Ciclismo | Vuelta a España
Campeón con retraso
Desde que fue 3º en 2003, de Valverde se esperaban triunfos así.
El último día de la Vuelta repitió las pautas habituales: homenaje al campeón, reconocimiento a los supervivientes y promoción de la ciudad. Todo ello, como siempre, rodeado de un ambiente festivo, porque festiva era la jornada y porque cada vez que termina una gran carrera los ciclistas son como soldados celebrando el armisticio.
Sin embargo, en esta ocasión queda una sensación extraña de la que no participarán, me temo, los integrantes de la caravana ciclista. Ellos, como protagonistas de la aventura, disfrutan del privilegio del escenario y la primera fila, pero, en cambio, carecen de la perspectiva del gallinero. Y la impresión es agridulce desde los asientos altos.
Por un lado, nos felicitamos porque ha ganado un español y porque otro fue digno subcampeón. También, como sucede en cada epílogo, compartimos la plenitud del viajero que ha disfrutado de mil paisajes y otras tantas peripecias. Se podría resumir diciendo que nos gusta el ciclismo, su novela de tres semanas.
No obstante, no podemos pasar por alto que el ganador, Alejandro Valverde, está proscrito en Italia por ser sospechoso de dopaje y que por esa razón no disputó el Tour, que este año cruzaba la frontera italiana. No es posible obviar ese dato (no lo hacen en el resto de Europa, ni tampoco el COI), como no deberíamos ignorar la mancha que arrastra Valverde desde su implicación, aún no aclarada, en la Operación Puerto.
El gran campeón que se anunciaba hace seis años, cuando fue tercero en la Vuelta 2003, ha sufrido un retraso que se conecta directamente con esos asuntos de los que nadie quiere hablar. Como si el problema estuviera superado o no hubiera existido nunca. Como si en esta Vuelta no se hubiera colado un médico sospechoso, o como si no hubiéramos sabido, durante la carrera, del positivo de otros ciclistas españoles.
Problema.
Aunque buscamos soluciones en el recorrido, es la pérdida de credibilidad la razón por la que el ciclismo ya no despierta la pasión de antaño. Y el problema se advierte bien desde el gallinero y muy mal desde la primera fila.
Si añadimos el triunfo del ciclismo-control ya tenemos el cuadro completo. La triste conclusión es que se gana más tiempo en las bonificaciones que en las montañas y que, sin que importen los puertos precedentes, nadie ataca hasta los tres últimos kilómetros.
Mi homenaje para quienes ganaron o lo intentaron. A unos los espero en el Tour (especialmente a Samuel) y a otros les deseo más suerte. A los supervivientes sólo les diré una cosa: bienvenidos al club.