NBA | PELICANS 113 - SPURS 103

Popovich se queda sin vidas

Los Spurs fueron peores, reaccionaron tarde y se quedaron sin recursos. Popovich firma su peor temporada desde su año debut. Los Pelicans se citan con los Clippers.

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Los Spurs fueron peores, reaccionaron tarde y se quedaron sin recursos. Popovich firma su peor temporada desde su año debut. Los Pelicans se citan con los Clippers.
Sean Gardner AFP

Gregg Popovich dice adiós. El legendario entrenador, un mito viviente que en teoría seguirá, al menos, una temporada más en el banquillo texano, se queda sin vidas en Nueva Orleans. En una grada llena pero un lugar baloncestísticamente vacío, ante una franquicia joven y con escasa base social que ha transformado las migajas de su pasado más reciente en un leve intento de competitividad. Ahí es donde ha naufragado un equipo, el texano, con el que nadie contaba para el play-in, pero que ha llegado a base de los constantes deméritos de los Lakers y de una ligera regularidad que ha consistido en fallar menos, que no en acertar más. Al final, la última vida de los Spurs se quedó en eso, una última vida, sin adornos ni tiempos extra, con una representación de lo que son en este momento como equipo y como proyecto. Y si bien el mérito de haber llegado tan lejos luchando contra los elementos existe, la entidad necesita dar una gran vuelta a sus capacidades para replantearse un futuro que de momento no se vislumbra.

Jamás, con Gregg Popovich, los Spurs habían tenido tan mala temporada: 34-48, más victorias que los dos últimos años (32 y 33), marcados por la pandemia, pero peor porcentaje: apenas un 41,5% paraun entrenador que ha superado el 45% en esas dos últimos cursos. Aunque ese jamás tendría un matiz importante: Popovich, General ;anager del equipo, despidió a Bob Hill en la 1996-97 para dar el salto al banquillo y, tras la enésima lesión de David Robinson, se centró en ese número 1 del draft que acabó dando forma a su dinastía, un Tim Duncan que llegaría meses después. Ahí, en su año rookie, Popovich entrenó 64 partidos y apenas ganó 17. Un 26,6% de victorias. Algo que se tomó como necesario para que llegara todo lo demás. El problema hoy, claro, es qué demonios va a llegar después de esto.

Los Pelicans fueron, sencillamente, mejores. Son, a pesar de sus carencias, superiores a los Spurs por talento, puntos, juego interior y recursos. Los locales, en un estadio semejante al Target Center de los Timberwolves la pasada noche (llenísimo), se fueron abriendo paso de forma paulatina y segura. Una canasta de Brandon Ingram (27 puntos. 5 rebotes, 5 asistencias y solo 2 robos) a inicios del último cuarto ponía los 19 de ventaja (94-75) a poco más de 11 minutos para el final. La ventaja llegó a ser de 21 y, a pesar de ello, los Spurs tiraron de pundonor y protagonizaron su particular conato de remontada: 16-3 de parcial y 97-91 con 5 minutos para el final con un triple de Devin Vassell (23 tantos, con 7 de 13 desde el exterior). Ahí se quedaron; los Pelicans dudaron lo justo para dar emoción a la noche, pero consiguieron relativizar, alejarse de la presión y cerrar el partido. Ingram, con 10 de sus 27 puntos en los últimos 12 minutos, fue el responsable de la templanza. Y el resto llegó a través de los errores de los Spurs, incapaces de mantener una capacidad anotadora de la que, en realidad, carecen.

El contraste con Ingram fue CJ McCollum, que se quedó sin anotar en el periodo final, pero fue el héroe del resto del choque: 32 puntos para él, 19 sin fallo (7 de 7) en el segundo cuarto, 6 rebotes y 7 asistencias. El flamante fichaje de los Blazers dejó a su inseparable Damian Lillard para unirse a un mercado pequeño en el que ha vuelto a competir y a sentirse jugador de baloncesto. Y a mejorar sus números: desde su llegada, ha pasado de 20 a 24 puntos por noche, del 43 al 49% en tiros, del 38 al 39% en triples... y todo en menos minutos y en 26 partidos. El escolta tuvo la inestimable ayuda de Jonas Valanciunas (22+14), las buenas funciones del todoterreno Herbert Jones y las 12 tantos de José Alvarado desde el banquillo. Willy Hernangómez, con buenos minutos en regular season, lo vio todo desde el banquillo. Willie Green no contó con él.

En los Spurs no hubo respuesta más allá del final. Ni un gran partido de Dejounte Murray: 16 puntos, 9 rebotes y 5 asistencias para el base, All Star este curso como premio menor a una despedida muy mala en el lanzamiento: 5 de 19 en tiros de campo y 1 de 5 en triples. Los texanos tuvieron hasta 6 jugadores por encima de la decena de puntos, pero su colectividad no estuvo dotada de capacidad defensiva ni de solidez interior, dos carencias que les han acompañado este año y los dos anteriores, en los que han firmado tres de lo cuatro peores ratings defensivos de la historia de la franquicia. Popovich dice adiós en silencio, con su deportividad habitual, con un final que sigue alargando, un plan de jubilación ligeramente triste y sin dar pistas de cuándo y dónde se producirá un relevo que ya se ha quedado sin Beky Hammond como heredera (este fue su último encuentro al lado de Popovich antes de poner rumbo a la WNBA) y para el que ha sonado un Quin Snyder que oposita para su salida de Salt Lake City. ¿Dónde van los Spurs? Esa es la gran pregunta. Algo que no quita, claro, la inabarcable carrera de Gregg Popovich. Que, de una forma u otra, ya no tiene que demostrar nada a nadie. Eso está claro.