Mirza Delibasic (1981-83)
Hay tipos que llegan, apuran la vida y se van pronto y, sin embargo, dejan un recuerdo imborrable. Ese fue Mirza Delibasic. El bosnio aterrizó en Madrid en el verano de 1981, al mismo tiempo que Fernando Martín, como pieza destacada de una de esas generaciones de oro que dio Yugoslavia, campeón olímpico, del mundo y de Europa, y tras múltiples exhibiciones en el Bosna Sarajevo, campeón continental de clubes en 1979. Un talento no visto antes en nuestro baloncesto por su facilidad para interpretar el juego, con una capacidad de pase y anotación asombrosa. Muy inteligente. Sus gestos técnicos y su tiro en suspensión eran pura clase. Pero sus compañeros lo recuerdan, sobre todo, fuera de la pista. Caló muy profundo en el vestuario por su personalidad y humanidad. Aprendió rápido el español, Lolo Sainz asegura incluso que en sus primeras horas ya se manejaba con algunas bromas, y pasó pronto a ser uno más de la familia blanca. Cartas, tenis… lo que le echaran. Le sobraba calidad para cualquier cosa. Estuvo solo dos temporadas y se marchó en 1983 porque él mismo aceptó, sin cobrar el año que le quedaba de contrato, que “el equipo necesitaba un pívot” al tiempo que se declaraba madridista para siempre y pagaba por adelantado la cuota de socio. Aunque apenas contaba con 29 años, se le notaba cierto declive físico. En septiembre de ese mismo año sufrió un infarto cerebral. La guerra de Yugoslavia le marcaría luego profundamente y falleció en 2001 con solo 47 años. Su memoria es eterna.