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BARCELONA

El último tren para Jabari Parker

El ala-pívot, en su día una sensación de instituto y un aspirante a superestrella de la NBA, intentará reflotar su carrera en el Barcelona. Tiene todavía 28 años.

El último tren para Jabari Parker
Benny SieuUSA TODAY Sports

Jabari Parker aspiraba a ser número 1 del Draft en 2014, una de las camadas más mediáticas de los tiempos recientes en el baloncesto estadounidense y una que ha tenido resultados, ya con la perspectiva de casi una década, dispares. Jabari acabó en el número 2, por delante de un Joel Embiid cuyo ascenso en Kansas fue frenado por las dudas sobre su físico. Pero no pudo con Andrew Wiggins, esa sensación canadiense con algo de nuevo LeBron que dio palos de ciego como aspirante a estrella en los Timberwolves y se redimió en los Warriors campeones de 2021, ya como obrero de defensa y trabajo sucio.

¿Y Jabari? Ni se pudo reinventar como Wiggins ni acabó siendo una superestrella como el ya MVP Embiid. El 2 de enero de 2022 jugó por última vez un partido oficial de la NBA, perdido en el fondo del banquillo de Boston Celtics, su último intento después de pasar de forma fulminante por Wizards, Kings, Hawks y, el trago más doloroso, los Bulls de su Chicago natal, donde fue una sensación de instituto que corría de boca en boca en la ciudad y saltaba al radar nacional por la puerta más grande posible: portada de Sports Illustrated con un titular que quienes habían seguido su crecimiento no veían exagerado: “El mejor jugador de baloncesto de instituto desde LeBron James es Jabari Parker”.

En la Simeon Career Academy promedió más de 19 puntos y 5 rebotes en su primera temporada aunque los jugadores de primer año nunca jugaban, hasta él, con el equipo principal. En la segunda metió a su equipo en el primer nivel nacional en la escala de institutos, algo que fue a más con el 33-1 de la tercera temporada, antes de la portada de Sports Illustrated y de ser considerado el mejor jugador estadounidense de su generación, lo más parecido a una garantía de futura estrella entre comparaciones con Carmelo Anthony.

Con Chicago, no una ciudad cualquiera, a sus pies, eligió Duke para su único año de college, la escala previa a la NBA. En Durham y con el mítico Coach K, Mike Krzyzewski, volvió a ser portada de Sports Illustrated y batió el récord de anotación de un debutante en su prestigiosa universidad (19,1). La derrota en primera ronda del March Madness, una debacle contra la modesta Mercer, no le quitó brillo a su candidatura NBA. Esto decía, antes del draft, SB Nation: “Su capacidad técnica es asombrosa para un jugador de su tamaño. Es grande (2,02) pero maneja la bola como un base. Puede dejar atrás a los ala-pívots más lentos jugando por fuera o superar en el poste a los aleros más pequeños. Acaba las penetraciones con las dos manos y tiene un rango de tiro que llega a la línea de tres. En transición, además, es una máquina de demolición”.

Así que fue número 2, solo por detrás del esperadísimo Wiggins. Lo eligieron, en aquel 2014, unos Bucks que pensaban que se estaban llevando a su nueva gran arma nuclear; Algo que en realidad habían hecho, con mucho menos hype, un año antes con Giannis Antetokounmpo. Pero solo estuvo cuatro años en Milwaukee antes de iniciar ese triste periplo que acabó en los Celtics, no firmó ningún grandísimo contrato (56,8 millones totales en sus ocho años en la liga) y desapareció en 2022 sin que nadie hablara de él. ¿Qué había pasado con Jabari?

Lo que pasó fueron dos lesiones de rodilla, fracturas del ligamento cruzado en la pierna izquierda. Un trance que desmanteló las virtudes de un jugador que, además, perdió el paso en cuanto al cuidado de su dieta y se atascó en perpetuos intentos de retorno. Como rookie (2014-15, con 19 años) solo disputó 25 partidos. Se rompió el 15 de diciembre cuando promediaba, a buen nivel, 15 puntos y casi 7 rebotes. No volvió hasta el 4 de noviembre de 2015, y ahí pasó su mejor momento, el verdadero amago de despegue: 127 partidos en esa temporada y la siguiente, una 2016-17 en la que promedió más de 21 puntos… hasta que el 9 de febrero volvió a romperse el cruzado. Los Bucks ni pelearon su continuidad cuando acabó su contrato rookie, y tampoco brilló en Chicago (2018-19), de donde salió traspasado en febrero porque los Bulls se arrepintieron de los 40 millones por dos años que le habían firmado. Se frustró la gran historia, la resurrección en casa, esa Chicago en cuyos duros barrios del sur se había criado, guiado por la rígida fe (mormona) de su padre, que él heredó, y picado en eternos partidillos con su hermano Christian.

Este verano, Jabari (todavía 28 años) intentó el regreso con un paso por la Summer League, otra vez con los Bucks, que no se materializó finalmente. En el último año y medio ha trabajado sin descanso para ganarse otra oportunidad, para que respondan sus rodillas y vuelva a fluir su innegable talento. Ha cambiado sus hábitos de alimentación y sueño, ha trabajado el aspecto mental tanto como el físico y ha entendido que la puerta de la NBA se ha cerrado. Y que para abrirla de nuevo solo quedaba un camino: marcharse lejos. Será en el Barcelona, donde llega con cláusula de regreso a Estados Unidos, su verdadero sueño, la oportunidad 2.0. Con la presión de ocupar el rol de ala-pívot de referencia que tenía, nada menos, Nikola Mirotic. Y con muchas y muy lógicas dudas sobre si aguantará el físico y brotará el ritmo de competición en un equipo, el Barça, donde no hay tiempo para experimentos. Todo parece en su contra. Todo, menos el talento. Eso siempre ha estado ahí.