TOUR DE FRANCIA | ETAPA 21
Australia, capital París
Cadel Evans fue coronado y abre el Tour a un nuevo mercado
El hombre más duro del mundo agarra un peluche con una mano y un ramo de flores con la otra. El hombre más duro del mundo está al borde del llanto desconsolado, esquelético, escoltado por dos azafatas que le doblan en todas las tallas imaginables. Al hombre más duro del mundo se le ofrece, como premio, la ciudad más bella que existe. El regalo dura diez minutos, menos aún; el tiempo que dura un himno. Parece poco, pero es suficiente: no olviden que hubo quien declaró guerras para desfilar por esos campos.
Evans ganó el Tour y otra vez volvimos a emocionarnos. Desde el destierro que impone la derrota se observan mejor los matices del cuadro: los ojos vidriosos del vencedor, su gesto de campesino hambriento, el simbolismo de la victoria. Lo indica la historia: con el triunfo del primer australiano, el Tour se abrirá como se abrió en 1986, cuando Lemond se convirtió en el primer estadounidense en proclamarse campeón. De aquella siembra nació Armstrong, ustedes recordarán. De allí vienen los cuatro equipos con licencia USA que han participado en la presente edición. Uno de ellos, el Garmin, ha sido el mejor de la carrera.
Habrá desembarco aussie, por tanto: ya hay quien pide que el 24 de julio sea declarado fiesta nacional australiana. Y lo habrá, aunque menor medida, de las Antillas, pues de allí procede Yohann Gene, hasta ahora el primer ciclista negro que había participado en el Tour y desde ayer el primero en terminarlo (158º, a 3h 38:13). Caras nuevas, razas distintas. Hasta franceses nos esperan. El maillot blanco de Pierre Rolland y la pegajosa tenacidad de Thomas Voeckler sugieren la reconquista de la Galia.
Está claro: no hay mejor fertilizante que el deseo. El nuestro pasó de Bahamontes a Ocaña y de allí a Perico, tres victorias en 80 años de carrera. Desde entonces, la obsesión ha resultado imparable: diez triunfos en los últimos 20 años. Y no se detiene. Las audiencias demuestran que a los españoles nos fascina esta aventura, incluso en la derrota. Y esta derrota será recordada porque no lo pareció.
Es muy probable que Contador reciba desde ahora el cariño que se concede a los campeones humanos, los que caen y saben levantarse, dignos, sacudiéndose el polvo del desierto. La buena noticia es que se ha terminado la era de los inmortales. A menos robots, menos sospechas.
Voraz.
Ayer, como cierre del espectáculo, Cavendish sumó su quinta etapa, estropeando el emotivo final que hubiera supuesto la victoria del noruego Boasson Hagen. Se le perdona la voracidad, qué remedio, aunque no merecen tantos indultos los ciclistas repescados.
En fin, quién sabe. Tal vez la victoria de Evans sea mucho más que un guiño a los treintañeros y a los amantes fieles. Aunque eso, bien pensado, ya sería bastante.