Farrar se consagra

Mientras los ciclistas españoles conservan, en muchos casos, apellidos silvestres que evocan apodos de bandoleros (Ramírez Abeja, Sánchez Pimienta), entre los corredores extranjeros son frecuentes los nombres de agentes secretos, de Tom Boonen a Tyler Farrar, todos ellos al servicio de su majestad, en este caso, la reina victoria.

Ayer venció Farrar, que se hace pasar por hijo de un cirujano y que luce en su brazo izquierdo un tatuaje en el que se puede leer (quien conozca el sánscrito) "paz interior".

Su triunfo no fue una anécdota, sino que sirve para la presentación mundial del muchacho de Wenatchee (estado de Washington), que ayer logró el más importante de sus éxitos y se confirmó como la gran esperanza americana para las llegadas masivas. Aunque nosotros no lo habíamos advertido, la última vez que un estadounidense ganó un sprint del Tour fue en 1987 (Davis Phinney), tardanza que allí les tiene algo inquietos.

Que fue un sprint atípico lo demuestra el segundo puesto de Gilbert y el tercero de Marcato, y la razón hay que encontrarla en el alto del Campo de San Juan, que cuando no cribó a los velocistas (Boonen) los dejó maltrechos (Greipel). Freire, que perdía 20 segundos en la cima, consiguió enlazar no sin esfuerzo. Después le asaltaron los problemas habituales. Su equipo se dispersa y no culmina. Primero no evitó la llegada por detrás de otros sprinters y más tarde, cuando tocaba el lanzamiento final, Boom abandonó a Freire demasiado lejos de meta. Al final, el santo Job acabó noveno.

Antes de llegar al desenlace habitual se registraron no pocas aventuras. La principal concentró a varios de nuestros héroes de cabecera. A saber: Txurruka, De la Fuente y Hoogerland, última incorporación. La devoción que despiertan no se fundamenta en los triunfos que consiguen, lo que resultaría muy poco original, sino en las veces que lo intentan, en su absoluta negación de la derrota y en su desprecio hacia la palabra rendición y derivados.

No hablamos de ciclistas tocados por la varita de los dioses. Se trata de luchadores constantes que suplen con amor propio los caballos que faltan a sus motores. Y en esas condiciones, resulta una delicia verlos competir. Txurruka y De la Fuente prefieren el Tour (prueba de su ambición), pero también han decidido mostrarse en la Vuelta. Hoogerland está siendo un descubrimiento. Tiene 26 años y sus ataques constantes no le han alejado de los primeros puestos de la general (a 4:44). Por ese motivo la fuga estuvo siempre vigilada, porque nadie sabe hasta dónde puede llegar este tipo y prefieren no saberlo.

La escapada se formó subiendo Collado Bermejo, después de un sinfín de escaramuzas. No es fácil tomar el tren adecuado. Amets inició las operaciones, le siguió Hoogerland y tanto David de la Fuente como Moncoutie se embarcaron en pos de la montaña. El francés ganó la batalla. Por ahora.

Cazados.

Fueron atrapados, como casi siempre, pero queda la proeza y el desafío. Entre las maniobras de caza destacó la presencia permanente del Liquigas, que ha tomado el mando de la carrera, por encima incluso del Caisse d'Epargne. El hecho hace pensar que Basso se siente jefe y favorito, impresión que ratificaremos muy pronto.

En resumen. Ganó Farrar, discípulo de Noel Dejonckheere (ex velocista del Teka), y el pelotón cruzó la meta quebrado y exhausto. Hoy vendrá bien el día de descanso para recuperar ánimos y alientos. Queda un mundo y tiene la silueta de un serrucho.

Un perro cruzó la línea de meta

Segundos antes de que se produjera el sprint en Caravaca, un perro cruzó de lado a lado por la línea de meta. Un policía actuó con rapidez para atrapar al can y que no se produjera ningún accidente con los ciclistas, coches o motos de la carrera.