COPA DEL REY | MADRID-VALENCIA
Hezonja: “Nunca tuve tanta química como con Musa ahora”
El croata afronta con el Madrid el primer gran título y desgrana en AS su carrera. De promesa mundial en el Barça, a la NBA y de ahí a Europa para “volver a sentir el baloncesto”.
Mario Hezonja (Dubrovnik, Croacia, 1995) es un alero físico de gran talento que parece haber encontrado su sitio en el Real Madrid, donde aterrizó el pasado verano. El Barcelona lo había fichado en 2012 como promesa mundial, fue número 5 del draft en 2015, pasó cinco años en la NBA (Magic, Knicks y Trail Blazers) y hace dos regresó a Europa para “volver a sentir el baloncesto”.
Siempre fue un talento precoz, pero ¿cómo empezó todo?
Mi padre era portero de waterpolo, tenía talento, aunque también un enamorado del baloncesto y los domingos por la tarde jugaba con sus amigos en un pabellón y otros días en una cancha junto a mi casa. Siempre iba con él y, pese a que no llegaba a la canasta, llevaba un balón amarillo pequeñito que aún conservo.
¿En su familia había más deportista?
El bisabuelo de mi madre impulsó el baloncesto en mi ciudad, en Dubrovnik, y el hermano de mi madre, que murió en la guerra, fue también jugador de waterpolo.
Su padre vivió la época grande del deporte yugoslavo en los 80.
Jugó en categoría júnior en el Jug Dubrovnik de waterpolo, un club que fue campeón de Europa, y justo antes de la guerra quería cambiar al baloncesto, al KK Dubrovnik, pero se lesionó en un tobillo y luego... Iba a dar el salto al baloncesto profesional con uno de los entrenadores que más tarde tuve yo en la cantera.
¿Qué le ha pasado al baloncesto en Croacia? Desde fuera se aprecia un gran bajón.
La gente quiere al baloncesto lo mismo que antes, pero pesa lo económico. No hay dinero para gastar en deporte, las autoridades se han desentendido algo, existen muchos cambios de dueño en los clubes… A veces se habla más en negativo que en positivo. El espejo de un país es la selección y, cuando llegan los resultados, los aficionados aumentan, hay más exposición, más noticias. Si eso se da y todos empujan, los chavales lo ven y quieren ser como tú, porque ahora están con las pantallas, los móviles… La selección es fundamental.
¿Qué ídolos tuvo de pequeño? Cuando era un chaval, Dino Radja y Toni Kukoc aún jugaban.
Sí, pero nunca los vi. Obviamente, a Drazen Petrovic tampoco. No tenía acceso televisivo a la NBA para ver a Toni en Chicago o en Milwaukee. Mis primeros recuerdos de baloncesto de alto nivel son de los Juegos de Pekín en 2008, con Pau Gasol, Ginóbili… Me impresionó.
En 2010, con solo 15 años, ficha por el KK Zagreb y deja Dubrovnik, a la estela de su paisano Ante Tomic con el que coincidió en el Barça.
Sí, pero él lo hizo de forma más correcta, estuvo más tiempo, creció allí, en el KK Zagreb. Yo tuve que cambiar más rápido de lugares y se me hizo difícil. Me fui con mi padre, mi madre, mi hermana y mi abuelo. Son dos ciudades diferentes con distinta mentalidad y resultó duro, aunque el KK Zagreb lo organizó todo muy bien: la escuela, los entrenamientos… En mi vida nunca me he quejado de nada y siempre he pensado en el baloncesto. Además, no era el único, ya que había una generación de 200 jugadores. De ellos, muchos se perdieron por hacer cosas que no eran deporte o por carecer de la concentración necesaria o por no ir a la escuela. Para mí solo existía el colegio y el baloncesto.
¿La mentalidad de su padre le marcó?
Él es también la razón de cómo soy. Mi padre era como el guerrero, cuando estaba creciendo era estricto. Si había que hacer algo a las siete era a las siete, no cinco minutos más tarde, incluso cuando programaba los asuntos familiares o la limpieza. Aún estoy madurando como cualquier persona de mi edad (27 años), pero entonces tuve un crecimiento personal acelerado.
Y de ahí al Barça…
Sí, había llegado la hora de salir de mi país, incluso diría que hubiera sido mejor un año antes. Miramos todos las opciones y quise irme a Barcelona.
¿Pensaba ya mucho en la NBA?
No, entonces no pensaba en la NBA. Pensaba en el Barcelona B y, cuando Xavi Pascual me puso en el primer equipo, en el Barcelona. En esta última etapa había compañeros como DeShaun Thomas y Edwin Jackson que sí me decían que me iba a ir a la NBA, estaban más ilusionados que yo, que lo que quería era ganar la Liga e ir a la Final Four, y ganarla también. La NBA no estaba en mi cabeza, de hecho, ni siquiera fui al draft (en el que salió elegido el número 5 por Orlando Magic). No pensé en absoluto en EE UU hasta que di el salto.
En 2015 llega el momento, ¿no?
Subí a hablar con Xavi Pascual a su despacho y me dijo que, si me quedaba, el Barça iba a ser mi equipo, que solo era cuestión de tiempo. Con él las cosas siempre fueron muy bien, me ayudó muchísimo, hablaba todo lo que podía conmigo y no dejé de aprender. Un gran entrenador con mucha autoridad en el club y eso me vino bien. Había llegado de Croacia como un gran talento mundial y lo que tenía que lograr era poner mis cualidades al servicio del equipo, no podía hacer lo que me diera la gana. Inicialmente mi nivel era para jugar en el Barça B, pero aprendí más con Xavi que en el filial. Finalmente tomé la decisión de irme, algo lógico dada la situación (una elección muy alta). Además, había renunciado en el segundo año a la opción de ir al draft y en ese momento me tocaba marcharme, y mejorar mis habilidades.
Pasa una temporada larga en la NBA, cinco campañas.
En realidad, es muy corta porque acababa siempre en abril y eso me produjo cierto shock. Y añado que tuve que cambiar de agentes, también cambiaron los entrenadores... Y no me gustó la gestión del club (se refiere a Orlando, donde pasó las tres primeras temporadas). No podíamos ganar la NBA, está claro, pero sí haber sido más ambiciosos, habernos puestos mayores objetivos, ver quiénes eran los mejores para jugar, tratar de llegar donde no habíamos alcanzado los años anteriores… Faltaba ambición. No soy un jugador de 40 tiros o de hacer un entertainment en el banquillo, de hacer gili…, soy un jugador de baloncesto, de victorias. No estuvo todo mal, pero mis veranos allí fueron mejor que mis temporadas y eso no puede ser. En verano comenzaba a entrenarme al día siguiente de acabar la temporada y así hasta el training camp (en septiembre). Me quedaba en Los Ángeles y en Orlando para trabajar y mejorar, porque sabía que, si no lo hacía, eso me iba a matar. En Croacia se enfadaron todos conmigo por permanecer en EE UU y no ir a la selección. Ahora puedo decir que estoy jugando al nivel al que me entrenaba esos veranos. Me preparaba para decir: ‘Este soy yo’. Es muy difícil explicarle a un chico de 20 años con tanta hambre que no es el mejor, que no puede hacer determinadas cosas, que no… Hablo de mí, por supuesto, de aspectos que me resultaron complicados. El camino no iba por donde quería, aunque me decía: “Venga, un año más en la NBA”. Tiraba de mi competitividad, pretendía demostrar que de verdad podía. A Nueva York, vamos; a Portland… Y las cosas iban mal y como jugador no eran corregibles.
Escuchándole queda claro que le tocaba volver a Europa.
La decisión de irme al Panathinaikos es la mejor de mi vida como deportista, porque al terminar la temporada (la 2019-20, la de la burbuja en Orlando), después del último partido ante los Lakers (primera ronda de playoff), me fui a casa y le dije a todos que no iba a jugar más, que me iba a quedar con mis amigos en Orlando y con mi familia. Por primera vez estuve dos meses sin tocar un balón, solo gimnasio. Y al principio de noviembre comencé a entrenarme otra vez y mis sensaciones fueron como si no hubiera parado ni un solo día. Entonces me di cuenta de que la cabeza, el factor mental, es tan importante como el físico o el tiro. Me volví a enamorar del baloncesto, el Panathinaikos se interesó, pregunté, me llegó la oferta y me fui a Atenas. Volví a sentir el baloncesto, a quererlo, a ayudar a los compañeros, a sentirme importante, a ganar… Y en Kazán, igual, con Perasovic, que me ayudó muchísimo. En Rusia había un grupo de gente en el cuerpo técnico que conocía y la situación era perfecta. No podía haber elegido mejor, pero empezó la guerra y nos lo quitó todo. Hubiéramos entrado en el playoff de la Euroliga y luego creo que hubiéramos llegado muy, muy lejos.
En verano, forzado por la situación, debe cambiar de club. ¿Se planteó no fichar por el Madrid por su pasado en el Barça?
No. Tenía un año de contrato en Kazán, pero los jugadores queríamos irnos por la guerra y jugar en la Euroliga. El Madrid se interesó por mí, ya lo había hecho el año anterior cuando fui al Panathinaikos. El club siempre me había gustado como organización, un sitio donde no puede jugar cualquiera y donde, una vez que llegas, compruebas que funciona como una familia, y esa química me gusta. La gente en el Madrid tiene muy claro lo que quiere, que es ganar, lo mismo que yo persigo: títulos.
¿Y cómo ha ido su adaptación? Imagino que primero hablaría con Pablo Laso.
Sí, hablé con él y también luego con Chus Mateo, con Juan Carlos Sánchez y con Alberto Herreros. Hablé con todos. Al inicio de temporada sabía que las cosas iban a ser difíciles para Chus y algo raras para el equipo, pero ahora digo que el proceso ha sido fácil: veo al grupo como una pequeña familia. Respecto a mí, solo quería dar tiempo a Chus, al staff, a mis compañeros para que me conocieran, para adaptarme con mi mejor versión posible. Y, mientras, estaba respondiendo a lo que me pedía el cuerpo técnico. Sabía que cada vez daría más, porque soy ese tipo de jugador que se entrena duro y se prepara para ofrecer lo máximo.
¿Siente que esa adaptación se ha completado?
En los deportes de equipo cada pequeño detalle obliga a una readaptación de todos sobre la marcha, así que es un proceso continuo. Cambiamos algo del ataque y toca ajustarse, en defensa… igual. Arriba, abajo, arriba, abajo; pero ahora llevamos una trayectoria firme y estable, que se ve en las dobles jornada, en la última ganando en Mónaco en un partido duro fuera de casa, y en la ACB. Hay equilibrio, en los últimos dos meses estamos como un equipo de verdad.
El Supermario de los 30 puntos en Mónaco da 6 asistencias, que quizá no las hubiera dado hace cinco años.
Sí. Es una ironía, pero aprendí a pasar el balón en la NBA.
Llega la Copa, ¿cómo ve al Madrid para los títulos?
Estamos más o menos sanos y preparados para la Copa, solo atentos al Valencia, un grandísimo equipo. Las sensaciones son bastante buenas.
Su relación con Musa parece magnífica, ambos han vivido una trayectoria como jóvenes promesas similar, ¿lo conocía de antes?
No, no lo conocía, salvo porque jugó en mi país con el Cedevita. Pero puedo decir que nunca había disfrutado de una relación así con un compañero, creo que existe la mejor química dentro de la pista, y fuera, que he tenido con cualquier otro jugador. Nunca tuve tanta química con alguien como con él ahora. Nos entendemos con los ojos, con la mirada. Solo le hablo si puedo ayudarle a corregir algo, porque aún tiene 23 años. Me gusta decirle como a un gran hermano las cosas que se ven desde fuera, pero en la pista casi ni hablamos, nos basta con mirarnos.