Ciclismo | Tour de Francia 2011 | 11ª etapa
Se avecina tormenta
Cavendish ganó en la previa de unos Pirineos que llegan con lluvia
Tras muchos percances por fin llega la montaña! Mi rodilla ya responde mejor. Gracias a todos por vuestro apoyo". Este es el mensaje que dejó ayer Alberto Contador en Twitter a las 21:00. No parece el comentario de un ciclista con miedo, ni siquiera el de uno precavido. Nadie con dudas hubiera escrito esa primera frase y mucho menos la hubiera cerrado con una exclamación. La conclusión es que Contador está preparado para la tormenta que se avecina. Jarros de agua y lluvia de ataques. Temperaturas por debajo de los diez grados en lo alto de los puertos y asfalto con brea en los descensos. En condiciones similares ganó Perico en 1985, entre la niebla, después de un ataque coordinado del Seat Orbea y un último relevo de Peio Ruiz Cabestany. Qué tiempos aquellos cuando nos dábamos por satisfechos con ganar una etapa en alto, con marchar entre los diez primeros, con salir en la tele.
Esa fue la primera victoria española en una montaña amiga, que ya registra con cuatro vencedores de nuestro país en siete finales del Tour: Delgado (1985), Cubino (1988), Indurain (1990) y Laiseka (2001). Canela fina.
Hasta allí llegarán los favoritos después de ascender el temible Tourmalet, cumbre que hará la primera criba y que René Pellos (el gran caricaturista del ciclismo, no se pierdan Le Meilleur du Tour de France, editorial Vents d' Ouest) dibujaba como un monstruo enfurecido que amenazaba a los corredores con un gran mazo.
Ayer, gran parte del interés de la jornada consistió en imaginar la táctica de hoy: quién atacará antes, quién está obligado a hacerlo, cómo responderán los otros, a quién reventará la primera gran etapa; siempre cae alguien, y con estrépito. Sí, cada especialidad tiene su encanto (sobre todo si te llamas Cavendish), pero no hay incertidumbre como la que presenta la montaña, la guerra en cámara lenta.
Así es, ayer volvió a ganar Cavendish, 18 triunfos en el Tour y 74 victorias en su carrera. Culminó el trabajo de su equipo bajo el diluvio y colocó al animoso Greipel en el lugar que le corresponde, el segundo puesto. La victoria, además, le sirvió para hacerse con el maillot verde, jersey que premia desde 1953 al corredor más regular y que tiene ese color por estar patrocinado, en origen, por una empresa de cortadoras de césped. Por cierto, el irreductible Rojas sigue al acecho de las cortadoras.
Fuga.
La jornada contó, como es habitual, con una escapada de incorregibles soñadores. Entre ellos se encontraban el español Rubén Pérez (Euskaltel) y el francés Delage, que ya acumula más de 500 kilómetros en fuga. Se bebieron toda la lluvia de Aquitania y el último superviviente de los rebeldes, Lars Boom, fue atrapado a dos kilómetros de la meta.
No hay derecho, pensarán algunos. Pero hay montañas. Y no es mal consuelo.