Vuelta a España | 11ª etapa
Un español de Francia
Moncoutié ganó en Manzaneda y Wiggins es el nuevo líder
David Moncoutié (Provins, 36 años) ganó ayer su cuarta etapa de la Vuelta en cuatro ediciones consecutivas. Podríamos afirmar que ya está en condiciones de recibir la nacionalidad española o de ingresar en el club de los Amigos de la Boina. Otros han hecho menos y se arrancan por bulerías. Es curioso. Pocos quieren tanto a España como los franceses que la quieren.
Moncoutié, vencedor en el Alto de Manzaneda, también persigue su cuarto reinado de la montaña (está a un solo punto del italiano Montaguti). De conseguirlo, empatará con Andrés Oliva y Chava Jiménez, y se quedará a un solo triunfo de José Luis Laguía, todos españoles, prácticamente como Moncoutié.
Su triunfo repitió el guión de tantas ocasiones. Primero se metió en la fuga buena y luego esperó al momento adecuado para atacar. Dos méritos en uno. Es fácil imaginar el desconsuelo de sus compañeros de escapada al advertir que el bueno de Moncoutié (bondadoso y talentoso) viajaba con ellos. Sus probabilidades eran todavía menores después de que el francés hubiera disparado al poste en Valdepeñas de Jaén, donde fue atrapado en el muro final. Tipos como él no fallan dos veces.
Y no falló. En las cuestas de Manzaneda se fue deshaciendo de sus rivales, casi todos ilustres y algunos muy resistentes. Intxausti, por ejemplo, hizo lo posible por esposarse a su tija, pero acabó por ceder. Como Paulinho o Luis León.
Ya en solitario, Moncoutié se sintió en su salsa, con esa placidez de los ciclistas que disfrutan de la bicicleta y los paisajes. Hombre comedido y bien peinado, en meta sólo se permitió una travesura: enseñó cuatro dedos por sus cuatro triunfos. Viva la vida loca.
Entretanto, por detrás del ganador, se libraba la batalla por la general. Froome, líder de prestado, tiraba del grupo de favoritos tragándose todo el viento de Galicia (soplaba de cara) y estrechamente vigilado por Wiggins. Así no hay revolución posible. Sky ha evitado el malentendido con disciplina militar. Señor, sí señor.
Agotado el soldado Froome, Wiggins tomó el relevo y disfrutó de una afición recién descubierta: jugar a Indurain. Se trata de avivar el ritmo a golpe de riñones y alcanzar una velocidad sostenida y extenuante. La idea es impedir que los escaladores conviertan los puertos en una sucesión de ataques explosivos. Y funciona. Nibali intentó moverse, pero no llegó muy lejos. Tampoco Martin, Mollema o Moreno. Sólo el fuego de Purito le permitió tomar unos metros de ventaja que en meta se tradujeron en siete segundos, escasísimo botín al estar ya repartidas las bonificaciones.
Error.
En eso se equivocó el director de Katusha. Con un ciclista como Purito y con su retraso en la general, no se puede despreciar ni un segundo de premio. Lo que ahora es ligera decepción sería emoción desbordada si Purito hubiera arañado ayer casi medio minuto.
Hubo damnificados, no obstante. Brajkovic perdió 16 segundos con el grupo de favoritos, mientras Froome, Fuglsang, Monfort, Scarponi, Menchov y Sastre cedieron 27. Antón se presentó a 11:41.
Hoy, Rías Bajas, Salnés y tierras del Ribeiro. Si quedan sprinters, que se presenten.