Ciclismo | Vuelta a España
Euskadi se echó a la calle para el feliz reencuentro
La familia de Antón se emocionó en línea de meta
Euskadi se acicaló tanto para el histórico momento que hasta cobró aspecto de Tour. Cuarenta grados, récord abrasador de este verano revuelto en el norte, caían a plomo pasadas las tres de la tarde, cuando la Vuelta atravesaba el puerto de Las Muñecas que separa Cantabria de Vizcaya, para borrar 33 años de ausencia. A partir de ahí, la afición vasca demostró por qué se considera la mejor del mundo cuando hay una bici por medio.
"Bilbao es la catedral del ciclismo", sonreía cerca de San Mamés, otro templo del deporte, pero en fútbol, uno de los miles de seguidores salpicados por el recorrido y ataviados con camisetas naranjas de Euskaltel. No se registró ningún incidente. A la entrada en suelo vasco esperaban cincuenta miembros de diversos colectivos abertzales con pancartas de protesta.
Antón pasó por Galdakao, su localidad natal, en pleno inicio de las fiestas patronales. La apoteosis popular llegó en el alto de El Vivero, rotulado por todas partes con nombres de ciclistas, sobre todo Fuji (el apodo de Antón) e Intxausti. Al paso del pelotón, la carretera abría una tupida cremallera de enfervorizados seguidores. Una estampa propia del Tour. Igor subió el duro puerto en volandas. Entre el hormiguero pudieron contactar visualmente con él sus amigos de la infancia.
El lehendakari vasco, Patxi López, asistió a los últimos kilómetros desde uno de los coches de la organización. "Todo ha ido con normalidad, como esperábamos. La afición vasca se merecía un regreso así".
En la meta, situada en la Gran Vía, en pleno corazón bilbaíno, el griterío se extendía hacia toda la ciudad. Allí, a pie de podio, aplaudían emocionados los primos de Antón; su hermana, Iratxe; y sus padres, Enrique y María Jesús. "No nos lo podemos creer", soltó emocionada su progenitora.