PAO-Maccabi, la casa de los líos

Sigue la tensión en el Panathinaikos-Maccabi, una tremenda eliminatoria de cuartos de final que mañana vivirá su cuarto episodio con 1-2 de ventaja para los macabeos, que otra vez en Belgrado (donde juegan ya que no pueden hacerlo en Tel Aviv con cuestiones de seguridad) tienen la posibilidad de sellar el billete para la Final Four, lo que sería una verdadera sorpresa ya que los atenienses partían como favoritos, segundos de la fase regular contra un Maccabi que accedió al cruce como séptimo, a través del recién instalado play in.

De Atenas se salió con un 1-1 al que se llegó con mucho jaleo. Después de perder el primer partido, Ergin Ataman aseguró que se iría si no su equipo no llegaba a la Final Four y, antes del cambio de sede de la eliminatoria, afirmó que había sido amenazado desde el entorno del Maccabi. Un asunto delicado debido a su nacionalidad turca y en un ambiente ya crispado por las protestas del equipo griego, disparadas hasta lo ridículo y peligroso por su propietario, un Dimitris Giannakopoulos que aseguró que los árbitros ayudaban al Maccabi por razones que tenían que ver con el conflicto bélico de Gaza.

En el tercer partido, lo que parecía una exhibición local (ventajas de hasta 18 puntos) desembocó en un final de infarto: 83-83 dentro del último minuto. Los árbitros señalaron goaltending (protección ilegal del aro) en un tapón de Mathias Lessort a Lorenzo Brown. Tras la petición de revisión del PAO, se cambió la decisión pero la bola no fue para los verdes. En lugar de eso, se continuó con un salto entre dos que dio la posesión al Maccabi. Una falta sobre Brown a falta de dos segundos dio al base español de origen estadounidense dos tiros libres que no falló (85-83), victoria en el bolsillo porque solo dio tiempo a un tiro a la desesperada de Kendrick Nunn.

Tras el partido, Ataman se quejó por el mal final de su equipo: “Perdimos el salto entre dos e hicimos una falta estúpida. Y después fallamos el último tiro. No hicimos un buen baloncesto, a ver en el cuarto”. La ocasión de recuperar el factor cancha era inmejorable de entrada por la baja en Maccabi del anotador Wade Baldwin. Pero el Panathinaikos jugó muy mal durante dos cuartos y parte del tercero y, cuando reaccionó e igualó el partido, no supo terminar de darle la vuelta.

Después, llegó otro lío en los despachos: el Panathinaikos presentó una queja oficial por el resultado que dio el 1-2 al Maccabi ya que considera que una vez revisado y rechazado el goaltending de Lessort, tenía que haber recibido la posesión en lugar del salto entre dos que se decretó, y que se tenía que hacer continuado, en todo caso, con los 3,8 segundos de posesión que quedaban en ese momento y no con una nueva cuenta de 14 (quedaban solo 15 para el final del partido). En la protesta del PAO hay otra jugada del último minuto: a falta de 55 segundos, cree que el pívot Josh Nebo pisó la línea de fondo en una jugada que debería haber quedado, por lo tanto y según su versión, anulada.

Además, Giannakopoulos, que estaba sentado en primera fila, también montó en cólera cuando supo que no se jugaría a puerta vacía sino que se permitiría la entrada de más de mil aficionados del Maccabi, desplazados hasta Belgrado para asistir al partido en el Alexandar Nikolic Hall: “Cuando en octubre se votó si el Maccabi podía participar esta temporada en la competición, con todo lo que está pasando en su territorio, el propio Maccabi prometió que todos sus partidos como local se jugarían a puerta cerrada. Y de repente, veo que va a haber casi 2.000 personas. Espero que no sea así, que sea solo una a tontería y que la Euroliga haga lo que tiene que hacer para que se juegue tal y como se acordó en nuestra Asamblea General. Todos votamos que el Maccabi siguiera jugando aunque con el CSKA no se hizo así, espero que la Euroliga cumpla con su parte…”.

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