La hora de la verdad para el baloncesto
La cuenta atrás está en marcha. En enero, el proyecto de NBA y FIBA negociará con posibles inversores mientras se agota el plazo para que Madrid y Barça renueven con la Euroliga.


Año nuevo y, más allá del tópico, seguramente vida nueva para el baloncesto europeo, metido de lleno en una hoja de ruta que lo lleva, si no cambia nada (y se van agotando los plazos y las oportunidades para que eso suceda), a un escenario que a priori tendría que haber sido anatema pero que en los próximos meses puede quedar sellado: dos competiciones enfrentadas, como en aquella temporada 2000-01 en la que cohabitaron el embrión de la Euroliga y la fugaz Suproliga de la FIBA. Ahora mismo, y mientras no se demuestre lo contrario, eso es lo más factible; seguramente por desgracia para una de las partes, veremos si no para las dos. Los plazos se echan encima: la NBA tiene un proyecto para entrar en Europa en el que lleva de la mano a la FIBA; todavía no tiene fecha exacta de inicio, pero la vista está fijada en octubre de 2027. En temporada y media.
El 22 de diciembre, NBA y FIBA dieron un nuevo paso en el goteo de informaciones, muchas poco concretas, con el que han ido avanzando la realidad, cada vez más tangible, de su proyecto. anunciaron que ahora, en enero, van a poner en marcha el proceso de captación de socios, económicos y deportivos, para su nueva competición en Europa. Unas gestiones que deberían concretar nombres de compañeros de viaje; equipos y propietarios. Y que deberían ir dando forma a lo que será una competición en la que habrá franquicias con plazas permanente, al estilo NBA -y también Euroliga-, y otras basadas en rutas de meritocracia.
En principio, la intención parece que es arrancar, si se puede en 2027, con dieciséis en total: doce y cuatro. Una de las ideas que vende este proyecto es una mayor democratización del baloncesto europeo, con más oportunidades verticales, para todos. Como la Euroliga también tiene un sistema híbrido con licencias fijas y equipos que entrar por otros criterios (el acceso vía Eurocup como segunda competición de ese entorno, las wildcard adjudicadas por el board), la diferencia que la FIBA resalta constantemente, en una contraposición que alarga un conflicto de lustros con la ECA (Euroleague Commercial Assets), es que a esas plazas restantes, en principio cuatro, se llegará a través de la Basketball Champions League (que, como la Eurocup, ejercería de segunda competición) y las Ligas domésticas, bien de forma directa o bien a través de un torneo de clasificación. Es otra de las (no pocas) cosas en las que todavía no ha habido claridad, solo una reafirmación contante de un puñado de ideas básicas. FIBA y NBA quieren que, al menos como punto de partido filosófico, “todos los equipos afiliados a las competiciones europeas de la FIBA tengan la posibilidad de estar en esa NBA Europa”.
“El formato respetará los principios del modelo deportivo europeo porque ofrecerá a cualquier club con la suficiente ambición una ruta con posibilidades justas de llegar a la cima”, aseguró Andreas Zagklis, el secretario general de una Federación Internacional que tiene en esta nueva competición una oportunidad perfecta para sacudir el sillón que durante un cuarto de siglo ha ocupado la hegemónica Euroliga. Cada oportunidad que las dos partes han desaprovechado para cerrar sus heridas y tender puentes ha acabado conduciendo, finalmente, a esto. Y en los últimos meses han avanzado menos los intentos de acuerdo entre todas las partes, a pesar de que se recuperaron unas reuniones que trajeron algo de deshielo pero ningún apretón de manos, que las gestiones financieras que para la NBA han estado haciendo, y hacen, gigantes en materia de inversión como JPMorgan y Raine Group. El comisionado Adam Silver, que en paralelo reabre el camino hacia una expansión a 32 equipos de la NBA, también fijó un mensaje optimista, firme: “Nuestras conversaciones con las partes interesadas en Europa han reforzado nuestra convicción de que hay una gran oportunidad allí que se puede exprimir con la creación de una nueva competición”.

Un modelo de influencia americana
La NBA piensa en términos de ciudades, volúmenes de población y trascendencia de mercados, aunque eso choque con tradiciones muy arraigadas y ejes muy obvios del baloncesto europeo. Es legítimo pensar que no se está exprimiendo el potencial del baloncesto europeo ni se ha trasladado con eficiencia el nivel deportivo de la Euroliga a su volumen de ingresos. Pero también es peligroso llegar con ideas muy preconcebidas, que pueden sonar ajenas y, finalmente, ser contraproducentes. Se habla de Inglaterra (Londres, Manchester…), Francia (París y Lyon), Italia (Roma y Milán), Alemania (Berlín, veremos si Múnich) y desde luego España. La NBA piensa en términos de ciudades y no de clubes, pero resulta obvio que los señalados, los deseados, son Real Madrid y Fútbol Club Barcelona. Qué otra opción podría haber. Este planteamiento tiene su lógica y sus obvias bondades, pero borrar del mapa baloncestos como el serbio o el lituano mueve totalmente el peso gravitatorio hacia el oeste y atraer a solo un equipo de países como Turquía o Grecia descosería rivalidades que forman parte de los huesos del baloncesto en el Viejo Continente.
Brian Windhorst, peso pesado de la prensa estadounidense y un histórico del baloncesto en ESPN, viajó a Belgrado recientemente para asistir a un derbi serbio de Euroliga, el tumultuoso Partizán-Estrella Roja, y volvió con un par de ideas bastante claras a este respecto: “Soy escéptico respecto al éxito de esta propuesta. Parece que Belgrado no entra en los planes de la nueva competición, y creo que básicamente es el corazón del baloncesto de fuera de Estados Unidos. La NBA quiere hacer esto para asociarse con gigantes del fútbol como el Manchester City y el Paris Saint Germain que ya tienen una historia y unas infraestructuras increíbles. Desde luego, Barcelona y Real Madrid ya tienen unos equipos de baloncesto que funcionan como secciones hermanas de las de fútbol. Y la NBA también quiere reclutarlos. Pero la naturaleza del baloncesto europeo no es similar a la del profesional en Estados Unidos. La NBA va a decir ‘nosotros podemos hacerlo mejor’, y no tengo dudas de que nadie es tan bueno operando una competición y extrayendo beneficios de ella. Y sabe cómo crean un producto atractivo: si vas a un partido cualquier un martes por la noche en enero, te lo pasarás bien. La NBA está diciendo ‘soy una experta en divertir a las masas’. Pero la gente en Europa no va por eso a los partidos de baloncesto. Allí uno va porque el padre de su padre animaba a ese equipo al que se va a ver. No hay todos esos puestos para vender productos… es una mentalidad diferente. Sé que la NBA puede crear un gran producto pero no sé si podrán hacer que en Europa se mueva tanto dinero. Si estás en Roma, ¿vas a pagar para ver un partido entre el equipo de Manchester y el de París en Netflix o Amazon? Y sobre eso está construida la NBA. Puedo estar equivocado, pero soy escéptico. Y, además, no se va a hacer de la mano de la Euroliga sino en un enfrentamiento directo”.
En todo caso, acierte o no Windhorst (que sí parece tirar bien un par de ideas muy importantes), no parece que haya marcha atrás y, de hecho, lo normal ahora es que el nuevo proyecto entre en fase de aceleración. La Euroliga, mientras, también va a atravesar un trance crucial en enero. La competición tiene trece propietarios, equipos con licencia fija que tienen asegurada su participación. Ahora mismo, 12+1 porque el CSKA de Moscú no ha perdido su plaza pero la tiene congelada por el conflicto bélico en Ucrania. La lista incluye a los once fundadores de la competición: Real Madrid, Barcelona, Baskonia, Maccabi, Zalgiris, Efes, Olimpia Milán, Fenerbahçe, Olympiacos, Panathinaikos y el sancionado CSKA. Después se unieron ASVEL Villeurbanne y Bayern de Múnich.
De esos trece, hay nueve que han firmado su renovación con la Euroliga por diez años más, hasta 2036. El mismo plazo de la trascendental prolongación del acuerdo de la competición con el gigante estadounidense del marketing deportivo IMG, una alianza que arrancó en 2016. Los cuatro que todavía no han sellado esa continuidad son Real Madrid, Barcelona, Fenerbahçe y ASVEL. Y hay fecha límite: el 15 de enero. Como las actuales licencias caducan en este verano de 2026, los que no rubriquen el nuevo acuerdo se quedarán en una extraña situación de limbo. Arriesgada, una vez más, para todas las partes. Como en todo, hay graduaciones: el adiós del ASVEL, el equipo que preside Tony Parker, se da por hecho. Uno de los peores equipos de la competición en los últimos años y por debajo de los requisitos económicos que establece para los salarios un nuevo sistema de fair play financiero que coge ideas del concepto de tope salarial de la NBA.
Para la Euroliga no es un gran problema el adiós, cantado, del equipo de Lyon, e incluso se ha hablado de que el Mónaco, actual finalista pero sin plaza fija, podría comprar la licencia de su vecino, que se vuelve hacia el proyecto NBA y que en todo caso saltará, salvo sorpresa mayúscula, al entorno FIBA y jugará la próxima Basketball Champions League. El caso del Fenerbahçe es más complicado ya que se trata de uno de los gigantes del baloncesto europeo de la última década. Y el actual campeón, claro. En principio, parece cerca de firmar el nuevo acuerdo de diez años, porque además desde Turquía se ha asegurado que el equipo que podría interesar a la NBA sería el Galatasaray, ni el Fenerbahçe ni el Efes. El Besiktas, mientras, aspira a colarse en la Euroliga a través de, también, esa plaza que seguramente bailará del ASVEL.
Todos mirando a Barcelona y Madrid
Y luego están, claro, Real Madrid y Barcelona. Estos sí, de una trascendencia estratégica enorme. El equipo blanco, esa la voluntad de su presidente, Florentino Pérez, parece inclinado a hacer algo más que escuchar a la NBA; el Barça iba de su mano cuando también remaban juntos en el proyecto de la Superliga, en fútbol. Ahora las cosas han cambiado y Joan Laporta ha reconocido que quieren firmar con la Euroliga… pero con condiciones blandas de salida por si se concreta definitivamente el proyecto NBA. La Euroliga, como es lógico, pide un compromiso más firme a los azulgrana, que además no podrían cubrir en el corto plazo las exigencias de la liga estadunidense en cuanto a pabellón e infraestructuras. Este es, más allá del caso (sangrante) del viejo Palau, ino de los asuntos que parecen más complejos, por los plazos y el nivel de inversión requerida, si realmente se quiere poner en marcha el nuevo proyecto en otoño de 2027: ¿cuántos equipos tienen ya un pabellón adecuado? La NBA, seguramente, no hará la vista gorda como la Euroliga ha estado haciendo, más allá de sus propias normas, con equipos como Barça o Mónaco.
Si Fenerbahçe y Barcelona firman, el Real Madrid sería un peso pesado en tierra de nadie mientras todo se concreta. La joya de la corona, pero una que tal vez tuviera que pasar por la Basketball Champions League mientras se monta definitivamente la nueva competición. La Euroliga no quiere perder, evidentemente, a un equipo de semejante dimensión, pero si no hay firma antes del 15 de diciembre, el resto de miembros del board decidirán porque, técnicamente, el Real Madrid dejaría de formar parte de la competición el 30 de junio. De momento, eso sí, no hay nada concretado: tampoco con NBA/FIBA.
¿Existe alguna posibilidad de acuerdo, todavía, entre Euroliga y el bando que forman NBA (obviamente al timón) y FIBA? Sí, alguna. Pero cada vez hay menos motivos para el optimismo. Paulius Motiejunas, CEO de la Euroliga, dijo esto en una entrevista para AS, en Dubai: “La mayoría del dinero del deporte está en Estados Unidos, así que viven en un mundo totalmente diferente al de los demás, parten de una base distinta en lo que se refiere al baloncesto. Estamos de acuerdo en que el europeo tiene un enorme potencial de crecimiento. Y en eso estamos trabajando, creo que con mucho éxito en los últimos años. El reparto de beneficios entre los clubes ha crecido mucho y hay margen para crecer más. Así que coincido con el punto de partida de ese mensaje, que se puede se sacar más beneficio. A partir de ahí, la mentalidad es distinta. No creemos en esas teorías de que la NBA va a venir a enseñarnos una fórmula mágica y todos vamos a reaccionar diciendo ‘madre mía, no sabíamos esto’. No es así. Conocemos nuestro mercado, a nuestros operadores, la competencia que hay en otros deportes… Europa y Estados Unidos son totalmente diferentes".
También en AS aportó su punto de vista George Aivazoglou, director general de la NBA para Europa y Oriente Próximo, sobre cómo se tendría que plantear ese acuerdo que ahora parece lejano: “Tendría que haber una creencia compartida en que el concepto que manejamos es el mejor para el desarrollo del baloncesto en Europa, porque además está hecho de la mano de las federaciones y las Ligas nacionales. Eso hace que sea mucho más valioso para la base de la pirámide, que son esas Ligas en las que se está desarrollando el talento joven y se cultiva el interés de las aficiones. Así se puede elevar todo el ecosistema, con eso y con la entrada de algunas ciudades estratégicas a las que ahora no se está incluyendo en el mapa”.
Hace unos días, en la Cadena Ser de Málaga, aportó su visión Antonio Jesús López Nieto, presidente de un Unicaja que en 2021 abandonó el entorno de la Euroliga, cansado de jugar en la Eurocup, y dio el salto a una Basketball Champions League que ha ganado dos veces desde entonces. Sus palabras explican ideas que se han ido formulando pero que todavía no se han concretado con certeza ni oficialidad: “El Unicaja nunca va a ser una franquicia de la NBA. Lo serán ciudades muy grandes, con un modelo de negocio en sitios como Madrid, Barcelona, Estambul, París… Esas franquicias fijas, para entrar, van a tener que pagar, según dicen, 500 millones de euros en diez años, con un contrato de televisión. Y luego habrá cuatro plazas a través de las cuales el resto de equipos que compitamos en la Basketball Champions League, o por las Ligas nacionales, podremos acceder cada temporada. No conozco el entramado de reglas, pero lo que ellos han defendido en todo momento es que, si jugamos la competición de la NBA un año, el ingreso económico será similar o por lo menos parecido al de las franquicias fijas. Eso no ocurre en la Euroliga”. En su mensaje también va el recado para los que deberían ponerse de acuerdo pero no lo hacen: “Sería un error que se sobrepusieran las dos competiciones, tendrían que llegar a un acuerdo sólido para que el baloncesto ordene su mapa, el más desordenado de todos los deportes. No puede haber cuatro o cinco competiciones europeas. Dividimos los intereses, con los jugadores cargados de partidos; las lesiones se producen con mucha frecuencia; es difícil que se llenen los pabellones con partidos cada dos días. Es un problema de egos, hay que ponerle sentido común”.

Así que en enero el proyecto de la NBA en Europa debería concretar ideas, dar zancadas y hacer anuncios. Todo lo que no sea eso podría hacer pensar en, como mínimo, un retraso en el aterrizaje de este nuevo concepto. El 15 de enero, para saber qué hacen definitivamente los dudosos, sobre todo el estratégico Real Madrid, también es una fecha clave para intuir qué está por venir y, sobre todo, en qué plazos. La Euroliga ha crecido esta temporada hasta los veinte equipos, lo que ha provocado unos excesos en el calendario de los que se quejan -constante y amargamente- entrenadores y jugadores. Sergio Scariolo dijo esto: “Entiendo que a partir de la próxima temporada eso de jugar cada 36 horas cambiará. Las autoridades ya se han dado cuenta. Han subido el número de partidos en un tiempo muy reducido y creo que ha sido un error. De hecho, todo el mundo se está replanteando el formato porque el actual no permite desarrollar el trabajo normal del día a día con los equipos. Aquí no tenemos esa cultura deportiva (de la NBA) para entender que en este nuevo escenario hay que valorar las victorias y derrotas de una manera diferente. Eso genera crispación e inestabilidad, una necesidad de los clubes de responder demagógicamente”.
Geopolítica en París y Dubai
De hecho, lo normal es que la Euroliga vuelva a a cambiar la próxima temporada, otra vez en expansión: la idea es llegar a 24 equipos tal vez con escala en 22 porque todavía no regresarán, salvo sorpresa, los equipos de Rusia. En cualquiera de los dos casos, se jugaría con dos Conferencias que reducirían el número de partidos aunque todos jugarían al menos una vez contra todos los demás. Además, de las plazas fijas, ahora tienen wildcard de tres años, para reforzar una planificación sostenida y estable, Partizán, Estrella Roja, Virtus Bolonia y Valencia Basket, y de cinco el recién llegado Dubai Basketball, cuya entrada en la competición generó un obvio debate porque se trata de un equipo de Oriente Medio, una parte muy caliente del tablero en el que se mueven, como en todo el deporte mundial, buena parte de los intereses económicos del baloncesto actual.
La Euroliga la completan, ahora, los equipos que tienen plaza por haber ganado la Eurocup o por haberlo hecho y haber mantenido, desde el ascenso, condición de equipo de playoff. Como mínimo cuartofinalista: el ultra ambicioso Hapoel Tel Aviv (campeón de la segunda competición la temporada pasada) y el Mónaco a costa del Paris Basketball, que la ganó en 2024. La plaza fue para los monegascos porque llegaron más lejos en los cruces, de hecho alcanzaron la final que perdieron en Abu Dabi contra el Fenerbahçe. Después de su ascenso en 2021, esta es la última temporada en la que puede jugar la Euroliga con condición de exequipo de Eurocup, por eso estudia vías como la compra de la plaza del ASVEL. El Paris Basketball, que cayó en cuartos y quedó pendiente de un hilo, está jugando esta temporada con una wildcard por una sola temporada.
París es, ahora mismo, uno de los principales campos de la batalla estratégica que se el libra entre bastidores (o no tanto) en el baloncesto europeo. No solo porque es una de la ciudades más importantes del mundo y, obviamente, un mercado monumental. También porque el Paris Basketball se ha colado en la elite sin relación con el PSG, el gigante del fútbol con conexiones (vía Catar) con ese dinero de Oriente Medio que interesa a la NBA en la búsqueda de inversores que está poniendo oficialmente en marcha. Un nuevo equipo vinculado el transatlántico del fútbol es una posibilidad, pero es el Paris Basketball el que tiene contrato en vigor para usar el Accor Arena y el Adidas Arena, los dos pabellones más grandes de la ciudad. El PSG reconoce que ha habido conversaciones pero que no ha recibido todavía una propuesta seria, con todos los puntos sobre las íes. Ni por parte de la NBA ni, cuando pidió unas cuantas aclaraciones, de la FIBA. Hay que tener en cuenta que, en este punto, pueden colisionar los intereses de los mastodontes del fútbol y aquella lucha de la Superliga que enfrentó a Real Madrid, su gran promotor, y un PSG que se posicionó con el statu quo. El Paris Basketball, mientras, se inclina por un futuro consolidado y a largo plazo en la Euroliga a pesar de que al frente del proyecto está el estadounidense David Khan, que trabajó en el pasado durante casi dos décadas en oficinas de franquicias NBA. De hecho, era presidente de operaciones de Minnesota Timberwolves cuando estos draftearon a Ricky Rubio.
Al equipo de Dubai, que está cumpliendo con muy buena nota en su estreno en el máximo nivel europeo en la que es tan sólo su segunda temporada en competición, le precedió la pasada Final Four en Abu Dabi y le acompaña un acuerdo que convierte en socio prioritario de la Euroliga, con Turkish Airlines fuera de la ecuación después de quince años, al Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi y Etihad Airways. La Final Four, por cierto, volverá en 2027 y 2029 a ese Etihad Arena en el que sacó buena nota (organización, producto, envoltorio…). El acuerdo, una pata de esos lazos que ya se han demostrado más profundos, se cerró por 25 millones de euros al año. Cinco veces más de lo que desembolsaron antes otras ciudades organizadoras. En el lado de la NBA, se asegura que no habrá equipos de fuera de Europa pero sí se quiere el dinero de esos fondos soberanos de inversión que mueven ya tantas piezas en el deporte. Si hay contactos con Manchester City o Paris Saint Germain, los hay por extensión con quienes controlan esos equipos, Abu Dabi (donde se juegan amistosos de la pretemporada NBA) y Catar.
Para entender hasta dónde llega, como se gestó y por qué no se ha arreglado el conflicto entre Euroliga y FIBA que está haciendo definitivamente imposible cualquier opción de acuerdo en este nuevo escenario en el que ha irrumpido la NBA, hay que tener claro el marco que, con momentos de mayor y menor tensión pero siempre con distancia, ha regido el baloncesto europeo en la era moderna. La Euroliga está controlada por la ECA con la Eurocup como segunda pata de todo el entramado Euroleague Basketball. Casi en paralelo a esta, la Basketball Champions League disputa su décima temporada como alternativa de FIBA con, también, un segundo torneo, en este caso el que se puede considerar claramente el cuarto, por nivel deportivo y relevancia: la FIBA Europe Cup. El resultado es un mosaico muchas veces difícil de seguir para el aficionado menos pegado a la actualidad del baloncesto: la Liga ACB, en las últimas temporadas y según los resultados de las fases previas, ha aspirado a tener en Europa hasta doce de los sus equipos. Eso, claro, ha creado unas congestiones de calendario sobre las que se han quejado, en algún momento y desde su punto de vista, básicamente todas las partes.
Ese conflicto derivado de los modelos y formatos y, sobre todo, de quién controla las competiciones y cómo, ha superado ya por el cuarto de siglo. Una situación incómoda heredada de la quiebra que se produjo en 2000 con la vieja Copa de Europa: la FIBA convirtió la competición en la Suproliga para firmar un contrato televisivo con la empresa suiza ISL (en su momento muy vinculada a la Federación Internacional). Y los grandes clubes del continente, que sintieron que no se había contado con su opinión, decidieron crear su competición al margen de la FIBA. Entonces, todavía bajo el paraguas de la ULEB (Unión de Ligas Europeas), nació la Euroliga.
Se abrió un periodo de negociaciones que, la constante a partir de ahí, no fructificaron y durante un año se jugaron ambas competiciones en paralelo: Suproliga y Euroliga, que ya quedó sola a partir de 2001 como torneo de los principales clubes del continente. Desde entonces, FIBA y ECA han sido incapaces de ponerse de acuerdo para compartir y facilitar un marco mejor estructurado. Durante años, la concordia no parecía ni una opción remota. Con Jordi Bertomeu como director ejecutivo de la Euroliga (2000-2022) y el fallecido Patrick Baumann en el puesto de Secretario General de la FIBA, la tensión llegó a sus máximos y terminó adquiriendo una profundidad que llegaba a lo personal. El pasado abril, Bertomeu expuso en AS su opinión sobre la situación actual de este inacabable proceso: “La realidad es que el tiempo de transición hasta que se implemente este proyecto deja al baloncesto europeo en una encrucijada y, sobre todo, en una parálisis. Proyectos, inversiones, nuevos contratos, renovaciones... todo condicionado a lo que no se conoce. FIBA no se inmuta, porque tras esperar 25 años el momento de hacer desaparecer a la Euroliga no importa el daño que el baloncesto europeo pudiera sufrir. Tiene razón la Euroliga cuando afirma que una nueva liga supone más división. Momentos como este exigen a sus clubes una mirada a medio y largo plazo, volver a construir sobre un proyecto común y tomar decisiones acordes con las circunstancias, es decir, difíciles. Para ello, mirar atrás no servirá. Porque no se trata de defender lo que hay sino de mejorarlo”.
Tras la fractura, ambas partes empezaron a moverse por su cuenta: la Euroliga creció, fue evolucionando en su formato y ampliando su calendario y radio de acción. La FIBA introdujo la Champions, un órdago que no acabó siendo a grande (aunque tanteó a clubes socios de la Euroliga) pero que sí ha generado una competición ya consolidada, y transformó también el calendario de los partidos de selecciones con la creación de las Ventanas de citas internacionales durante las temporadas, un agrio punto de conflicto que acabó en una situación nada deseable para selecciones, equipos y aficionados: partidos solapados (el Real Madrid llegó a jugar en Euroliga mientras lo hacía en paralelo España en partidos oficiales de clasificación) y convocatorias internacionales sin (tampoco acudían los NBA) los jugadores de los equipos de Euroliga, generalmente los principales de cada país.
En los últimos años se fue planteabdo un lento, progresivo y finalmente inútil deshielo. En el entorno Euroliga las cabezas visibles son Dejan Bodiroga como presidente y Paulius Motiejunas como CEO. En la FIBA; el secretario general es Andreas Zagklis con el español Jorge Garbajosa como presidente de la rama continental, FIBA Europa. Regresó el diálogo y comenzó lo que parecían pasos hacia una dirección consensuada. El calendario, muy sobrecargado, se adaptó hace dos temporadas para evitar la colisión entre Euroliga y Selecciones. Así, en una de las Ventanas no se solaparon partidos y los jugadores de la principal competición pudieron volver a jugar duelos de clasificación con sus selecciones. Los contactos continuaron con ese punto de apoyo, pero no hubo más avances en temas que se pusieron públicamente sobre la mesa como la unificación de Eurocup y Champions en una gran segunda competición continental que aunara a Euroliga y FIBA y creara así nuevas sinergias entre los dos modelos y la forma de acceder a ellos. Las conversaciones volvieron a encallar y la aparición de la NBA acabó siendo más problema que solución.
Un baloncesto partido en dos
Así que lo más probable, ahora mismo, es un escenario de dos competiciones europeas de voluntad predominante. Tal vez ya en el inicio de la temporada 2027-28. Recuerda, aunque no es el momento más feliz ni brillante del baloncesto continental, al año 2000, cuando se separaron Suproliga y una Euroliga creada a partir de un grupo de catorce equipos poderosos englobados en el llamado G14. Borislav Stankovic, secretario general de la FIBA, no aceptó ni sentarse a discutir las propuestas de estos con Eduardo Portela, presidente de la ULEB. Y así se llegó a lo impensable…
Entre amenazas de la FIBA, que asustó a los jugadores con un posible veto en sus competiciones internacionales, la Euroliga nació bajo el abrigo de Telefónica y con un contrato televisivo de 35 millones de dólares por cinco temporadas. Cantidades a las que ni se acercaban la FIBA e ISL, y que convencieron a clubes como Real Madrid, Barcelona, Baskonia, Olympiacos, Kinder Bolonia, Zalgiris, Cibona, Benetton de Treviso… mientras, en la Suproliga se quedaron Maccabi, Efes, Partizán, CSKA, Panathinaikos, ASVEL, Alba Berlín, Ulker…
La fractura se cerró después de esa temporada por la quiebra de ISL. La Euroliga asumió una situación de fuerza en las negociaciones, ya inevitables, con FIBA, y se convirtió en la organizadora de la gran competición del baloncesto europeo después de negociar también la fusión con Panathinaikos, CSKA, Maccabi y compañía. Aquella única Suproliga la ganó el Maccabi, que se impuso al Panathinaikos en una Final Four de París en la que también estuvieron Efes y CSKA. La competición se estructuró con veinte equipos en dos grupos de diez y, después de la correspondiente liguilla, unos cruces de octavos (con dieciséis equipos, por lo tanto) y cuartos (las dos rondas al mejor de tres partidos) para decidir las plazas de Final Four.
La Euroliga, por su parte, se jugó con 24 equipos de catorce países. Con una primera fase de liguilla estructurada en cuatro grupos de seis equipos y dieciséis, cuatro por grupo, en octavos de final. Esa ronda y la de cuartos se jugaron al mejor de tres. Y, la gran diferencia, se mantuvo ese formato para las semifinales con la final también en playoff, pero al mejor de cinco. Una Kinder Bolonia histórica, liderada por Manu Ginóbili (MVP de la final) ganó en el quinto partido al Baskonia (entonces Tau). El primer partido de la nueva competición, el primero en realidad de la Euroliga moderna, lo jugaron en el Raimundo Saporta de Madrid, el 16 de octubre de 2000, Real Madrid y Olympiacos. La representación española fue de cuatro equipos: Madrid (no pasó de cuartos, frenado por el Paf Bolonia), Barcelona (derrotado en octavos por la Benetton), Tau (finalista) y Estudiantes (cayó en octavos contra la Kinder).
La política se hace preguntas
El cambio de paradigma podría ser (será, si nada cambia) tan grande que incluso desde el ámbito político se han planteado dudas sobre el fondo y la forma de una competición que se jugará en Europa pero que estará muy vinculada, desde luego en términos de explotación, a Estados Unidos. El Instituto de Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada, por ejemplo, publicó un estudio en el que mostró su preocupación por los posibles efectos negativos de esta nueva idea. “Desde una perspectiva económica, el modelo plantea riesgos sustanciales”, señaba en el informe titulado Riesgos económicos del modelo NBA Europa: una amenaza a la soberanía fiscal y deportiva europea. El acento se pone en tres puntos: la concentración de beneficios fuera del continente, la merma de soberanía fiscal y el debilitamiento del tejido deportivo local. “Hay un riesgo evidente de extraterritorialización de los beneficios: gran parte del valor añadido generado por el baloncesto europeo se canalizaría hacia estructuras corporativas domiciliadas fuera de la Unión Europea. Es decir, Europa asumiría los costes (infraestructura, cantera, afición, base tributaria), pero una porción sustancial de los retornos abandonaría su circuito económico. Desde la perspectiva de la política pública, constituiría un retroceso estratégico para países como España, cuyo modelo deportivo ha buscado equilibrar rentabilidad económica y valor social”, continúa el estudio, que teme que, si la NBA se centra exclusivamente en los dos gigantes españoles, Madrid y Barcelona, se marginaría “décadas de construcción de comunidades baloncestísticas en otros territorios”: “Este fenómeno acentuaría las asimetrías entre clubes, erosionando tanto la competitividad nacional como la legitimidad social del deporte”.
Ese trabajo expresa más inquietudes: “La posible desvinculación de clubes elite del calendario doméstico, o su participación testimonial priorizando la nueva competición, disminuiría el valor de los derechos televisivos nacionales, reduciría la asistencia a estadios y restaría visibilidad a los patrocinadores locales. En suma, comprometería la viabilidad económica del resto del ecosistema deportivo”. Y aunque también es crítico con la limitada participación democrática de la Euroliga, entiende que esta “permite retener valor dentro del continente y distribuirlo entre múltiples agentes. A diferencia de una NBA Europa, que concentraría beneficios en estructuras corporativas extranjeras, el modelo actual fomenta la reinversión local y la consolidación de activos intangibles: base social, fidelización y valores formativos. Defender el deporte europeo no equivale a rechazar la innovación o la inversión, sino a establecer un marco de desarrollo sostenible, justo y culturalmente alineado con los valores europeos”.
También en España, Comunes e IU, formaciones integrantes del grupo Sumar en el Congreso, alertaron del impacto negativo que podría tener la NBA Europa y pidieron una actuación del gobierno. Sus quejas partían de que solo Real Madrid y Barcelona tendrían plaza como franquicias fijas, en lo que se refiere a equipos de la Liga Endesa, y que eso dejará fuera de ese plano a otros histórico con “un profundo arraigo territorial y proyectos consolidados de cantera para formar nuevos jugadores”. Y definieron la nueva competición como “un modelo empresarial cerrado, exclusivo y orientado a la maximización de beneficios privados, profundamente alejado de los principios que definen el modelo deportivo europeo”. Tras alertar del riesgo que podría suponer para el baloncesto español, plantearon que se analizara a través de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia si esta competición podría generar “situaciones de abuso de posición dominante, restricciones en la competencia efectiva o distorsiones graves en el mercado de competiciones deportivas profesionales en España”.
Fuera de España, la italiana Carolina Morace, del Grupo de la Izquierda, planteó en el Parlamento Europeo unas dudas en dirección similar: “El nuevo proyecto propone una estructura cerrada con franquicias fijas y un control empresarial externo. Esto minaría el modelo del deporte europeo, que se basa en la solidaridad, la participación de las comunidades, el desarrollo de los jóvenes y la igualdad, tal y como quedó estipulado en los artículos 6 y 165 del Tratado de la Unión Europea. Se podría dar una extracción de activos económicos y fiscales fuera del entorno de la UE, una amenaza para la sostenibilidad de los sistemas de cantera y una marginación del deporte femenino por la priorización de la rentabilidad económica. Además, los órganos de gobiernos del deporte europeo se debilitarían ante estructuras empresariales extranjeras. Hay que analizar si la NBA Europa incurriría en estructuras de monopolio incompatibles con las formas de competición en Europa, si la Comisión Europea va a plantearse la posibilidad de que esta Liga choque con los valores del deporte en nuestro continente y qué habría que hacer para evitar esa extracción de valores fiscales generadores en el deporte europeo a estructuras externas”.
El presidente de la República de Lituania, Gitanas Nausèda, fue el primer político jefe de estado de un país de la Unión Europea que se pronunció oficialmente sobre la llegada de la NBA con una nueva competición bajo el brazo que, además, en principio no contará con ningún equipo con plaza fija, ni siquiera el histórico Zalgiris, de un país en el que el baloncesto es más que un deporte: “Lo peor que podría ocurrirle al baloncesto sería la fragmentación del mercado, cuando los intereses comerciales se imponen sobre los valores. Al fin y al cabo, el baloncesto forma parte de la identidad de Lituania, una tradición transmitida de generación en generación, un pilar de nuestra diplomacia deportiva. La Euroliga encarna una dimensión social: une a clubes de países grandes y pequeños, pero con una enorme identidad baloncestística, como Lituania. No podemos permitir que el baloncesto en Europa se convierta en fuente de división. Insto a todas las organizaciones a ambos lados del Atlántico a cooperar en lugar de competir, a reconocer y valorar las profundas tradiciones del baloncesto europeo y a recordar que los valores deben primar sobre los intereses comerciales. Hago un llamamiento a la NBA para que invierta en la Euroliga. Una cooperación productiva —no una competencia— entre la Euroliga, la FIBA y la NBA conduciría al progreso y la unidad”.
La FIBA responde y reclama su lugar
Desde el lado de FIBA y como parte implicada, Andreas Zagklis replicó, hace unas semanas, en su comparecencia anual ante los medios de comunicación: “Hay que mirar los datos y ver que lo que se ha diseñado es más compatible con el modelo europeo del deporte que lo que hemos vivido en los últimos años. La FIBA no ha cambiado una coma de sus peticiones: defensa de las ligas nacionales, de los jugadores, un modelo que garantice acceso abierto… Los políticos pueden decir lo que quieran y demonizar las franquicias y a quien viene de fuera, pero ahora mismo no se respeta a las selecciones nacionales y vivimos una competición cerrada de facto”.
El secretario general reclama el rol de su organismo en una idea que se considera, de forma mayoritaria, cosa de la NBA: “Como guardianes del ecosistema hemos de garantizar el acceso a través del las ligas. Si ganas el puesto en tu competición doméstica, tendrás oportunidad de jugar y esto garantiza que sea una competición de acceso abierto cumpliendo con el modelo del deporte europeo. Creemos que el rol de FIBA ofrece esperanza a más de 200 clubes a través de las competiciones doméstica. Y la Basketall Champions League es importante porque garantiza que los aficionados puedan ver a sus equipos en el máximo nivel. Nuestro rol no será el de designar los participantes de la nueva competición, sino el de velar por el interés de los equipos. Nuestro trabajo es intentar hacer una estructura de baloncesto no solamente para la élite, también en los siguientes niveles”.
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Además, fue realista y reconoció que es complicado hablar de una división futura que pueda ser mayor de la que existe ahora: “Creo que ya estamos fragmentados, así que no veo un riesgo mayor en eso. El hecho de que no lográramos encontrar un acuerdo hace aproximadamente diez años, cuando se creó la Champions League, lo demuestra. Queremos todo bajo el mismo techo con la claridad de un primer nivel, al cual te clasificas desde el segundo nivel y desde las ligas domésticas, y un tercer nivel. Somos coherentes en eso y no hemos cambiado. Dicho esto, es nuestro trabajo reunir a todos y seguiré intentando hacerlo”. Porque también dejó, no va mal terminar con un brochazo de esperanza, una puerta abierta al acuerdo de última hora con la Euroliga:“Nuestro trabajo es encontrar un sitio adecuado para todos en el ecosistema de baloncesto. Sabemos que es complicado, pero queremos unir a todos. Aún tengo esperanza. Prefiero parecer naive y buscar una solución hasta el final. Nuestro trabajo es seguir intentándolo y unir a todos porque esto no es algo contra ECA. Seré el último en rendirme”.
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