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El reportaje | Encuentro con el gran ciclista catalán

"Fue en el Giro: mi coche se quedó sin agua y yo, sin rueda"

FOTOS CON LEYENDA. La imagen describe la desesperación de un ciclista escapado cuyas ilusiones de victoria se esfuman a tres kilómetros de la meta. Miguel Poblet ganó veintidós etapas en el Giro de Italia. Hubiesen sido veintitrés sin el pinchazo que nos dejó este momento.

Tomás Guasch
El ex ciclista, Miguel Poblet

Fue en los Dolomitas, carretera de tierra. Miguel Poblet, 80 años y memoria de elefante, recuerda todos los detalles. "Faltaban tres kilómetros para meta y el coche de mi equipo se quedó sin agua. El conductor vio una fuente junto a la carretera y se paró. Pensaron que con lo poco que quedaba de etapa yo no tendría ningún problema, pero pinché. Iba a ganar la etapa, además. Total, que me desesperé gritando y la foto que me hizo el abuelo Alguersuari (patrón de la saga y abuelo de Jaime, el prometedor piloto de coches) refleja el nerviosismo del momento. Levanto la rueda y les grito que es la trasera, pues con el lío que se había montado igual se presentaban con la delantera Total, que no gané y pasé de segundo a cuarto de la clasificación de aquel Giro del 58. Fue como si hoy Alonso pierde una carrera porque se queda sin gasolina en la última vuelta"

¿Poblet escapado en una etapa dolomítica? ¿Pero él no fue un velocista? "En realidad fui un mediofondista al estilo de Alejandro Valverde. Lo prueba que fue tres veces campeón de España de montaña y otras tres o cuatro de Cataluña. En la España de mi época no había velocistas. En 1948 nos invitaron a una serie de carreras por Suiza y cuando llegaron las llanas me asusté: aquí no rascaremos bola, pensé. Gané una prueba en Neuchatel y me picó la curiosidad. Me informé de que en Niza se realizaban unas concentraciones en las que se trabajaba la velocidad. El gran Fausto Coppi nunca faltaba. Me apunté y compartí entrenamientos con italianos, franceses, belgas... Y es cierto que les ganaba más de una vez el sprint. Un día, Proietti, el director del equipo de Ercole Baldini, me sorprendió: 'Tú eres muy rápido, Miguel', me dijo. Decidió enseñarme la asignatura y me convenció de que tenía posibilidades. Ahí empezó todo".

En Barcelona no había velódromo, que hubiese sido el lugar ideal para un aspirante a sprinter. "Teníamos uno desmontable hasta que instalaron uno permanente en el Canódromo Pabellón", explica Poblet. Entonces corría para el Espanyol, que tenía sección ciclista. "Cuando gané mi primera etapa en el Tour y fui líder de la carrera, era españolista. Yo soy del Espanyol y del Barça y simpatizo con el Real Madrid", nos sorprende. "Sí, desde los tiempos de Raimundo Saporta, que era un buen aficionado al ciclismo, nunca me ha faltado la felicitación del Madrid el día de mi santo y otros detalles. Es que yo corrí mucho en el viejo Palacio de los Deportes y en Madrid me querían mucho...".

La velocidad tiene su ciencia explica Poblet: "Hay que tener buen ojo en la carretera y saber si llegarás con posibilidades reales de victoria cuando demarras, debes conocer tu metraje: si te pillan en los últimos metros el esfuerzo no ha valido de nada".

Van Looy y cía.

Los mejores en su época eran los belgas Rik Van Stenbergen y Rik Van Looy, el francés André Darrigade Con ellos se las tuvo tiesas Poblet, uno de los primeros ciclistas que entendió la necesidad de dosificarse. "Me dieron mucha caña porque si veía que no iba a ganar la carrera me retiraba. Lo hacía porque quería ganar siempre y si no podía en una carrera, pensaba en la siguiente. Ahora lo hace todo el mundo y nadie discute esa estrategia".

Y con un material que nada tiene que ver con el de entonces. "En el Giro, el maillot era de lana. Te echaban un cubo de agua para refrescarte y te metían cinco kilos encima. Hoy se corre con veinte velocidades, antes con diez o doce, no hay comparación posible". Tampoco en el dinero. "Acabando los 40 mi contrato era de dos mil pesetas al mes más los premios. Ganar una carrera reportaba cien mil, pero como repartías el premio con el equipo te llevabas el diez por ciento. Y el material iba a nuestro cargo: un tubular bueno salía por trescientas cincuenta Lo mejor me pasó en mi primera Milán-San Remo: Giovanni Borghi, 'commendatore' de la Ignis, (fábrica italiana de electrodomésticos) me regaló su coche, un Lancia estupendo. Me preguntó: '¿Te gusta?' Le dije que sí y me dio las llaves".

Su segundo triunfo en la clásica italiana tuvo su historia: Ignis no iba a correr la prueba y propusieron a Poblet que la corriera con Faema, el equipo de Van Looy. "Me vetó, no me veía como un gregario sino como un peligro. Al final me permitieron participar como independiente, pues la organización admitía a un grupo de ciclistas sin equipo". Van Looy tuvo ojo: Poblet ganó la carrera y él hizo segundo. Miguel corrió tres veces el Tour (ganó tres etapas) y seis, el Giro donde se impuso en veintidós. Su palmarés se adorna con 62 victorias, entre las que destacan dos Milán-San Remo, una Milán-Turín, una Midi Libre, dos Voltas a Cataluña, los Seis Días de Barcelona, Madrid, Buenos Aires, Casablanca Sigue siendo el único español que ha ganado el París la última etapa del Tour.

"Fue en el viejo Parque de los Príncipes, que tenía pista. Me escapé a 18 kilómetros y entré solo en París. Ahora es complicado que uno de los nuestros gane allí, la última etapa es de paseo, llega el pelotón junto y es los velocistas no se despistan".

La velocidad fue imponiéndose en su vida y participó en clásicas tremendas ya desaparecidas en España: agárrense, le ganó a Guillermo Timoner, nuestro pistard por excelencia, la Barcelona-Pamplona ¡tras moto!. "Sí, era una prueba tremenda. También la Zaragoza-Tafalla-Pamplona, ¡ja, ja! Se corrían por etapas, los primeros cien kilómetros en línea y los últimos cincuenta tras moto". Y si Timoner fue el mejor en la pista, para Poblet, el más grande ha sido Coppi y el mejor escalador, Alejandro Federico Martín Bahamontes. "¡Uff! Cuando se iba se iba y no había nada que hacer. Y lo hacía desde abajo, en cuanto empezaba el puerto, como hizo Carlos Sastre en Alpe d'Huez. ¡Imparable!".

Poblet se bajó de la bici y se dedicó a montar y desmontar fábricas de la Ignis en los alrededores de Barcelona. "Cuando vi que llegaba mi final en el ciclismo hablé con el 'commendatore' y le propuse introducir la marca en España. Se entusiasmó, claro.". Le puso como condición que él estuviera al frente del proyecto y empezó la aventura. Poblet se dirigió a José Antonio Elola Olaso, delegado nacional de Deportes. "Me dijo que el asunto le desbordaba y que debíamos ir a contárselo a Franco. Nos recibió y me dijo que le parecía bien siempre que la mitad del negocio fuera español, pues aseguraría la presencia de Ignis aquí, pues el gobierno de entonces primaba la industria española. Fui con la propuesta a Italia y me contestaron que ya sabía lo que me tocaba: buscar socio".

Empresario.

El ciclismo le valió a Poblet de nuevo: "De mis días de entrenamiento conocía una fábrica de neveras de hielo, pues aquí no habían llegado las eléctricas, en Badalona. Balcells se llamaba el dueño. Le encantó la idea y los de Ignis mandaron a unos técnicos a inspeccionar su fábrica. No les gustó, era pequeña. Todo parecía torcerse, pero descubrimos una pista de tenis junto al local. A los dos días empezaron las obras y se instaló allí la primera fábrica participada por Ignis en España".

Después, la empresa se trasladó a Barcelona, al local textil de Agustín Montal padre, presidente que fue del Barça, y después a Montcada, el pueblo de Poblet, y dio trabajo a doscientas cincuenta personas. "Entrando los 70 se produjo una movida empresarial y me retiré. Fue mi último sprint, en la vida y para la Ignis".