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MUNDIAL | CANADÁ 95 - FRANCIA 65

Gritos de ‘MVP’ en Yakarta para el forajido Dillon Brooks

El alero canadiense jugó un excelente partido contra Francia y enamoró al público con su actitud. Viene de una temporada complicadísima en la NBA.

Gritos de ‘MVP’ en Yakarta para el forajido Dillon Brooks
WILLY KURNIAWANREUTERS

Dillon Brooks (27 años) jugó un excelente partido contra Francia. El gran duelo de la primera jornada del Mundial se saldó con una paliza (95-65) de Canadá que dispara el (ya altísimo) hype en torno a una selección llena de talento NBA y que sería, tal vez, la gran candidata al oro si estuvieran, dos bajas descomunales, Andrew Wiggins y Jamal Murray. Canadá llevaba desde 1986 sin ganar en un Mundial a un equipo europeo. Su víctima, con una segunda parte fabulosa (52-25), fue una Francia aspirante al oro pero que dejó las dudas de siempre, un asunto que comienza con la gestión de Vincent Collet y continúa con cómo se hunde un equipo con tanta físico y el suficiente talento en cuanto las circunstancias vienen un poco torcidas.

Más allá de las cosas de Francia, Canadá va muy en serio. Tiene un equipo con físico NBA, equilibrado, lo suficientemente profundo y con una de las grandes estrellas jóvenes del baloncesto a nivel global, Shai Gilgeous-Alexander. El base de los Thunder, ya all star la temporada pasada (tiene 25 años), fulminó a los galos (27 puntos, 13 rebotes, 6 asistencias, 36 de valoración) y lideró a un equipo que defendió a un nivel asfixiante. Ahí sobresalió Dillon Brooks, que además escuchó cánticos de ‘M-V-P’ por parte del público del Indonesia Arena de Yakarta.

Nunca me había pasado esto en toda mi carrera. Seguiré jugando igual de duro para estos aficionados”, dijo después del partido un jugador para el que tuvo que ser refrescante esa muestra de cariño después de unos meses que lo han elevado al puesto de villano no oficial de la NBA. Hasta el punto de que se dijo que Memphis Grizzlies, su equipo hasta el 31 de junio, no quería plantearse su continuidad (acababa contrato) “bajo ninguna circunstancia”. Cuando firmó un sign and trade para irse a Houston Rockets por cuatro años y 80 millones de dólares, muchos pensaron que los texanos se habían vuelto completamente locos.

Los Grizzlies fueron el segundo mejor equipo del Oeste en la regular season, pero se encontraron en primera ronda de playoffs con unos Lakers reconstruidos y al alza. Llegaban con lesiones cruciales en el juego interior (Steven Adams, Brandon Clarke) y con Ja Morant lastrado por problemas físicos y, sobre todo, por esas convulsiones fuera de las pistas, con comportamientos absolutamente impropios de una de las principales estrellas jóvenes de la NBA, que han acabado con una sanción de 25 partidos para el inicio de la próxima temporada, 2023-24. Una de las alternativas en ascenso de la NBA, la zozobra por las personalidades del vestuario acabó siendo indisimulable en Tennessee. Y el primer sacrificado fue Brooks.

Con él acabó pesando más lo malo que lo bueno. Un excelente defensor, con físico y velocidad lateral (y al que no asusta ningún emparejamiento), se había convertido en una pieza importante durante sus cinco temporadas anteriores en unos Grizzlies a los que llegó traspasado por los Rockets, el equipo al que se marcha ahora, después de un draft de 2017 en el que fue elegido en el puesto 45. Su valor como perro de presa, capaz de defender a Damian Lillard por fuera o Lauri Markkanen por dentro, pero sobre ultra eficaz en el point of attack (la defensa agresiva sobre los exteriores rivales), disparó su valoración en la NBA. Además, creció como anotador y llegó a 18,4 puntos por partido en la temporada 2021-22. Cada vez más un jugador de ida y vuelta, uno de esos two-way players que valen oro en la rotación de cualquier equipo de aspiraciones importantes.

Pero la temporada pasada, y a medida que los problemas crecían en Memphis, Dillon Brooks fue cayendo en un rol tóxico con la sensación de que el personaje devoraba a la persona, de que el mismo fuego que le había permitido convertirse en ese Dillon Brooks estaba haciendo que perdiera completamente el hilo de su realidad como jugador. Empoderado en su rol de hostigador, acabó yendo más allá de lo que beneficiaba a su equipo.

Capaz de encender a jugadores y aficionados rivales, de generar más motivación y ganas que nervios, acabó la temporada con 18 técnicas y, sobre todo, con una idea equivocada de su rol en ataque. Empeñado en forzar tiros, cayó a 14,3 puntos de media (la más baja desde su segunda temporada) con un pobre 39% en tiros totales y un 32% en triples. Los Grizzlies dejaron de hacer jugadas para él y él se embolicó en acabar todas las que pasaban por sus manos. En playoffs, los Lakers ni se molestaron en puntear sus tiros para concentrarse en parar a Morant y Desmond Bane. Y él, para colmo, leyó mal la situación y sus fuerzas, llamó viejo a LeBron James y se enredó en provocaciones que cada vez generaban más intranquilidad en su bando y alargaban el colmillo de su rival. Lo contrario a lo que debería ser. En el tercer partido, su tumba en los Grizzlies, fue expulsado a los 17 segundos por un golpe sin sentido a LeBron. La serie estaba 1-1 y acabó 4-2.

Cuando Brooks metió al menos el 50% de sus tiros, los Grizzlies firmaron un 18-3 la temporada pasada. Un dato excelente pero, horror, en una muestra de solo 21 partidos de los 73 que jugó (el que más de la plantilla) un swingman que fue señalado como parte de esa cultura de vestuario peligrosa que también era aireada por los problema de Ja Morant. Pero este, claro, es el jugador franquicia. A Brooks no le sirvió finalmente haber entrado en el Segundo Mejor Quinteto Defensivo. Los Grizzlies ni se plantearon su continuidad e incluso se llegó a ver difícil que quedara un hueco para él en la NBA. Finalmente, los Rockets de Ime Udoka le dieron un gran voto de confianza (uno de 80 millones), convencidos de que pueden sacar de él la dureza defensiva y el ansia competitiva sin las explosiones tóxicas ni las situaciones casi cómicas que acababa provocando en los Grizzlies. Él, no por casualidad, habló de “un nuevo inicio” y de “crecer como jugador y como persona” en Houston.

Jordi Fernández, el entrenador de Badalona que dirige a esta muy prometedora Canadá, se apuntará otro tanto enorme como gestor de jugadores si consigue que durante todo el Mundial se vea el Brooks que brilló contra Francia: concentrado y fiero en defensa, con jugadas en las que absorbió todos los intentos de Nando De Colo, y sin forzar malos tiros ni salirse del plan colectivo en ataque: 12 puntos, 4 rebotes, 5/6 en lanzamientos, 15 de valoración y +33 en sus casi 26 minutos en pista. En esa versión, y más en el estilo FIBA, es una pieza de valor enorme como escudero de Shai y RJ Barrett. Así, el jugador está por encima del personaje, ese tarambana cuya fama provocó los cánticos de MVP en el Indonesia Arena. Con él, siempre existe el riesgo de que todo se vaya al traste en una jugada, en cualquier ataque de nervios. Pero el arranque no ha podido ser mejor. Veremos. Porque con un Brooks como el del partido contra Francia, Canadá es mucho mejor.