Ciclismo | Vuelta 2010 | 9ª etapa
Sólo para valientes
David López ganó una etapa durísima; Purito volvió a atacar
Y sólo ha pasado la primera semana. Tal vez esa sea la reflexión más trascendente que nos ha dejado la Vuelta después de una durísima etapa, la novena de competición. Los ciclistas acusan el esfuerzo, pero nadie cede. Al contrario, se comportan como si en cada jornada se disputara la jornada final, la que lo decide todo. Vean a Purito, por ejemplo. Ayer lo volvió a intentar en un terreno imposible, en la recta de meta, con Igor pegado a su rueda. En esas condiciones, un segundo es una quimera.
Es muy posible que a Purito el entusiasmo se le esté confundiendo con la ansiedad. Hoy, que es día de descanso, debería meditar al respecto. Está en posición de ganar la Vuelta y se comporta como un ciclista que sólo aspira al maillot rojo. Eso eran otros tiempos, Rodríguez. Ahora la carrera exige a los favoritos un plan y algunas picardías. Aguardar, observar, esperar el momento. Cuenta Tim Krabbé en su libro El ciclista que el buen corredor acaba con el plato del enemigo antes de comenzar con el suyo. A eso me refiero.
Igor, entretanto, se comporta como un veterano. Suele suceder con aquellos que interrumpieron su progresión por algún accidente. Siguen madurando en soledad. Así se maneja Antón y sospecho que cada día crecerá un poco más; también lo hará su equipo, algo perezoso en el arranque. La etapa de ayer, no obstante, no se mide en referencias de favoritos. Su efecto es indudable, pero invisible. Estamos hablando de un cansancio que se agarra a las piernas de los ciclistas, a su moral. Para finalizar la temporada, los corredores se encuentran con un recorrido endiablado y un calor asfixiante; hay que ser muy fuerte para no rendirse, para no dejarse vencer por el libro de ruta. Todavía faltan dos semanas, las más duras.
Héroes.
Si la etapa atacó a todos por igual, hubo catorce ciclistas que la sufrieron especialmente, los escapados del día, gente de talento porque el trazado se reservaba el derecho de admisión.
Entre ellos no podía faltar Moncoutié. Lograda la victoria de etapa, la segunda parte de su plan es filtrarse en escapadas que consoliden su reinado de la Montaña. Y en el camino de la consolidación no desprecia nuevos triunfos.
Junto a él se fugaron ciclistas como Kreuziger, Egoi, Barredo, Rabuñal, Pujol o David López. A todos se les recuerda una valentía. Fue ante esa igualdad en el esfuerzo cuando la etapa eligió al ciclista más inteligente, al más templado, al que dedicó más tiempo a observar, al que comió de otros platos antes de comenzar con el suyo. David López.
Su ataque fue un ejemplo de táctica y determinación. Moncoutié intentó resistir su ritmo, pero acabó por tirar la toalla. Otros le siguieron de cerca y hasta divisaron su figura en curvas y contracurvas. Nada que hacer. Era el día de quien se ha pasado ocho temporadas viendo cómo ganaban los demás. Un ciclista experto, completo y sufrido. Un tipo que habitaba en el limbo que se abre entre los campeones y los demás. Habitaba, digo. Desde ayer, vive entre nubes.