El momento de Poirier
El pívot vino al Madrid para conquistar títulos y es el ‘otro’ MVP de la Copa. El francés hizo 7 de 7 en la final y no falló un solo tiro en el torneo. Ahora quiere más: “Sí, se puede ganar todo”.
Vincent Poirier (2,13 m y 30 años) llegó al Real Madrid por adelantado, la marcha de Deck a la NBA (regresó a los 9 meses) precipitó su fichaje y, en vez de en el verano de 2021, se incorporó en abril. Sabía que tenía por delante a Tavares en un puesto de cinco en el que difícilmente se pueden combinar a la vez dos jugadores de sus características, pero el club se movió antes que el resto y lo convenció. Se dejó convencer: buen contrato y el reto de ganar y ganar, algo que anhelaba. “Vine al Madrid por los títulos y jugar con el mejor pívot de Europa resulta muy positivo para lograrlo”, le contaba a AS la semana pasada. Desde el inicio, conectó con Tavares: “Me gusta pensar que en estos tres años él ha mejorado conmigo y yo con él”. Ahora, incluso, se atreve con los triples. No jugó al baloncesto hasta los 17 años, pero encajó bien, el escenario perfecto para explotar su tamaño, ese que le había provocado cierto complejo en la adolescencia.
En tres años, decíamos, seis títulos, al menos uno de cada competición. Le faltaba la Copa, con el Baskonia se había quedado lejos, y la celebró con entusiasmo el domingo en Málaga después de una demostración portentosa, en especial en el tramo decisivo. Poirier se une tras este torneo a la lista de los MVP in pectore del equipo blanco: en el pecho, en el corazón de todos, pero cuya elección nunca se anunció. El reconocimiento recayó en Campazzo, que hizo igualmente un torneo fabuloso. Una situación parecida a la vivida en 2015 en la novena Euroliga con Nocioni como aplaudido MVP y Carroll como el vencedor sin trofeo. O como en 2018 en la Décima con Doncic posando para la foto y Causeur en la sombra.
La actuación de Vince fue única. Nadie había hecho un 7 de 7 en tiros de campo en una final (hasta ahora, 6 de 6: Tavares, en 2020 e Iturriaga, en 1985). No erró el domingo ni en toda la Copa porque acabó con 12 de 12. Ante el Barça añadió 8 rebotes, 3 recuperaciones y 2 tapones para 32 de valoración (11,3 tantos y 22,3 créditos de media en los tres duelos).
“Se ha entendido el mensaje”
El presente es su mejor curso en el Madrid después de venir de uno flojo y con problemas físicos. Una apendicitis encadenada con una lesión en un gemelo le dejaron KO en lo mollar, 20 partidos de baja, sin playoff de la Euroliga y sin Final Four. Por eso, en septiembre, tras quedarse a última hora fuera del Mundial con Francia, mostraba un fuerte deseo de desquite. Desequilibrante en Málaga y, ojo, también en Murcia, en la pasada Supercopa, cuando el Madrid superó al Unicaja en el último cuarto. Entró para solucionar un problema, la defensa sobre Osetkowski, y resolvió dos con canastas vitales (+12 con él entonces). Presente en el desenlace de las dos finales disputadas.
“He venido muy concentrado para ayudar y puedo participar en los minutos importantes. Creo que se ha entendido el mensaje porque me lo estáis preguntando”, decía tras el éxito en la Supercopa. Una declaración de intenciones que se ha cumplido. De su posible renovación, dado que acaba contrato en junio, responde el clásico “ahora no toca”. En el Carpena, la afición lo vitoreó por su papel clave y su espíritu colectivo: “Me centro en ayudar en cosas simples que puedo hacer para beneficiar el talento de mis compañeros”. Y Chus Mateó (“el coach que confía en mí”) lo elogió así en caliente: “Ha trabajado en la sombra durante años, con paciencia, conocedor de que detrás de Tavares, al que adora, podía dar una muy buena rotación y su momento ha sido este”.
¿Qué le queda? Pues ganar más títulos, todos, Euroliga y Liga. “Sí se puede, pero esto es muy largo y pueden pasar muchas cosas”.