El Barcelona sale de la tumba
Un mes después de la salida de Joan Peñarroya, el equipo azulgrana tiene otra cara y ha ganado siete de los ocho partidos que han dirigido Óscar Orellana y Xavi Pascual.


El 9 de noviembre, hace prácticamente un mes, Joan Peñarroya dejó de ser, oficialmente, entrenador de un Barcelona que se estaba metiendo en una dinámica insostenible. La semana anterior había sido de una dureza extrema, de esas que aceleran los acontecimientos y convencen hasta a los más pacientes. O, en este caso, los más contemplativos: dos días antes el Real Madrid pasó por el Palau, en Euroliga, con una autoridad (92-101) insoportable para el público local, que vio cómo su equipo perdía por novena ocasión consecutiva contra el eterno rival, una racha infame, y que despidió con bronca y pañuelos al equipo y, sobre todo, a una directiva señalada después de dos temporadas completas sin títulos, una con Roger Grimau como entrenador y la otra con Peñarroya en el banquillo. Un técnico en situación muy débil y cuya continuidad en verano se asoció más a falta de ambición y recursos económicos que a verdadero voto de confianza.
Por si no había quedado claro que el equipo se estaba yendo por el desagüe de la competición, menos de 48 horas después del Clásico llegó una derrota indecorosa en Girona (96-78) en un partido en el que los jugadores no mostraron ningún interés por hacer las cosas como es debido, alimentaron los rumores de que estaban haciendo la cama a Peñarroya (como mínimo, que la desconexión era total) y entregaron sin presentar oposición un duelo que estaba 77-54 al final del tercer cuarto. El cambio no solo era necesario: en 48 horas se había convertido en inevitable… e imposible de posponer.
Pues bien: si este primer mes sin Peñarroya era un referéndum a vuelapluma sobre el estado del equipo, la respuesta parece señalar al entrenador caído. Que desde luego tuvo que lidiar con muchos problemas, unas lesiones que no dieron tregua y una planificación que pasaba por el mercado con una mano atada a la espalda (como mínimo) en lo económico; pero que acabó siendo, también, parte del problema y no portador de soluciones. El Barça puede, mientras no haga retoques en la plantilla, quedarse corto en la lucha por los títulos, pero no podía permitirse tener un tono competitivo tan bajo, perder contra equipos de todo rango (sobre todo en Liga Endesa) y ver en peligro objetivos a priori tan accesibles como el billete para la Copa. Esa inercia, desde luego, ha cambiado: Peñarroya se fue con un 55,8% de victorias totales, el segundo peor balance de la historia del club. Solo lo empeora Manel Comas en un tramo de apenas once partidos (5-6, 45,5%) en 1997. En su lugar llegó Xavi Pascual, el cuarto mejor de siempre con (cuando aterrizó) un 77,2% de triunfos (82,4% Sarunas Jasikevicius, 82,1% Antoni Serra y 77,8% Aíto García Reneses).
Viraje en el balance de victorias
En lo que iba de esta temporada; Peñarroya había amasado un 7-8 en quince partidos, un decente 5-4 en Euroliga y un desastroso 2-4 en ACB. Con un equipo menos profundo de lo que suele ser habitual en el Barça, y con varios jugadores desconectados del estilo Peñarroya, las semanas, con mucha carga de partidos e un calendario que este curso es extremo, castigaban en Europa por el nivel de los rivales y en la competición doméstica por la falta de piernas y de sostén colectivo de un equipo que además del citado desastre en Girona, perdió en el Palau contra el UCAM Murcia (cuyo inicio de temporada es excelente) y el Lleida.
Del 7-8 de Peñarroya en quince partidos… a un 7-1 en los ocho que el equipo ha jugado desde el cambio. Un 3-0 con Óscar Orellana, asistente que regresó a ese cargo con Pascual, y un 4-1 desde el regreso de un entrenador muy añorado y que está recuperando algunas de las señas de identidad de un equipo que estaba perdido. Orellana cogió a un equipo hundido y ganó una semana doble de Euroliga (en Múnich y en el Palau al Bolonia) y al Baskonia en Liga. Pascual debutó con derrota en Estambul, contra el Efes, pero ha ganado después a ASVEL y Estrella Roja (en Belgrado) en Europa y a Gran Canaria y Andorra, en Liga.
Así que son siete victorias de ocho entre Orellana y Pascual, la única derrota en pista del Efes, por un punto y con un final muy polémico. La confirmación de la crecida llegó esta semana, después del parón de selecciones, con un excelente triunfo en la difícil pista del Estrella Roja (79-89) y una paliza al Andorra (102-71) con la autoridad que se le tendría que suponer al equipo en ese tipo de partidos de competición doméstica pero que se había echado en falta en toda esta temporada y buena parte de la anterior. Con más mecanismos colectivos, un baloncesto de más esquemas y cabeza en los últimos cuartos; y, sobre todo, con una defensa mucho más intensa y con más comunicación y concentración, el Barça parece otra vez competitivo. Por mucho que, pese a que hubo rumores en sentido contrario, no ha habido ningún cambio en la plantilla. Y aunque podría producirse algún retoque, parece obvio que los grandes cambios llegarán en verano, cuando se pueda jugar con masas salariales como las que liberarán los actuales contratos de jugadores como Willy Hernangómez, Jan Vesely y Tomas Satoransky.
Con Peñarroya, el Barça recibió en once partidos más de ochenta puntos y en tres, más de 100. Ahora, en estos ocho siguientes, solo el Baskonia y el Bolonia han llegado a 80. En Liga, los rivales habían superado esa cifra en los seis partidos anteriores y promediaban, contra el Barça, 87,1 puntos por los 84,3 de media del equipo azulgrana, en negativo. Y que no había alcanzado ni los 80 en los dos últimos, contra Murcia y Girona. Desde el cambio, es un +50 total en tres partidos con 88,3 puntos anotados de media y solo 71,6 recibidos. En Europa, con Peñarroya se anotaban 87,2 y se recibían 88. Los rivales habían pasado de 90 tres veces (de nueve) y hasta esos 87,2, una buena cifra, resultaban engañosos porque la inercia era claramente a la baja: 97,5 anotados en los cuatro primeros, 79 de promedio en los cinco siguientes.
Ahora, y en una muestra obviamente menor, los números también son mucho mejores: 82,6 de anotación y solo 77,2 en el apartado de puntos recibidos. Las sensaciones han cambiado, los jugadores compiten con más energía, se comunican en defensa y parecen de nuevo conectados, y Pascual también está haciendo un esfuerzo por alargar la plantilla, que es la que tiene mientras no haya cambios. Está usando más rotación, intentando aprovechar a jugadores que tenían menos protagonismo (como Juani Marcos) o que estaban desaparecidos (Miles Norris) y, o eso parece, acercando al Barça a un nivel más parecido al que señala su plantilla, que vuelve a tener además lesionado a Nicolás Laprovittola, un jugador fundamental y que estará de baja hasta, aproximadamente, Navidad.
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Desde luego, la plantilla sigue pareciendo peor que la de los mejores equipos de Europa, y en las competiciones domésticas parecen al menos un cuerpo por detrás de (también rivales en Euroliga) Real Madrid y Valencia Basket, pero el Barcelona ha logrado el objetivo básico: parar la sangría, regresar a la dignidad competitiva y ver hasta dónde puede crecer a partir de ahí después de dos de los peores años de la historia de la sección y un comienzo tétrico en este curso. Así que por ahora Pascual, con un buen cable de Orellana en un momento dificilísimo, ha aterrizado con muy buen pie. Un buen presagio para lo que vendrá en el futuro más allá de este verano y, antes de eso, una forma de que no se convierta en insoportable una temporada que apuntaba a siniestro total cuando todavía ni se había llegado a diciembre. Demasiado pronto.
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