Cara y cruz

Ciclismo | Tour de Francia. 7ª Etapa

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jesús rubio

Positivo por EPO de Beltrán. Gran victoria de Luis León Sánchez

No hay derecho. El día en que Luis León Sánchez consiguió una magnífica victoria en el Tour, las que debieran ser sus páginas comparten espacio con el positivo por EPO de Manolo Beltrán. Que vengan ahora los ciclistas, los comentaristas y los comentaristas que fueron ciclistas a decir que no ocurre nada. Que los persiguen. Que hay cuatro malvados con capa de vampiro que se empeñan en destruir el ciclismo. Que en otros deportes no miran, que nadie pasa tantos controles. Que vengan ahora porque así recordaremos quiénes son los responsables de este mal que no tiene cura porque los afectados niegan la enfermedad.

Lo lamento por Luis León Sánchez, pero lo lamento más por mí y por todos los infelices a los que nos gusta el ciclismo y hacemos esfuerzos de fe. Lo siento por los que todavía nos apasionamos, aunque ya no sé si somos románticos o estúpidos. Amo el ciclismo porque lo amaba mi padre y antes el suyo, pero ahora dudo de que nos merezcan los ciclistas. Los esforzados de la ruta somos los que poblamos las carreteras, los que nos sentamos cada tarde frente a la televisión, fieles, inasequibles al desaliento. Nuestra es la tumba abierta, nuestros deberían ser los besos, el podio, el maillot.

Alguien me dirá que no se puede condenar a un colectivo por un culpable. Pero ya estoy harto. Este colectivo es responsable del silencio cobarde. Todos saben, pero callan. El pelotón trata los positivos como si fueran de alcoholemia, con esa simpática solidaridad; nadie acusa, ni se indigna, y mientras los inocentes se pierden en el silencio de los corderos, los médicos se enriquecen, porque esta trampa que asume la mayoría favorece más a los que más pueden pagar.

Luego dirán que el Tour es el malo. Luego sacarán a relucir un patrioterismo de taberna para advertir que nos tienen echado el ojo. La única verdad es que un español de 37 años ha dado positivo por EPO. Lo cierto es que el pasado año fue expulsado el líder (así ganamos) y hace dos fue descalificado el ganador (así volvimos a ganar). Pero tranquilos, que no pasa nada.

Pienso, pese a todo, que un gramo de pureza, que un corredor limpio, por convicción o por alergia, todavía hace que merezca la pena esta pasión. Por eso me entregaré mientras quede algo. Por eso dedicaré las líneas que restan a destacar el triunfo de Luis León en una etapa que reunió cuanto de hermoso tiene el ciclismo: pelea, épica, paisajes, valor. Y nada de eso tiene que ver con la velocidad media, porque aquí el récord a batir, lo recuerdo, está en la leyenda, no en el cronómetro.

Para empezar disfrutamos de un abanico formidable que dejó cortado al delfín Cunego. La persecución del italiano a los favoritos resultó agónica y su equipo, exhausto, terminó por limar los 40 segundos de diferencia. Acto seguido bastó la manta rugosa del Macizo Central para esparcir a los ciclistas en una competición fabulosa. Por delante se colocaron tres españoles: Luis León, Jufré y David de la Fuente. Con ellos, el italiano Nibali. Atrás, el rumor de los tanques.

Ataques.

Con la suerte echada (la mala), De la Fuente probó en el último puerto. Lo suyo es único porque se crece en el Tour, se multiplica, y donde otros más famosos se achican, a él le crecen las alas. Fue atrapado. Pereiro condujo a los favoritos como el lobo a las ovejas, dominante, macho alfa. Y cuando no quedó nadie por delante le señaló a Luis León el momento de atacar: "Vete, que hay tertulia". Entonces se desplegó la clase a chorros de este ciclista alto y elegante, con perfil de cisne. No le hubiera atrapado una moto porque la habría agarrado Pereiro. De modo que Luis León tuvo tiempo de dedicar el triunfo a la familia y al santoral mientras a su espalda el líder hacía una demostración de fuerza o de ambición, pues no está claro si con su arrancada pretendía intimidar o puntuar para el maillot verde. Los favoritos llegaron juntos. Cunego, deshecho, perdió 33 segundos.

Ya lo ven: no merecía esto Luis León, ni Pereiro, ni De la Fuente. Tampoco el Liquigas de Kreuziger y Nibali el bochorno de compartir maillot con un ciclista de otra época que no entendió la nueva. Y, sobre todas las cosas, no lo merecíamos nosotros, los que disfrutamos soportando las dudas de los demás, su desconfianza, la burla por nuestra emoción. Abandonar sería fácil, ayer lo hizo Moreau. Pero si algo nos ha enseñado el ciclismo es que un buen día, cuando menos lo esperas, ganas.