600.000 personas, en laruta del Tour por Cataluña

Girona dobló su población (pasó de 94.000 a 180.000 habitantes), Lloret de Mar consiguió que todos sus turistas cambiasen la arena de la playa por el asfalto de la carretera, Granollers vio cómo los trabajadores del AVE se ausentaron de sus faenas durante unos minutos, Badalona salió a la calle sin que su querida Penya (inquieta ahora con el caso Ricky Rubio) lograse un éxito y Barcelona desafió a la lluvia con sus cartulinas amarillas al viento. Esa es la magia que desprende la caravana del Tour, una carrera que a su paso es capaz de movilizar en un día lo que otras disciplinas son incapaces de hacer durante todo el año.

A lo largo de los 181 kilómetros del recorrido, cerca de 600.000 aficionados (casi un 10 por ciento de la población de Cataluña) esperaron ilusionados el paso de los ciclistas. Cámaras fotográficas, videocámaras y móviles... Todos querían inmortalizar un momento único en sus vidas, algo que no pudieron hacer en su día los aficionados que presenciaron la entrada del Tour en Barcelona en 1965. Según el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, no tendrán que sucederse tantas generaciones para ver otra vez la carrera francesa pasar por la ciudad condal: "Fue una gran fiesta. Esta ciudad ha demostrado que se vuelca con el deporte. Con la lluvia que ha caído y la respuesta de la gente, sólo podemos quedar encantados con los barceloneses. No habrá que esperar tantos años para volver a vivir este momento".

Los aficionados se quedaron con ganas. "Llevamos horas esperando y en pocos minutos se ha terminado", comentó uno. Pero nadie perdió el buen humor: "Armstrong, estate al loro", rezaba una pancarta. "Contador, no estás solo", decía otra. Los corredores pudieron leer un sinfín de mensajes y símbolos durante la carrera. Cada una de las 600.000 personas guardaban una historia diferente, pero con lo de ayer ya tendrán algo en común: son la Cataluña del Siglo XXI, que ya ha visto el show Tour.