Álvaro: “Se me pone la carne de gallina al pensar en Barcelona 92″
Ana Belén Álvaro repite en el Hall of Fame tras entrar como integrante de la Selección que en Perugia 93 logró el primer oro para el baloncesto español.


Ana Belén Álvaro (Cuenca, 1969) fue la base del estreno olímpico de la Selección femenina en Barcelona 92 y del oro europeo de Perugia en 1993. Elegida mejor base de Europa en dos ocasiones ingresa ahora en el Hall of Fame.
Ya estuvo en la primera edición, como integrante de la Selección que conquistó el primer oro español en Perugia. ¿Qué recuerda de aquella noche?
Guardo recuerdos muy vivos del reencuentro. ¡Fue una alegría! A algunas hacía 10 o 12 años que no las veía. Fue muy bonito vivir juntas ese reconocimiento. Ahora todo parece más sencillo, pero en aquella época no lo era. Que se reconociera esa medalla nos llenó de orgullo.
¿Qué significa para usted entrar ahora como jugadora?
Un paso más, de mejora, como decimos los deportistas. Entrar a título individual es un orgullo y una alegría. Me gustaría agradecerle al jurado que me haya votado.
Antes que usted, de aquel equipo, ya ingresaron Blanca Ares, Wonny Geuer, Marina Ferragut y Betty Cebrián. ¿Fueron la generación que lo cambió todo?
Un poco sí. España se puso el reto de hacer un buen papel en los Juegos. Hasta ese momento no éramos un país con un nivel de baloncesto femenino excesivamente alto. Con el Programa ADO se hizo una inversión en nosotras y ese fue el punto de inflexión, porque el baloncesto femenino comenzó a crecer. El camino ya estaba abierto.

Para los que no la recuerden, ¿cómo era Ana Belén Álvaro en la pista?
Era pequeña y bastante guerrera. Además, era muy rápida, porque mi primer deporte fue el atletismo. Y mi arma era el tiro exterior.
¿Cómo empezó en el baloncesto?
Mi padre era maestro y nos fuimos a vivir a Mollet cuando yo tenía tres años. Mi colegio era el Nicolás Longaron, pero allí no había baloncesto. Las que éramos inquietas jugábamos con un entrenador del Mollet. Realmente yo empecé en atletismo, en el Club Granollers. Pero en ese momento arrancó una acción para llevar el baloncesto femenino al Basket Mollet y, obviamente, yo quería estar ahí. En cuanto descubrí el baloncesto, mucho más social, no tuvo rival.
Y a los 15 años ficha por el L’Hospitalet.
Un día vino un señor de L’Hospitalet, Josep María Breva, que había hablado con mi padre porque quería ficharme, pero no para el equipo júnior sino para el sénior. Juan María Gavaldá quería apostar por mí, aunque me hicieran ficha para el júnior. Mi padre era un valiente para la época y aceptó. Así que nos íbamos a L’Hospitalet a entrenar. Fue una aventura fantástica. El primer día estaba asustadísima, porque allí estaban algunas de las jugadoras de la Selección... y yo.
Cuando Gavaldá le dijo ‘Vamos, Ana Belén, que sales’. ¿Qué se le pasó por la cabeza?
Me acuerdo muy bien de ese día. Estábamos en Tortosa, jugábamos contra el Sabor D’Abans y la base era Anna Junyer. No se me pasaba por la cabeza que fuera a jugar ese partido, porque eran las mejores de la época. Estaba al final del banquillo y me dice Juan María: ‘Ana Belén, calza’. “¿Yo, yo?”, respondí. Pegué un bote del banquillo y me empezó el corazón a latir a mil... ¡Vaya susto que me pegué! Salí a darlo todo. No me dio tiempo a ponerme nerviosa, porque a los dos minutos ya pidió el cambio. Fue pin pan. Y eso a veces es lo mejor.
¿Quiénes eran sus referentes en aquel momento?
Corbalán. Me encantaba cómo jugaba, cómo mandaba, esa seguridad que tenía en la pista, como los demás le hacían caso. A mí me gustaba mucho el contraataque y él era muy rápido. Coincidíamos en cosas y yo quería ser como él. Tampoco era muy alto, o al menos yo lo veía bajito junto al resto. Y me decía ‘Mira, como yo’.
Superó las 200 internacionalidades y hasta que llegó Amaya Valdemoro fue la jugadora con más partidos. ¿Qué significó para usted la Selección?
Sigue siendo difícil describir lo que sentía cuando me ponía esa camiseta. ¿Qué es lo máximo para una jugadora? Jugar en la Selección. Como nos dijo Manolo Coloma, éramos las doce mejores de España. Jugar con la Selección es un orgullo, pero también una responsabilidad porque representas a todas esas jugadoras y a tu país. Lo sentí así desde el minuto uno, cuando vestí por primera vez la camiseta de la Selección en Castelldefels.

¿Cómo fue la preparación de los Juegos?
Una oportunidad, un premio, pero también fue durísimo. No teníamos asegurado ninguna ir a los Juegos. Hubo jugadoras que empezaron y no acabaron, otras que no empezaron, pero llegaron y otras que se quedaron por el camino... Había mucha competencia, una competitividad continua contigo misma, con todo el mundo. Entrenábamos muchísimo. Nos levantábamos a las seis de la mañana y nos íbamos a correr a la Casa de Campo. No sé si ahora una jugadora de 17-19 años aceptaría esa carga de trabajo, la presión que tuvimos.
Y después de esos cuatro años intensos, llegan los Juegos de Barcelona. ¿Qué recuerdas de esa cita?
Cuando me preguntan por Barcelona 92 se me sigue poniendo la piel de gallina. Me acuerdo sobre todo de la inauguración, cuando nos tocó salir, los Reyes en la grada, el Príncipe de abanderado, una foto que nos hicimos con Cobi, la Villa... Estábamos como en una nube. Creo que es uno de los momentos deportivos más intensos y mejores de toda mi carrera.
Terminan esos Juegos, se reincorpora a su club, el Dorna, y lo gana prácticamente todo con ese broche del oro de Perugia. ¿Fue 1993 el mejor año de su vida?
¡Sin duda! Ganamos el Campeonato del Mundo de clubes en Brasil, la Copa de Europa de Llíria, la Liga... Nos faltó la Copa de la Reina, eso verdad, pero fueron muchísima emociones juntas y diferentes. Y después llegó Perugia...
Tras quedar quintas en los Juegos, ¿pensaban en el oro europeo?
El quinto puesto olímpico nos supo a poco. Estuvimos a punto de meternos en la semifinal, pero tuvimos un momento algo accidentado ante China que nos dejó fuera. Echando la vista atrás era una buena posición, pero habíamos trabajado tanto esos cuatro años... El trabajo estaba hecho y tenía que dar sus frutos. Y eso ocurrió en Perugia.
Fue elegida dos veces mejor base de Europa, ¿qué debe tener una buena base?
Es el puesto más difícil, porque debes ser la extensión del entrenador en la pista. A veces se le quita importancia a esta posición, pero curiosamente los mejores equipos y los que consiguen los mayores logros son los que tienen un base muy bien identificado con el equipo.
Esa conexión con el entrenador hizo que después se pasara al otro lado, al de los banquillos.
Siempre he sido un poco mandona, pero porque me metí en mi papel. A mí siempre me dijeron que el base tenía que mandar y a los niños se lo digo ahora cuando los entreno. Tiene que mandar porque si no el equipo va descontrolado. Al retirarme sí que me veía en los banquillos. Me gustaba la figura del entrenador, lo que aporta, la forma de construir algo. Probé muchas categorías: masculino, femenino... pero y al final me quedé con la formación.
¿A qué se dedica ahora Ana Belén Álvaro?
Estoy en un colegio británico en Puzol, el Caxton College, de directora deportiva de los cuatro deportes que tenemos en el club, que son baloncesto, natación, tenis y fútbol. Aparte coordino las extraescolares. Desde este año tenemos niños a partir de tres años. ¡Imagínese qué locura!
Con el reconocimiento del Hall of Fame los más pequeños descubrirán que fue alguien importante.
Algunos padres se acordarán de mí, los pequeños obviamente no, pero este reconocimiento es importante para que sepan que trabajando, con constancia y tesón, puedes alcanzar tu sueño.
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