Ciclismo | Vuelta 2010 | 12ª etapa
Surgió Cavendish
Su compañero Matthew Goss le sirvió el triunfo en bandeja
Por fin ganó Cavendish. Su triunfo era tan esperado que en el resto de llegadas masivas estuvimos tan interesados en el vencedor como en las desventuras del británico, en segundo plano desde que estrenó el maillot rojo de la Vuelta . En cada una de esas etapas que parecían suyas y fueron de otro responsabilizamos a su equipo de la derrota. Cavendish no es hombre que pueda ser abandonado a su suerte en la recta de meta. Es el rey de los 50 últimos metros, pero hasta allí deben llevarlo acunado y con el chupete en su sitio. Así le condujo ayer Matthew Harley Goss, joven de 23 años nacido en Tasmania y que nos pondrá en bandeja el apodo cuando decida independizarse.
Si nos centramos en el sprint es porque, por un día, no hubo grandes peripecias que contar. Ni atacó Purito, ni reaccionó Antón, ni se escapó Gilbert. Tampoco hubo nuevos corredores expulsados por sus escarceos nocturnos, costumbre que prueba que el ciclista se iguala en debilidades con el común de los mortales, pero se distingue por su asombrosa capacidad para recuperarse de los excesos. No se conocen muchos trasnochadores que al día siguiente se metan 200 kilómetros entre pecho y espalda.
En la jornada, muy similar al resto de llegadas masivas, no faltó la escapada del día, si bien en esta ocasión a los fugados no se les permitió ni soñar. Jamás pasaron de los tres minutos de ventaja, controlados por los hombres del líder, por los equipos de velocistas y hasta por el Footon.
Sin embargo, en esa fuga había algo decisivo para el desenlace de la etapa. Entre los nueve ciclistas escapados (tres del Xacobeo) se coló un compañero de Cavendish, el danés Bak, ganador del Tour del Porvenir en 2005. Su mera presencia liberó al Columbia del trabajo en el pelotón y permitió a sus lanzadores guardar fuerzas.
Liviano Antón.
La rebelión fue sofocada a 20 km de meta y a partir de entonces el gran grupo, azotado por el viento lateral, vivió bajo la amenaza de un abanico. Nunca hasta entonces nos había parecido tan liviano Igor Antón. El líder estaba protegido por los suyos, cierto es, pero cualquier movimiento daba la impresión de ponerle en riesgo, como una hoja en una tormenta. Debió resoplar al entrar en Lleida.
A partir de ese instante fue el turno de los velocistas y sus escuderos. Sigue siendo una asignatura pendiente de las transmisiones televisivas reflejar toda la emoción de las llegadas, tal y como la sienten los protagonistas. Me consta que la organización está sobre el asunto, y cuando lo resuelva, apuesto a que no volveremos a despreciar un sprint.
Para disfrutar del de ayer no hicieron falta sofisticados sistemas tecnológicos. Todo ocurrió en una última curva de 90 grados, a 300 metros de la pancarta. No sé decir si Cavendish y Goss fueron los más rápidos o los más locos, pero la realidad es que el resto frenaron y ellos apenas lo hicieron. La consecuencia es que Goss depositó a su compañero en meta como quien entrega unas flores. Cómplices, amigos y residentes donde toque.