. Evans atacó a 64 kilómetros de la meta y pagó el esfuerzo en el último puerto. Nibali lo intentó varias veces, pero fue atrapado. Froome guió al líder y tuvo que ser frenado cuando quiso subir en solitario. Zubeldia sigue sexto.

Cedió Evans, Nibali acabó rendido y Wiggins consolidó su liderato. Rolland volvió a ganar una etapa reina y Zubeldia defendió su sexto puesto en la general. Sin embargo, el nombre es Froome. El escudero del líder es el ciclista más fuerte de la carrera. También el más desconcertante. Ayer, después de sofocar todas las rebeliones, demarró del grupo de favoritos a cuatro kilómetros de la cumbre con una consecuencia inmediata: su jefe se despatarró. Los gritos del director del Sky no hubieran necesitado de pinganillo. Froome se detuvo y volvió a tomar en brazos a Wiggins. Hasta que en la meta aceleró de nuevo y picó dos segundos al maillot amarillo.

Lo ocurrido está lejos de ser una anécdota y nos coloca ante una impepinable realidad: Froome es mejor que Wiggins. Incluso mejor persona, podríamos decir. Lo fue en la Vuelta y repite en el Tour. Las suposiciones de antes son certezas ahora. De no haberse frenado en La Toussuire, Froome hubiera pugnado por la victoria de etapa y por el liderato del Tour. De no haber perdido 1:25 en la primera etapa por culpa de una montonera, estaría a 40 segundos de Wiggins en la general. En ese caso la sumisión al jefe sería moralmente insostenible. Y esa situación no es muy diferente de la actual.

Las razones del ataque de Froome son un enigma. Lo único seguro es que estaba autorizado por Wiggins. Si el jefe fue generoso o irresponsable no se sabe, pero la maniobra nos descubrió una mínima fisura en el todopoderoso equipo Sky. La enseñanza es que si atacas con la rabia de cien mil cosacos, Wiggins puede acusar el cansancio y Froome enloquecer. Algo es algo.

Héroes.

La jornada, por lo demás, resultó formidable. Desde el inicio se sucedieron los ataques con mayoría de corredores de postín, Valverde entre ellos. Más que la típica escaramuza, recordó a La gran evasión. El momento culminante (el primero) llegó cuando Evans probó fortuna a 64 kilómetros de meta, el mundo por delante y Wiggins por detrás. No llegó muy lejos, pero el gesto le engrandece: el chuparruedas ha muerto, viva el campeón.

Nibali fue el otro héroe. Atacó por dos veces en la última montaña, reventó a Porte y alcanzó una ventaja de medio minuto. Froome flaqueó durante cinco o seis segundos y el líder experimentó por vez primera la sensación del viento contra la cara. Los favoritos se volvieron a reunir y la falta de oxígeno provocó la confusión posterior.

Entretanto, y con amplia cobertura de la TV francesa, Pierre Rolland, de 25 años, se apuntaba el triunfo. Lo del año pasado no fue casualidad: mejor joven, ganador en Alpe d'Huez y décimo en la general (ahora es noveno). El futuro del ciclismo francés (y probablemente mundial) es suyo, aunque tendrá compartirlo con Thibaut Pinot (22). El chico, vencedor en Porrentruy, llegó en segunda posición y ya es décimo en la general. Francia se ha cansado de poner la música; quiere bailar.