Una odisea de 9.700 kilómetros
El Gran Canaria se ha recorrido Europa en una semana. Partidos en Valencia, Lituania y el de esta tarde en Málaga. 8 noches fuera, 5 aviones, 4 hoteles...
Desde que es un habitual en competiciones europeas, el Dreamland Gran Canaria hace cada temporada tantos kilómetros como el que más, si es que no lo es. Salvo cuando se traslada a Tenerife, un trayecto de avión que no supera la media hora, le esperan, tirando por lo bajo, los 1.800 kilómetros que le separan de Málaga o los casi 1.400 que marcan su distancia con Sevilla. Como mínimo, alrededor de dos horas de vuelo.
El gasto, claro, es considerable. Por eso, como razón principal, tuvo que renunciar a disputar este curso una Euroliga que se ganó en la cancha tras haberse coronado en la Eurocup. Como explicó en su día Sitapha Savané, actual presidente y jugador más importante en la historia del club, eterno capitán, solo en vuelos chárter, imposible otra opción para competir con las mínimas garantías en dicha competición, el gasto previsto rondaba los dos millones de euros, una barbaridad para una entidad como el Gran Canaria.
Y para barbaridad, la del viaje actual en la que anda inmerso ahora mismo el equipo. Caprichos del calendario, desde el fin de semana pasado está metido un viaje que llevó primero a Valencia, después a Lituania (Vilna y Panevezys) y hoy a Málaga. Sin pasar por casa, claro. La distancia y el dinero lo impiden. Toca centrarse en el trabajo e intentar sacar los partidos adelante en esta homérica aventura. De momento, dos de tres.
Gracias al grupo humano la experiencia es mucho más llevadera en triples desplazamientos como este, 2-3 por temporada los que tiene que comerse el Gran Canaria. La presente expedición amarilla está compuesta por 23 personas entre jugadores (14), y cuerpo técnico (nueve personas, incluido Willy Villar, el director deportivo). A Lakovic le toca hacer, pues, dos descartes. En Panevezys se quedaron fuera, por ejemplo, Kljajic y De la Torre. Con respecto al cuerpo técnico, normalmente no suelen desplazarse ni Asier Setién (tercer ayudante) ni Suliman Boughrrouss, encargado de material, mas en esta ocasión su presencia era indiscutible por la multiplicación en las cargas de trabajo. “Chapó aquí a Lander Castro, el ‘prepa’, y a Lionel Montelongo y Gabriel Torres, los fisios, porque al final son clave para que los jugadores físicamente puedan rendir en desplazamientos así”, afirma a AS un testigo diario del trabajo del equipo de Jaka Lakovic. Para la estancia en Málaga estaba prevista la incorporación de Savané.
Con esta singular Comunidad del Anillo empezó el Granca este surrealista viaje el sábado pasado. Sin apenas tiempo para abrir ni degustar los regalos de Reyes, estos 23 se metieron el 6 de enero en un avión con destino a Valencia, donde pernoctaron esa noche y la siguiente, apenas unas horas después de ganarle al equipo de Álex Mumbrú (79-86).
El lunes, con algo de descanso en el cuerpo pero ni mucho menos el necesario, este grupo cogió un nuevo avión, ahora hasta París, para allí meterse en otro hacia Vilna, la capital de Lituania, cruzando más de media Europa. Allí durmieron Lakovic y los suyos el pasado lunes para, al día siguiente, comerse una hora y media de guagua por las heladas carreteras del país báltico hasta llegar a Panevezys, donde al día siguiente le esperaba el Lietkabelis. El Granca aguantó las embestidas de Sirvydis para hacerse con la victoria, 84-92, y recuperar el liderato del Grupo B de la Eurocup. La celebración de esta fundamental victoria tuvo lugar en la guagua de regreso a Vilna, donde la expedición insular pernoctó también el miércoles para, el jueves por la mañana, tomar un vuelo directo a Málaga, donde el equipo y sus acompañantes se hospedan desde el jueves.
La estancia en la bellísima capital de la Costa del Sol se prolongará hasta mañana por la mañana, cuando toca un nuevo trayecto en guagua, en este caso a Granada (132 kilómetros) para, desde la ciudad nazarí, regresar de nuevo a Gran Canaria, en avión, ocho días después.
Este infinito viaje roza los 9.700 kilómetros si, como debe ser, se cuentan los 48, sumando ida y vuelta, que separan el Gran Canaria Arena del aeropuerto insular. Los hubo, hace unos años, bastante peores. En la temporada 2015/16, el viaje de regreso de Saratov duró 23 horas. El año de Euroliga (2018/19) se contabilizaron más de 111.000 kilómetros de desplazamientos por todo el Viejo Continente y se batió el récord de viaje más largo cuando le tocó visitar al CSKA de Moscú.
Quejas
Cualquier equipo canario que esté en la élite de su deporte y su afición tienen que leer o escuchar quejas habituales por los desplazamientos hasta Canarias. Las cifras del que se está gozando el Granca con la boca cerrada evidencian lo injusto de las quejas. Ni que estuvieran de gira al más puro estilo NBA, las cuentas de este trayecto abarcan ocho noches fuera de casa, cuatro hoteles, cinco aviones (todos, claro, vuelos regulares), tres guaguas (sin contar las del hotel a los respectivos pabellones y viceversa)… Y tantísimas horas de espera. 9.700 kilómetros. Pero lo mejor: ganando partidos y jugando muy bien al baloncesto. Qué mérito.
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