El hirviente Stark Arena aguarda al Madrid
El pabellón del Partizán, uno de los más calientes del mundo, bate récords de aforo. El Real Madrid necesita dos victorias allí la próxima semana.
Después del desastre que cerró el Real Madrid-Partizán, un partido que puso el 0-2 en la serie para los serbios pero del que nadie hablaba después por asuntos deportivos, Zeljko Obradovic hizo un primer intento de poner paz. El mítico entrenador de 63 años, que fue campeón de Europa con el Real Madrid en 1995, pidió que empezara a imperar una cordura que se perdió con la brutal pelea que cerró un partido que dejó al Real Madrid al borde de la eliminación, y la eliminatoria pendiente de las decisiones disciplinarias de la Euroliga: “Desde este momento voy a intentar calmar a toda la gente en Belgrado. Quiero que se hable de baloncesto, no quiero que se hable de esto. Tengo amigos aquí y gran respeto para todo el mundo. Cuando lleguemos a Belgrado, voy a intentar calmar a toda la gente que reciba al Real Madrid. Que no vayan a hacer nada. Cada día voy a repetir esto. Necesitamos hablar de baloncesto. Cuando se habla de baloncesto no hay nada mejor”.
El experimentado técnico de Cacak dio una lección de serenidad y envió el mensaje adecuado, porque lo cierto es que ahora la serie, al rojo vivo y envuelta en una polémica como pocas se recuerdan, se traslada a Belgrado. Y lo hace con el Partizán a una victoria de su primera Final Four desde 2010 en el que ha supuesto el año de su regreso a la Euroliga, con un gran proyecto que partió de recuperar a Obradovic, que se puso en 2021 al frente de un club en el que jugó siete años y al que entrenó entre 1991 y 1993. En 1992 consiguió, de hecho, la primera de sus nueve Euroligas. Y la única del club hasta ahora.
Belgrado, claro, no es una ciudad cualquiera. En Serbia el baloncesto es más que un deporte, y este año ha sido especialmente trascendental ya que tanto Partizán como Estrella Roja han participado en la Euroliga. Con plantillas de nivel y un mejor resultado para unos que para otros, ya que el Estrella Roja de Dusko Ivanovic no pudo meterse en cuartos de final pese a tener un equipo de primer nivel, liderado por el backcourt argentino Campazzo-Vildoza. En Belgrado el ambiente siempre es atronador, sobrecogedor, y es lógico pensar que al Real Madrid le espera un recibimiento muy caliente. El tercer partido se juega hoy a las 20:30 y el cuarto, si hiciera falta, el jueves a la misma hora. Si el Real Madrid logra convertir el 0-2 en 2-2, el quinto partido se jugaría el martes 9, de vuelta en el Wizink Center.
En esta temporada la Euroliga ha tenido récord de público: 668.148 aficionados totales en la fase regular, una media de 8.748 que ha dejado atrás los 8.676 del curso 2019-20. Y si bien el Wizink ha sufrido en el año I de la era post Laso (7.524 aficionados de media, poco más de 54% del aforo total), los partidos del Partizán han sido una olla a presión con más del 92% de aforo. Manda en ese dato de promedio el Maccabi, por encima del 96%. Pero nadie supera al Partizán en volumen total: 10.361 para los de Tel Aviv, 17.763 para los de Belgrado. Por detrás, Kaunas y sus 14.801 aficionados por partido del Zalgiris como local. Además de estos tres, superan los 10.000 Efes, Olympiacos y Fenerbahçe.
El dato del Partizán es tremendo, claro. Sería, de hecho, la decimoquinta mejor asistencia media en la NBA. Algunos partidos superan los 20.000 aficionados, como el que jugó el Real Madrid en la fase regular (derrota, 104-90, el 31 de marzo). Y no es solo el número, imponente: el ambiente es uno de los más espectaculares y complicados para el equipo rival de todo el baloncesto mundial. A la cabeza, el grupo de aficionados más radicales del Partizán, los Grobari (sepultureros, si se traduce). El equipo de Belgrado también ha establecido un nuevo récord de aficionados totales en sus partidos de la ABA (98.130), un número que se dispara en Euroliga (301.285), donde los diez partidos con más aforo de la historia de la competición pertenecen, todos, al Partizán. Incluidos tres de este curso y con el tope en los 22.567 espectadores alcanzados en un duelo de la temporada 2008-09.
El Partizán jugaba antes también sus partidos de Euroliga en la emblemática sala Pionir (el Aleksandar Nikolic Hall), con aforo para más de 8.000 personas. Pero ahora los disputa en el mucho más grande, y absolutamente imponente, Stark Arena. Antes Kombank Arena. Un recinto con un aforo que según el evento puede llegar a 25.000 aficionados, y por lo tanto uno de los más grandes de Europa en su estilo, sin incluir los grandes estadios olímpicos y de fútbol. Con más de 48.000 metros cuadrados, sus instalaciones se inauguraron en julio de 2004, costaron 70 millones de euros y se alargaron durante un proceso muy largo y traumático: la construcción comenzó en 1992, con la vista puesto en un Mundial 1994 que no se celebró allí (se trasladó a Canadá), pero sufrió varios parones por los terribles conflictos bélicos de los Balcanes. Hasta que se retomó, finalmente, en 2000.
El Stark Arena sí guarda un gran recuerdo para el Real Madrid, que ganó allí su última Euroliga, en 2018 después de imponerse en la Final Four a CSKA y Fenerbahçe. Era un equipo que tenía a Doncic, Campazzo, Ayón, Felipe, Carroll… y en el que ya estaban, de la actual plantilla, Tavares, Rudy, Llull, Randolph y Causeur. La pasada temporada, el descomunal pabellón de Belgrado también acogió una Final Four que en principio iba a ser en Berlín. Las normas sanitarias motivadas por la pandemia provocaron el cambio. En Serbia, el Real Madrid superó el Barça en semifinales pero no pudo con el Efes en una final que se resolvió, literalmente, en la última posesión. Ahora el equipo blanco vuelve a una pista en la que tendrá que buscar una hazaña deportiva. Y, sobre todo, en la que hay que cruzar los dedos para que todo discurra sin incidentes y con deportividad.