Rudy Fernández: las lágrimas de una leyenda

Hay jugadores que marcan un antes y un después en la historia de un club… y en uno como el Real Madrid es mucho decir. Clifford Luyk, Wayne Brabender, Emiliano Rodríguez, Juan Antonio Corbalán… Rudy Fernández. El balear (39 años y 1,96 m) disputó este lunes ante el UCAM Murcia, si no hay quinto partido de la final de la Liga Endesa, su último partido con la camiseta blanca en el Palacio de Deportes. Su hogar estable desde 2012 cuando decidió definitivamente cerrar su etapa en la NBA (Portland, Denver) y tras haber degustado las esencias madridistas durante unos meses en 2011 por el cierre patronal de la Liga norteamericana.

“Son muchísimos años vestido con esta camiseta, con este escudo. Para mí, la mejor decisión deportiva fue juntarme con este club y creo que el trabajo que he hecho todos estos años se ha visto reflejado en el día de hoy”, aseguró en el vestuario el alero tras el segundo triunfo del Madrid sobre los universitarios (79-63) en la final de la ACB. Una victoria más y los blancos conquistarán el título. El número 26 de Fernández con el Real, su séptima Liga Endesa para cerrar un palmarés en el que también se encuentran una Intercontinental, tres Euroligas, seis Copas del Rey y nueve Supercopas.

Un triunfo que tuvo la firma del balear. Fue clave con 14 puntos sin fallo (1 de 1 de dos y 4 de 4 desde el triple) y 20 de valoración. Su último acierto desde el perímetro, tras un precioso pase por la espalda de Facundo Campazzo, certificó la defunción del partido (74-61) a 01:50 para terminar. Y su paso por el encuentro, por el WiZink Center como jugador del Madrid. La grada se vino abajo.

“Contigo cambiamos el rumbo, gracias por tanto, Rudy”, se podía leer en la pancarta desplegada por los Berserkers, la grada de animación blanca. El Palacio rompió a aplaudir a su leyenda y a corear su nombre. Una despedida que duró lo que restó de partido, unos cinco minutos de tiempo real. El jugador, emocionado, se secaba las lágrimas con la toalla. Se levantaba para agradecer esa muestra de cariño.

“Ha sido increíble. No me lo esperaba, la pancarta, todo. Ha sido un momento que me llevo para toda la vida que, además, he podido vivir con mi familia, mis hijos... ha sido algo muy bonito”, dijo el alero, que se abrazó con sus dos hijos sobre la pista de un pabellón que continuó aplaudiendo y gritando al viento el nombre de uno de sus grandes ídolos. “Para mí quiere decir que (la afición) ha valorado el trabajo que he hecho. Siempre he tratado de llevar el escudo (del Madrid) por delante y dejar mi nombre detrás. Eso es lo más importante. El club por delante de todo”, continuó.

Fue un acto improvisado de amor por un jugador. No la pancarta. No los aplausos. Pero sí la cantidad de esos aplausos. Su duración. La calidad de estos. Pocos jugadores pueden dejar su casa con esta muestra de amor verdadero. “Me siento un privilegiado de haber compartido equipo con todos estos compañeros durante todos estos años y, por supuesto, me acuerdo de mi familia que han estado todos estos años en todo momento conmigo y, por supuesto, en mi padre que fue el que me hizo amar este deporte como lo amo. Y me voy amándolo. Todavía quedan partidos por disfrutar con mis compañeros y eso es lo que me quedo”.

Posiblemente, Rudy ha jugado su último partido como madridista en el Palacio… pero aún le queda uno más. La Selección disputa un amistoso contra Italia el próximo 25 de junio. Un encuentro que sirve de preparación para el Preolímpico de Valencia (del 2 al 7 de julio), donde Scariolo y sus chicos se juegan su presencia en la cita de París 2024… y los sextos Juegos para el balear, que se retiraría como el baloncestista con más citas olímpicas: no se pierde ninguna desde Atenas 2004.

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