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ADIÓS A UNA LEYENDA

Calderón, mucho más que un sueño americano

El base extremeño anunció este lunes su adiós definitivo del baloncesto. Internacional con España, disputó 14 temporadas en la NBA con 7 franquicias.

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Calderón, mucho más que un sueño americano

"Jose quiere hablar con vosotros". Eran los Juegos de Río y corrió como la pólvora el rumor de que José Manuel Calderón estaba molesto con Sergio Scariolo. Que quería más minutos y que pese a que Ricky Rubio y el Chacho parecían delante de él, creía merecer más. En un episodio que refleja bien lo que ha intentado en su carrera, trabajar para el equipo, servir a los compañeros y ser colaboracionista y transparente con la opinión pública, Calderón convocó a los medios en la zona habilitada para la prensa en la Villa Olímpica de Barra de Tijuca, previo aviso del departamento de comunicación de la FEB. No había jugado ni un minuto en la derrota contra Croacia y se adelantó a posibles controversias y malentendidos: "No hay ningún problema. Ya lo sabía. Estoy preparado para lo que haga falta y no habrá ninguna polémica. Lo primero es el equipo". A sus 35 años, Calderón había sido advertido por Scariolo durante la gira de que su participación sería menor y optó por un gesto honesto que fue muy reconocido en la FEB. Quién sabe si Garbajosa, que estos días busca embajadores y está renovando con brillantez la imagen de la institución, no le hace un hueco también en un futuro medio plazo a Calde para que se multiplique en sus tareas además de las que tenga con la NBA....

"Lo primero, el equipo". Seguramente, ha sido uno de los leit-motiv de la carrera de José Manuel Calderón. A la sombra de Gasol y Navarro, los dos grandes mitos de la generación del 80; y también de jugadores como Raúl Lopez e incluso el gran Carlos Cabezas en los inicios, Calderón fue haciéndose un sitio de lujo en la historia del baloncesto español (ocho medallas) y ha completado una carrera memorable en la que el esfuerzo le permitió alcanzar la cima. Ser base titular en una franquicia que empezaba a florecer como los Raptors y amasar unas estadísticas bestiales sólo están al alcance de alguien que tiene algo más que talento.

Porque además de un portento físico, Calderón ha sido un ejemplo de constancia en el trabajo. Un jugador capaz de mejorar con los años su peculiar y altísimo bote, su capacidad de dirección, sus elecciones en la pista y sobre todo su porcentaje de tiro. Para esto último, fue hasta donde hizo falta para conseguir mejoras. Recurrió a Dave Hopla, considerado el gran gurú de los entrenadores de lanzamiento y que trabajó con Michael Jordan y Kobe Bryant entre otros. Siempre pendiente de la gente de su tierra, Calderón llegó a invitar a Hopla a dar una exhibición en Cáceres. Metió 256 de 262 tiros..., y falló seis intencionadamente para demostrar cómo cualquier detalle podía afectar en el resultado del lanzamiento. Con tipos como Hopla trabajó y mejoró Calderón, un ejemplo de profesional integral e íntegro que ha estirado su carrera hasta donde ha podido. En 2016 hablaba de tres o cuatro años más en activo. Ha llegado hasta donde el cuerpo le ha permitido.

Su abrazo con Pau Gasol nada más ganar el bronce olímpico en el Carioca Arena adelantó una noticia que recordó a la de Carlos Jiménez después de los Juegos de Pekín. Anunció su adiós otro de los campeones del mundo pero, sobre todo, uno de los iniciadores en el Europeo Junior de Varna (1998) de la hegemonía de España en el baloncesto. Algún tipo de gen ganador debió inyectarse entre aquellos chicos pese a que los focos no miraban a Calderón a principio de siglo. Se había perdido por lesión el Mundial junior de Lisboa en 1999 y las luces se dirigieron a Navarro y Raúl López. Y luego, a partir de 2001, hacia Gasol.

"¿Cómo de bueno eres, papi, como Curry?"

Lo del chico de Villanueva de la Serena fue la discreción y la constancia, probablemente heredada de su padre, jugador de baloncesto. No se le cayeron los anillos por ir formándose en Alicante (a las órdenes de Andreu Casadevall) y Fuenlabrada (con Óscar Quintana de técnico y como suplente de Berni Hernández) antes de volar a Vitoria. No sólo eso. Calderón se presentó al draft de la NBA 2003. Nadie reparó en él. No fue ni elegido y lejos de caerse y sentirlo como un gran fracaso que afectase a su autoestima, demostró en las pistas hasta qué punto la mejor liga del mundo estaba equivocada. Toronto, una franquicia con aroma europeo, advirtió pronto el error que estaban cometiendo y Rob Babcock, su manager general entonces, hizo un movimiento maestro. Firmó a Calderón en agosto de 2005. Tres años a razón de tres millones de dólares. Los Raptors disfrutaron de los mejores años de la carrera de un jugador que ha superado las 5.000 asistencias y se ha movido en el umbral de los 8.000 puntos en 14 temporadas de la NBA. Y lo que es más importante, ha tenido un comportamiento ejemplar en las canchas y fuera de ellas ha activado proyectos sociales y una Fundación que a través de diferentes proyectos relacionados con los más jóvenes. La prevención contra el acoholismo, los hábitos saludables de alimentación, la lucha contras las enfermedades... Y lejos de la clandestinidad en la que viven algunas vedettes del deporte, se ha granjeado una buena relación con los medios de comunicación para que estas actividades tuvieran visibilidad, algo importante en esta nueva sociedad que comunica a la velocidad de la luz por las redes.

El viaje de Calderón ha llegado a su fin. Lo hace después de jugar en Toronto, Detroit, Dallas, New York, Los Ángeles, Atlanta y Cleveland, en siete franquicias históricas que han sido campeonas de la NBA en algún (los Hawks lo fueron en St Louis). Amante del tenis, el cine, la pasta, pero sobre todo de la familia, sus tres hijos, Manuel, Jaime y Gonzalo, son su gran pasión. El mayor de ellos empezó a saber quién era su padre este año cuando, en el séptimo partido de la final de Conferencia contra los Sixers, todo el pabellón empezó a gritar su nombre cuando se anunció que estaba presente en el partido. "¿Cómo de bueno eras tú, papi, como Curry?", dice que le preguntó. Seguramente no tanto, pero sí enormemente disciplinado y discreto. Cumpliendo como siempre con los medios, Calderón salió a hablar en la previa de la final olímpica de 2008 contra Estados Unidos. Se había roto contra Lituania en la semifinal. No iba a poder jugar pero nadie lo supo. Lo primero es el equipo. Digno representante de la generación más memorable del baloncesto español, hoy empieza el primer día de la nueva vida de José Manuel Calderón Borrallo, el ídolo de un pueblo de artistas, Villanueva de la Serena. Lo suyo ha sido mucho más que un sueño americano.