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Vuelta a España | 13ª etapa

Cavendish vuela

Entró en meta dando un brinco y los jueces le dieron un aviso

<b>POR EL AIRE. </b>Mark Cavendish celebró su victoria en Burgos dando un salto con su bicicleta, ante la mirada de Hushovd, Cardoso y Bennati.
JESÚS RUBIO

El caballito de Cavendish al cruzar la meta será lo más recordado de la etapa de ayer. Para algunos fue un gesto espontáneo, señal de la ambición de un ciclista que acumula 66 victorias y que ya podría atravesar estas puertas limándose las uñas. Para otros, incluido el jurado, fue un movimiento extravagante que puso en riesgo a otros ciclistas y que merece una advertencia, paso previo a la sanción.

El recelo que despertó la celebración de Cavendish sólo se puede entender (y cuesta) si repasamos su historial de sprints polémicos, el último en la Vuelta a Suiza, cuando provocó una aparatosa montonera al embestir a un rival. Tampoco se le perdonan sus actitudes arrogantes, como los cortes de manga que dedicó a la prensa en el pasado Tour de Romandía, también sobre la línea de meta. Todo eso y la queja de algún derrotado fueron suficiente para que los jueces hicieran uso, con solemne gravedad, de la autoridad que les ha sido conferida: prohibido el salto de la rana.

El discutible sprint culminó la última etapa plácida antes de las montañas cantábricas. Desde hoy los velocistas volverán al vagón de cola, a la espera, quienes resistan, de las tres etapas que aún concederá la carrera a los sprinters (Salamanca, Toledo y Madrid).

Al margen de la volata final, la etapa se disputó bajo la permanente amenaza de un abanico que iba a estar provocado, según apuntaba una mayoría, por el Caisse d'Epargne. Se desconoce quién fue el primero en sospechar del equipo de Unzué, pero la advertencia hizo girar los focos hacia sus corredores. Y la visión fue reveladora. Ocultos entre la maleza, Bruseghin, Plaza y Urán, tres notables contrarrelojistas, ocupan los lugares sexto, séptimo y octavo de la general, con una desventaja de apenas dos minutos. Sugiero que, desde ahora, les acompañe una cámara.

Amagos.

Finalmente, no hubo abanico, aunque no fue por falta de ganas. En más de una ocasión el pelotón se afiló invocando al viento lateral, pero no bastó eso para desatar la tormenta. Sólo sirvió para recortar a dentelladas la diferencia con los cinco escapados: Cheula (italiano del Footon), Mori (italiano del Lampre), Davis (sprinter desesperado), Kaisen (belga de 1,95) y Terpstra (campeón de Holanda pese a no correr en el Rabobank). A cuatro kilómetros de meta el quinteto rebelde fue engullido por la jauría.

El resto del recorrido se hizo a velocidad de motocicleta (125cc) y estoy por suponer que, en situaciones de pelotón lanzado, hay ciclistas que obtienen un cierto placer en asomar el bigote por la cabeza del grupo para darle impulso. Ese minuto de gloria.

Claro que puestos a reseñar los bigotes metafóricos hay que hacer mención al mostacho real de Zabriskie, que ya supera el centenar de seguidores en Facebook y amenaza con crear tendencia. Desde el ochentero look de Urs Freuler (diez veces campeón mundial en pista y seis etapas del Giro) no se recuerda un bigote tan frondoso y sensacional, con permiso de Jaime Mir.