Willy Voet
"En mi época no se podía ganar sin la EPO"
CAPÍTULO 1. El 8 de julio de 1998, Willy Voet fue detenido con un arsenal de EPO en el maletero del coche cuando era masajista del Festina. Aquel escándalo cambió el ciclismo.
Casi diez años después, ¿qué recuerda de aquella detención que acabó originando el 'caso Festina'?
1998 era el año en el que el Tour de Francia salía desde Dublín (Irlanda). Estábamos obligados a coger el barco en Calais, al norte de Francia. Lo tenía todo preparado en el coche, salvo las dosis y el gotero. Tenía que ir a buscarlos a Gante (Bélgica) en casa de Eric Rijkaert, nuestro médico en el Festina. Me quedé a dormir en su casa. Salí muy pronto por la mañana porque debía coger el barco a las diez. Rijkaert me aconsejó que no fuera por la autopista, que viajara por carreteras secundarias. No le hice caso. Iba con un Fiat de los que nos prestaba el Tour. ¡Qué me iba a pasar! Nos creíamos intocables. Podías ir a 200 km/h por la autopista y te salvabas regalándole un maillot al gendarme de turno.
¿Y entonces?
Las palabras de Rijkaert me retumbaban en mi cabeza, y me salí de la autopista en la última salida antes de entrar en Francia. Y, ah, ahí me fastidiaron. Fui un estúpido por tener todos esos productos.
En el maletero
Sí, en el frigorífico. Ellos sabían quién era yo, lo que llevaba. Alguien debió decírselo. Cuando me pararon vi que eran agentes de aduanas, lo vi en el pantalón de uno de los agentes. Me preguntaron si tenía algo que declarar. No me pidieron ningún papel, sabían perfectamente lo que yo llevaba. Estaban escondidos detrás de los matorrales. Me rodearon y encontraron la EPO y todo lo que había en el frigorífico.
¿Cuántos años llevaba haciendo lo mismo?
Con la EPO, desde 1992. Pero llevaba desde los 30 años en el ciclismo. Lo único que cambiaba era los productos.
¿Y no tomaba precauciones para que no le pillaran?
No muchas porque todo el mundo hacía lo mismo. Era mi trabajo. Aún lo sigo defendiendo. Si no hubiera sido yo, le habría tocado a otro.
¿No sabía lo dañina que era la EPO?
Entonces no lo sabíamos. Tampoco ahora Quizá en 15 años. Rijkaert siempre me dijo que los productos que dábamos a nuestros ciclistas se los podía dar a sus hijos. ¿Es verdad? No lo sé, yo no soy doctor. Pero él ya no se puede defender. Está muerto.
¿No se sentía mal por hacer trampas?
Yo me sentía hasta orgulloso de que la gente confiara en mí para hacer este trabajo. Llegué a estar hasta contento. ¡Qué estúpido fui! Pero es que todo el mundo hacía lo mismo.
¿Y los corredores cómo actuaban cuando llegaba la paloma mensajera?
Si no les dábamos su dosis, ellos mismos la pedían. No debemos creer que los corredores son víctimas, también son culpables como todos nosotros. Nunca forzamos a un ciclista para que se dopara, aunque sí que les intentábamos convencer. Hasta Bruno Roussel, el director de Festina, estaba en contra del dopaje, aunque parezca ridículo. Pero cuando descubrió a sus propios ciclistas inyectándose EPO en el cuarto de baño de las habitaciones decidió que debíamos organizar eso con el control de los médicos.
¿Se dopaba el ciclista de entonces como explicó Manzano en AS hace cuatro años?
Ah, sí, lo vi. Ni más ni menos, era así. Hubo un tiempo en que el dopaje era algo artesanal. Cada corredor venía con los productos que le había recetado su médico particular. Antes yo sólo era un masajista.
Hasta que
Vino toda la explosión de la EPO en 1992. El equipo tenía un presupuesto y, luego, cada ciclista se pagaba sus dosis. Por eso llevaba una cuenta tan precisa en mis libretas sobre cuántas dosis se había inyectado cada uno, que si Virenque llevaba cien en un año, o 200
Habla con tanta naturalidad
Entre los masajistas de los equipos hablábamos cada mañana. ¿Cómo tienes el hematocrito de tal corredor hoy? Lo sabíamos todo. Y si algún día me faltaba una dosis de EPO pues se la pedía a un compañero, y al día siguiente se la devolvía. No era una cuestión económica, formaba parte de nuestro trabajo. Es como si un fotógrafo le pide a otro un carrete nuevo porque se ha dejado el suyo en casa.
¿Se siente culpable?
Sólo me di cuenta de que era un imbécil cuando me vi en la cárcel. Estuve allí 34 días. Era la cárcel francesa de Loos, allí me trataron bien. La gente sabía que yo sólo era un eslabón de la cadena. Hasta el juez comprendió que sólo era un artista más de esta película. Lo que me indigna es que se me trató como a un perro y hay muchos otros que hacían lo mismo que nosotros y siguen metidos en el ciclismo. No digo nombres porque no sirve de nada. Los corredores van ahora más rápidos que antes. Quisiera que me contaran cómo lo hacen.
¿Tiene algún atisbo de mala conciencia?
No. No es por eso que hablé ante el juez. Primero hablé para salvar mi piel y luego me dije que podía servir para encontrar una solución para el futuro. Porque cuando nos cogieron a nosotros, los otros se quedaron. Y estaban igual de pringados. Entonces debieron decir: "Aquí están nuestros productos. Busquen una solución para nosotros".
¿De verdad que nunca pensó que estaba haciéndole daño a usted, a los demás y al deporte en general?
Sí, claro, pero tenía 53 años y ya era tarde. Tenía que haberme plantado 20 años antes porque ya entonces existía el dopaje. Luego me detuvieron y cuando me vi en la cárcel me dije: "¡Qué gilipollas eres!". Luego me pasé cuatro años sin trabajo y ahora conduzco un autobús de línea. Si quería cambiar tenía que haberlo hecho cuando tenía 30 años, no en ese momento. Me arrepiento de no haberlo dejado antes, mi mujer siempre me lo decía: "Willy, para; cuanto más subas más dura será la caída". Pero qué quiere que haga. Mordí el microbio de ese deporte y acabó muy mal, pero también pasé grandes momentos. Cuando ves que tu corredor está en el podio como campeón te entran escalofríos y se te pone piel de gallina.
¿Y no pensaba que ese podio era una farsa?
No, no pienso porque considero el pinchazo como la culminación de una dedicación muy grande a un deporte. Y no solamente es el pinchazo lo que hace ganar. Detrás hay un gran campeón. El Tour, por ejemplo, está lleno de corredores que llegan a media hora del primero y también se han dopado. El pinchazo es el final de un trabajo muy sacrificado.
Y cínico.
Es que es así. Todos se han dado alguna vez algún pinchazo en el culo. De los que trabajaron conmigo sólo dos no quisieron saber nada de dopaje, Charly Mottet y Christophe Bassons. Este último es un abanderado de la limpieza en el ciclismo y trabaja para el Ministerio de Salud francés.
¿Sin EPO no se ganaba?
En esa época, sin EPO no se ganaba. Hoy ya no lo sé. Pero algo pasa ahora porque presuntamente no hay EPO y los ciclistas van tanto o más rápidos que antes. No me toca decir a mí quién toma EPO. Son ellos quienes deben probar cómo lo hacen para ir tan rápidos. Hay una época antes de Festina y otra después, pero en esta segunda etapa siguen yendo tan deprisa. Si no se dopan, que nos cuenten cómo lo hacen.