Ciclismo | Tour de Francia 2011 | 4ª etapa
¡Por un tubular!
Cadel Evans superó por centímetros a Contador y ganó la etapa
Observado el sprint por televisión, a uno le queda la sensación de que si lo ofrecieran más veces repetido acabaría ganando Alberto Contador. Es una certeza casi matemática, algo así como una decantación geológica: todo el mundo sabe que una cueva con goteras acabará sembrada de estalactitas (o estalagmitas), lo que falta es paciencia para confirmarlo (4.000 o 5.000 años). De manera que habrá que dar por ganador a Cadel Evans, ciclista que, por cierto, vive la gloriosa madurez de Cary Grant.
Diremos que Contador hizo cuanto pudo, aunque es posible que lo hiciera tarde. Por hacer, hasta levantó el brazo derecho, o quizá que el brazo se le levantara solo, independiente, ajeno a la versión oficial que dictaban los sentidos. Nunca sabremos si la extremidad rebelde se alzó para celebrar el triunfo o para lanzar un puñetazo al aire. Finalmente, se quedó a medio camino, disimulando el fracaso o el rubor.
Las crónicas recordarán que Contador perdió la etapa por un tubular, pero el frescor del momento nos indica que el problema fue otro y anterior: se decidió tarde. Su objetivo no fue otro, al menos hasta los últimos cien metros, que sacar ventaja a sus más insignes rivales. Por eso atacó el primero y por eso continuó dando tirones, más atento a lo que sucedía por detrás, y a quien se descolgaba, que preocupado por la proximidad de la meta. Sólo al rebufo de Evans y con la pancarta a tiro de piedra entendió que podía vencer. Y entonces lo intentó con verdadero ansia, aunque ya había malgastado la décima decisiva. Con un metro más de etapa hubiera sido el ganador, con medio metro, tal vez, con la mitad de eso. Lástima que las abuelas no tengan ruedas para correr con ellas el Tour de Francia.
Rédito.
Tampoco conviene pecar de avariciosos. Aun sin etapa, Contador ganó mucho. Demostró, para empezar, que está bien, que nada le duele y nada le aflige. Esa, y no otra, es la primera condición para aspirar a todo y que el resto del mundo tiemble. Además sacó ventajas que valen más como símbolo que como botín. Andy Schleck, su principal opositor, cedió ocho segundos que nublan su mundo feliz. Wiggins entregó seis, como Basso. Y en el tiempo de Andy llegaron también Horner, Cunego, Kreuziger, Gesink y Leipheimer. Veremos quién ríe ahora.
Y lo que sirve para Contador también se adapta a Samuel Sánchez, que cruzó la meta octavo, integrado en el grupo de cabeza. Si Samuel está fino, si tiene ganas, el tiempo que lleva perdido es una anécdota, por no decir un aliciente. Entre los españoles, la cruz fue para David Arroyo, que se dejó un jirón de piel: 8:13.
Excluidos los nuestros y los favoritos, Gilbert fue la decepción de la jornada, obsesionado con el marcaje a Van den Broeck, que además es su compañero de equipo. La otra victoria, la moral, correspondió a Hushovd, que resistió el empellón y conserva el maillot amarillo, ya hasta el próximo sábado, seguramente, cuando el brazo diestro de Contador querrá salir a pasear.