Ciclismo | Tour de Francia
Del llano a la montaña
Nuevas víctimas camino de los puertos. Ayer ganó Cavendish.
Bendición, termina el llano. De continuar con estas etapas nos quedaríamos sin favoritos y el Tour lo ganaría Hushovd, dios noruego con la sonrisa de Shrek. No exagero (no demasiado). La relación de candidatos está repleta de tachones en rojo. Ya están descartados Brajkovic y Wiggins, retirados por caídas. Leipheimer está ya en la general a 4:29, y Horner, a 12:59. Contador corre magullado, como Gesink, y además ligeramente retrasado. Todos ellos, y otros más, han sido víctimas del infortunio, de los nervios de un pelotón tan extenso que tendría que circular por un desierto para evitar montoneras.
Desde hoy será distinto. En la jornada que nos lleva a Super Besse Sancy (nombre algo pretencioso para un puerto de tercera) se activa la selección natural. Los protagonistas se distinguirán de los secundarios y los esforzados sin nombre quedarán reducidos al papel anecdótico de los tenebreux, aquellos ciclistas aficionados que en los años 20 terminaban las etapas en plena noche, muchas veces con el control cerrado.
Desde hoy, quienes caigan tendrán el honor de despeñarse por un bello barranco o, al menos, de ser los únicos accidentados de la jornada, sabrosos minutos de publicidad a precio de clavícula rota. Otra cosa, en definitiva. Igual de dolorosa, pero más heroica.
Ayer, para cerrar la única semana que siempre se hace larga, disfrutamos del segundo triunfo al sprint de Mark Cavendish (17 victorias en el Tour, 73 en el total de su carrera, ¡26 años!). Observado el fabuloso esfuerzo de su equipo, arrebatarle la victoria hubiera sido poco menos que una inmoralidad. HTC trabajó a destajo, a conciencia, hasta el punto de anular el suspense: Cavendish o Cavendish. Y, naturalmente, ganó Cavendish.
Diez negritos.Antes de eso no hubo etapa, sino Diez negritos. Al igual que en la novela de Agatha Christie, la intriga consistía en saber quién sería el siguiente en quedar eliminado. Primero fue Boonen, maltrecho por una caída el miércoles. Al rato se cayó Rigoberto Urán, aunque logró reponerse. Después, Popovych y Kreuziger, también supervivientes. Hasta que rodó otro negrito, Wiggins, impecable de aspecto, fibroso y reluciente, pero con la clavícula izquierda hecha trizas.
La caída implicó a varios ciclista y partió el pelotón en varios grupos. Por delante, HTC y a su rebufo el primer mundo, el afortunado. Por detrás, la totalidad del Sky: Boasson Hagen, Thomas, Flecha, Urán, Gerrans, Zandio... En 24 horas, el equipo británico pasaba de la alegría desbordante al luto riguroso. Malos tiempos para el imperio Murdoch.
La escapada del día fue devorada a 12 kilómetros de la meta; Pablo Urtasun (Euskaltel) fue el representante español en la fuga. Al minuto pinchó Leipheimer, en plena montaña rusa y con el pelotón lanzado. Lo que quedó fue ocupado casi totalmente por la exhibición del HTC. Casi, digo. José Joaquín Rojas terminó noveno y recuperó el maillot verde de la regularidad. Y hoy no se espera a Cavendish. Porque hoy, bendición del cielo, llega la montaña.